Enrique López

Sin proyecto común

Desde que San Isidoro dijera de España «honra y prez de todo el orbe; tú, la porción más ilustre del globo», o Alfonso X el Sabio, «pues esta España que decimos tal es como el Paraíso de Dios», pasando por Machado «una de las dos Españas ha de helarte el corazón», ha pasado mucho tiempo; esta cuestión la tradujo al esencialismo Ortega y Gasset con fórmulas muy descriptivas; pero sigue abierto, centralismo-nacionalismo, catolicismo-anticlericalismo, etc. Mas lo realmente triste es que superando estos debates, no encontramos un concepto de España que sobrepase lo meramente geográfico e histórico, porque salvo en lo primero, indiscutible, lo segundo también se discute y se enseña de forma distinta en cada lugar. España es un país difícil de gobernar, porque donde está su virtud, la diversidad, se encuentra su debilidad, la falta de un proyecto común. A veces creo que hay tantas Españas como españoles, y en contra de lo que decía Ortega, «España es el problema, Europa la solución». Creo que o España se convierte en una solución en sí misma, o dejará de ser un problema para convertirse en la nada. Aun así, lo más dramático es que el proyecto común no existe ni siquiera en los gobiernos, ni en las organizaciones, ni en las instituciones, y esto en muchos casos es consecuencia de egoísmos personales y frivolidades, y en otros, traición; es un cáncer desmembrador que, como ha ocurrido en otros momentos históricos, nos coloca ante situaciones dramáticas. En cualquier caso, prefiero al militante de la diversidad que de forma expresa presenta su proyecto que al traidor parapetado en el institucionalismo, al cual no le duelen prendas al abrir constantes vías de agua. Tenemos que identificarlos y expulsarlos de las responsabilidades públicas, puesto que hacen más daño que los corruptos.