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Sadaf: el combate del siglo es en Kabul

Sadaf Rahimi (a la derecha), bebe agua durante un descanso en el gimnasio de Kabul donde entrena, en un momento del documental
Sadaf Rahimi (a la derecha), bebe agua durante un descanso en el gimnasio de Kabul donde entrena, en un momento del documentallarazon

Silvia Venegas y Juan Antonio Moreno relatan en el documental «Boxing For Freedom» la historia de una joven afgana y su hermana, campeonas de boxeo.

Por si no se han enterado, esta semana es la del combate del siglo. No, no el de Paquiao y Mayweather. Eso fue un «bluf» (o eso cuentan los que aguantaron de madrugada para ver a dos millonarios acariciarse). Este otro es de verdad y hay mucho en juego. Mucho más que dinero. A un lado del ring, Sadaf Rahimi, una adolescente menuda, 17 años, ojos como brasas, pizpireta, alegre, siempre con el preceptivo velo islámico. Cuidado con su zurda. Al otro lado del ring, esa cosa inasible llamada el sistema, los prejuicios, la inercia histórica y social de un país salido de una guerra de religión, Afganistán, y en el que ser mujer es aún un problema mayor que recibir algunos «crochets» encima de un cuadrilátero. Sadaf, como su hermana Shabnam, un año mayor, es grácil, divertida, encantadora. Y ambas pelean como fieras. Siendo poco más que unas crías les picó el gusanillo del boxeo y ya nada las detendrá. O al menos no se lo quitará de la cabeza. Porque la sociedad allí es un púgil varias categorías por encima de su adversario que amaña los combates (los de la vida) y pega bajo. Su historia la cuentan dos españoles, Silvia Venegas y Juan Antonio Moreno, en un documental, «Boxing for freedom», que mañana y el viernes se proyecta en Documentamadrid –en la sección Panorama, donde el premio es que Canal+ adquiera los derechos para su emisión– después de verse en Málaga. «Boxing For Freedom» es una pieza que va más allá del boxeo para hablar de la lucha de dos mujeres valientes contra sus destinos, fijados por una sociedad machista y opresiva.

En el largometraje, que se rodó entre 2011 y 2014, vemos a Shabnam y Sadaf evolucionar como deportistas y como personas con los escasos medios que tienen. Shabnam, la mayor, es al comienzo la más prometedora –tiene 17 años al arrancar el rodaje y es la más técnica–, aunque después será Sadaf la que progrese: todas temen su potencia.

Amenazas de muerte

Son las hijas intermedias de un matrimonio de clase humilde, precedidas por otras dos mayores y un chaval más joven. Un hogar pobre pero de mentalidad abierta. El padre es taxista, la madre, ama de casa, y aunque al comienzo Shabnam y Sadaf se unen en secreto al equipo de boxeo de Kabul –que es tanto como decir el nacional– y sus padres se enteran a través de una tía que las ve en televisión, pronto todos las apoyarán. Que es más de lo que harán muchos otros. En el documental, Sadaf cuenta cómo a diario son insultadas por la calle por boxear, intimidadas por desconocidos e incluso amenazadas de muerte por un tipo del barrio. «Desde un punto de vista occidental, choca mucho ver cómo la mayoría de los hombres, uno tras otro, les ponen trabas a las mujeres», reconoce Moreno. Para Venegas, el testimonio en el filme de una conocida activista por los derechos de la mujer «resume muy bien la mentalidad afgana. Malalai Joya explica por qué se teme que las mujeres tengan conocimiento y sean libres. Pero las de Afganistán son libres y fuertes». Lo demuestra la propia Malali Joya en otro momento, rescatado de los arhivos: en una asamblea nacional se atreve a leer la cartilla a los miembros del consejo por permitir que los señores de la guerra talibán que han asesinado y aterrorizado al país se sienten en el nuevo parlamento afgano. La expulsan sin miramientos.

El miedo es una constante a lo largo de las vidas de las protagonistas. Pero todas asumieron hacer el filme como si no lo tuvieran. Así lo explica Moreno: «Ellas han ido creciendo y tomando cociencia de su papel en la sociedad. El documental va de eso, de romper con el miedo, pero en cualquier sociedad, no sólo en la afgana». Y añade Venegas: «Sadaf es consciente de que tiene una posición dentro de la sociedad, un papel, y eso hace que otras chicas sigan su ejemplo y quieran ser deportistas, estudiantes... No puede dar un paso atrás porque si lo hace, otras no lo darían hacia delante». Y dice Moreno: «Nunca tuvo miedo a hacer el documental ni a contar su historia. El miedo es relativo. Sólo se rompe luchando contra él y saltándote esas reglas impuestas, social, religiosa o culturalmente».

El propio presidente del Comité Olímpico afgano cuando comenzaron les dijo, más o menos, que dónde iban. Pero Shabnam y Sadaf, junto a algunas chicas más, no cejaron, ayudadas por su entrenador, Shabir Sarifi –al que el Comité acaba expulsando–, y empujadas por las enseñanzas de una carismática maestra de escuela. Tras competir en Tayikistán, donde las hermanas lograron un oro y una plata, y una tercera boxeadora del equipo el bronce, y tras viajar a China, donde cayeron eliminadas, pero felices por representar a su país, más chicas se les unieron.

Los cuatro años del rodaje fueron intermitentes y los directores contaron con la ayuda de las protagonistas, convertidas en operadoras de cámara en su ausencia. «Hemos estado en los momentos que hemos considerado más importantes. Por la propia historia, en anteriores trabajos documentales, bien audiovisuales o fotográficos, habíamos explorado con el punto de vista, cediendo la cámara, fotografica o de vídeo, a los protagonistas. Aquí teníamos muy claro que queríamos que ellas fueran partícipes al contar su propia historia, que los dos puntos de vista estuvieran presentes». Venegas añade: «Levantar proyectos documentales no es fácil. Aquí estás abierto a lo que suceda. Hay muchas cosas que ocurren y que no teníamos previstas cuando empezamos con el primer borrador de guión. Ha sido importante que hayamos tenido un equipo en Afganistán que se ha encargado de recoger imágenes y mandárnoslas». Así, intuían desde el comienzo que había una lejana posibilidad de que las chicas fueran invitadas a los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El documental recoge su alegría cuando se confirma la invitación... y el jarro de agua fría posterior: el Comité afgano las retiró –sin más explicaciones– de la delegación. «Las chicas estaban muy ilusionadas. Eso lo vivimos allí de una manera trágica», cuenta Moreno. «Pero lo importante no era si van a Londres o no. Lo importante va por debajo: es Sadaf como ejemplo, su papel como mujer», matiza Venegas. Un año después fueron invitadas de nuevo para competir en Londres... y se les prohíbe de nuevo viajar a Europa, acusándolas de querer huir del país. Al margen del ring, Sadaf cursa desde 2012 estudios universitarios, otro reto en su país. «Ellas siguen estudiando, trabajando, luchando para crecer, para ser quienes ellas quieren. La familia es admirable», cuentan sin desvelar del todo qué ha sido de ellas. Algo podemos adelantar: cualquier boxeador sabe que la vida está llena de victorias y de derrotas.