España

Los panes y peces de la Iglesia a los refugiados

Diócesis, parroquias y fieles se vuelcan ante la emergencia humanitaria ofreciendo casas rectorales, seminarios y las propias viviendas

«Estoy feliz por la explosión social de solidaridad», dice el padre Ángel
«Estoy feliz por la explosión social de solidaridad», dice el padre Ángellarazon

El padre Ángel acaba de llegar de Hungría. Allí ha podido tocar con sus propias manos el dolor de los refugiados sirios que huyen de la muerte y buscan cobijo en la Europa próspera, donde, como dice a LA RAZÓN mientras nos muestra el centro que pondrá a disposición de 40 familias en el madrileño barrio del Pozo del Tío Raimundo, se ha desatado «una explosión de solidaridad que ha obligado a los Gobiernos a tomar medidas». En medio de esa gran ola de generosidad, la Iglesia se ha hecho muy presente –en algunos lugares, liderándola– a través de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, ONG católicas y fieles particulares. En cualquier punto de la geografía española se puede encontrar fácilmente una acción eclesial de solidaridad por pequeña que sea.

Varios obispos, que en los últimos días han escrito sobre la cuestión en sus cartas pastorales, han comparado esta respuesta con los cinco panes y dos peces que un joven que puso a disposición de Jesús para alimentar a una muchedumbre hambrienta, según relata el Evangelio, aunque eran de largo insuficientes. «Puso todo a disposición del Señor, así también ahora cuanto tenemos y pueda ayudar está puesto en manos de los que nos llegan, con el debido discernimiento, para ayudarles: pisos, viviendas, locales, ropas, alimentos, ayudas económicas, servicios jurídicos... todos y todo para ayudar, con valentía, firmeza, decisión, confianza», explica el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en su último escrito, titulado «En casa hay sitio para un hermano más».

Precisamente, la archidiócesis valenciana creó nada más desatarse la emergencia una Comisión Diocesana de Ayuda a Refugiados y Crisitanos Perseguidos, cuya primera medida fue poner a disposición de cinco familias llegadas a la capital del Turia otras tantas viviendas. A éstas habría que sumar otros ofrecimientos de particulares u organizaciones.

En Madrid, la respuesta también fue inmediata. Allí, el arzobispo, Carlos Osoro, puso en marcha la Mesa por la Hospitalidad, que integran organismos que trabajan con los migrantes y refugiados. Según explica a LA RAZÓN el vicario de Pastoral Social e Innovación de la Archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia, la respuesta ha sido muy «ágil y generosa». «Ágil –añade–, porque al tener conocimiento de esta tragedia, el arzobispo pidió que se convocara una especie de crisis para empezar a trabajar sobre la cuestión, una petición que acompañó con una carta pastoral magnífica y con el ofrecimiento del seminario de Madrid para la acogida. Y generosa, porque estamos muy sorprendido por todos los ofrecimientos que estamos recibiendo a través de los cauces que hemos establecido. Ahora depende del Gobierno que acojamos o no, pues son ellos los que tendrán que hacer el reparto».

Una de esas iniciativas es el citado centro de Mensajeros de la Paz en un barrio humilde de la capital de España, donde cada día da de comer a cientos de familias. Hay habitaciones –con un pequeño salón y baño propio– para unas 40 familias, que, además, podrán disfrutar de los espacios comunes: comerdor, salones, patio y jardín. A este lugar, habría que añadir las 128 familias que se han comunicado a la ONG el ofrecimiento de su casa si fuese necesario. «Estoy feliz y gozoso porque ha habido una explosión social que ha empujado a los mandatarios a dar el do de pecho como ha hecho nuestro presidente, Mariano Rajoy», afirma el padre Ángel, indignado con el trato que se le está dando a los sirios que llegan a Hungría. «Se me desgarra el corazón al ver cómo gritan los niños tras perderse de la mano de sus padres en los maizales, donde la Policía sale literalmente a cazarlos. También es indignante el campamento en el que habitan, porque es de facto un campo de concentración con vallas de más de cuatro metros y concertinas», añade.

El sacerdote asturiano lamenta que se les trate «como ganado» y espera que los países «no se los repartan como ganado». «Ha habido avances, porque empezamos a dejar de hablar de números y cuotas para hablar de personas. Incluso se ha abordado la tipología: familias, ancianos, niños...», añade. Mensajeros de la Paz trabaja desde su experiencia en la atención a refugiados sirios, pues los atiende en la parroquia que tiene en Amman (Jordania), donde ayuda a 450 familias a través de un centro y pisos alquilados.

Como es el Gobierno el que tiene la competencia en materia de refugiados, la Iglesia se mantiene a la espera con todos sus recursos disponibles preparados. De hecho, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), organismo interlocutor de la Iglesia con el Ejecutivo, se reunió esta semana con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, para mostrarle la disposición a colaborar de la Iglesia en esta materia. A esa reunión también acudieron el presidente de Cáritas Española, Rafael del Río, y el director de la Comisión Episcopal de Migraciones, José Luis Pinilla. El propio Pinilla, en conversación con este periódico, reconoce la «disposición abierta» de las partes para atender el problema y de colaborar en las distintas dimensiones del mismo, como lo han tenido con otras administraciones públicas y organizaciones que han solicitado ayuda a la Iglesia.

Según este representante de la CEE, la Iglesia en su conjunto está dispuesta a la máxima disponibilidad «en espacios dignos –repito, dignos–, que eviten una sensación de almacenamiento de personas». «Nos preocupa sobre todo –continúa– la dignidad del acogimiento. No el número. Y en esto el máximo posible. Aunque no hay que olvidar que muchas instituciones eclesiales de España ya están colaborando sobre el terreno en donde se hallan los refugiados y los migrantes». Comparte esta visión el arzobispo de Madrid en una de sus cartas pastorales: «Tenemos que hacer las cosas bien. Las personas que llegan merecen una atención integral y un itinerario de inclusión social que tiene que ser estudiado para satisfacer todas sus necesidades, incluyendo las espirituales y religiosas. Queremos ejercer la hospitalidad, no almacenar personas».

Además de la generosidad en la acogida, que se está llevando a cabo de manera coordinada, la Iglesia en España recordará «este drama con gestos públicos permanentes». «De ahí las vigilias de ayer sábado, las eucaristías y oraciones de los últimos domingos o los distintos pronunciamientos», subraya José Luis Pinilla, que recuerda que la Conferencia Episcopal Española viene advirtiendo sobre la situación de los refugiados. De hecho, en noviembre de 2013, solicitó al Gobierno que se admitiese un mayor número de refugiados, sobre todo cristianos sirios, por su especial vulnerabilidad al estar muy perseguidos. Entonces, el propio cardenal Antonio María Rouco Varela hizo un llamamiento para que los cristianos sirios que malvivían en los países vecinos, «hacinados en campos de refugiados, encontraran en nuestras comunidades y en nuestros gobernantes los caminos más adecuados para prestar una ayuda efectiva en la solución de sus problemas más acuciantes», así como para que no fueran abandonados a su suerte.

La Iglesia en España, siguiendo las peticiones del Papa Francisco, no los abandona y ya tiene preparados sus panes y peces, que a buen seguro se multiplicarán, a la espera de los refugiados.

Refugiados, sí; migrantes, también

Una de las preocupaciones que las entidades de la Iglesia, lideradas por la Conferencia Episcopal, han mostrado en materia de refugiados la consolidación del mensaje que se escucha estos días de «refugiados sí, migrantes no». «Debemos romper ese mensaje, trasladando a toda la opinión pública y a nuestros espacios y comunidades la complejidad de las causas comunes que motivan la movilidad humana, ya se trate de refugio o de migración, como ámbitos inseparables e íntimamente relacionados», explicaron en un comunicado.