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25 años del crimen de Alcàsser: «Siguen viendo a Antonio Anglés»

Los crímenes de Alcàsser marcaron un antes y un después en España. Mañana se cumplen 25 años de los macabros asesinatos de Miriam, Toñi y Desiré. LA RAZÓN entrevista a uno de los agentes de la UCO que investigaron el caso.

25 años del crimen de Alcàsser: «Siguen viendo a Antonio Anglés»
25 años del crimen de Alcàsser: «Siguen viendo a Antonio Anglés»larazon

Los crímenes de Alcàsser marcaron un antes y un después en España. Mañana se cumplen 25 años de los macabros asesinatos de Miriam, Toñi y Desiré. LA RAZÓN entrevista a uno de los agentes de la UCO que investigaron el caso.

13 de noviembre de 1992. Toda España se iba a estremecer. Esa noche Miriam, Toñi y Desiré fueron andando desde Alcàsser hacia Picassent. Se dirigían a una discoteca para una fiesta del instituto: Coolor. Pero cuando les quedaba poco para llegar, se subieron a un vehículo. «Hay una abuela que las ve, a la que no se ha dado mucha importancia –en la Prensa–, pero que fue la clave de la investigación. La señora, que ya era mayor entonces, aseguró que había visto cómo se subían las tres adolescentes, de 14 y 15 años, a la parte de atrás de un coche blanco pequeño de tres puertas –había por tanto dos individuos delante– en la travesía de Picassent a 500 metros de la discoteca a la que iban. Después, averiguamos que el coche en cuestión era un Corsa, el vehículo de Ricart», relata a este periódico José Miguel Hidalgo, capitán de la Sección de Homicidios, Secuestros y Extorsiones de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

El lunes se cumple el 25 aniversario de los crímenes de Alcàsser, que marcaron un antes y un después en la crónica negra de este país. Tanto, que en primavera se va a empezar a rodar una película sobre este caso: «75 días», dirigida por Mar Romero.

Por aquel entonces, el capitán Hidalgo acababa, como quien dice, de incorporarse a la unidad. Era muy jovencito, pero no era su primer crimen. Llevaba dos años en esta unidad y este caso, como a toda España, le marcó dada la «brutalidad» con la que se ensañaron los autores. En casi 30 años de carrera profesional reconoce que «es uno de los asesinatos más bestias por la brutalidad que se había empleado para ejecutar a estas chicas, las torturas previas...». Le tocó hacer la inspección ocular cuando encontraron los cuerpos de las jóvenes el 27 de enero en la zona de La Romana (Tous, Valencia). Fue un apicultor quién halló los cadáveres. No estaban siquiera bien enterradas, sobresalía uno de los huesos de la mano de una de las crías.

Hidalgo, hastiado de tanta rumorología que lleva acompañando este caso hasta nuestros días, no tiene duda alguna de que los asesinos «fueron Antonio Anglés y Miquel Ricart y, en mi opinión, algo ayudó uno de los hermanos menores de Anglés: Mauricio, que colaboró llevándoles bocatas e informándoles de lo que se decía cuando desaparecieron las jóvenes..., pero por su edad no se le pudo imputar». Todo lo demás son rumorologías que lo único que han hecho «es hacer más daño si cabe a las familias». Hidalgo recuerda que estos sujetos «eran unos choricillos de la zona, trapicheaban con drogas, estaban siempre enredando con robo de vehículos y demás. Anglés sí que había dado un salto cualitativo unos años atrás, cuando retuvo en contra de su voluntad a una ex novia, a la que esposó y le dio una paliza. Recuerdo que en esa época estaba huido de la justicia, en un permiso no regresó a prisión». Para explicar por qué se pudieron subir las crías a ese maldito coche cuando estaban a tan sólo unos 500 metros de su destino, Hidalgo hace hincapié en que «no eran como los choricillos de la zona, eran chavales en apariencia bien guapetes, arreglados...».

Los agentes hicieron el mismo recorrido que las jóvenes. «Fuimos llamando puerta por puerta». La pista de la señora mayor y el documento hallado a nombre de uno de los hermanos de Anglés, Enrique (que psicológicamente no estaba bien), fueron las pistas principales. «Los nuestros de Valencia nos dijeron que si la familia de Anglés tenía algo que ver, el peligroso era Antonio, dado que otro hermano, Roberto, estaba en prisión».

De hecho, «cuando se entra en la casa familiar de los Anglés se va buscando a Antonio no al hermano (Enrique, cuyo documento sobre la enfermedad venérea que tenía se halló en la zona, pero fuera de la caseta). Antonio no está en la casa ni salta de la casa como se llegó a especular. De hecho, mientras se está allí Anglés llama a la casa, que estaba dividida. Una zona sin suelo y un oasis de limpieza en comparación con la habitación de Kelly, la hermana de Antonio, a la que llama y le deja el siguiente mensaje en el contestador para Ricart: Oye Kelly dile al Rubio que se junte conmigo en tal sitio. Luego el Rubio, que no había recibido ningún mensaje, va a la casa, donde es detenido, luego vinieron Kelly, el novio...».

Ricart nunca confesó, «únicamente reconoció que subió a las niñas al coche y que vio cómo las asesinó Anglés. Él dice que no se atreve, que no llegó a violarlas... pero sí que relata cosas que únicamente puede contar alguien que había estado ahí, como que Anglés intentó rematar a una en la nuca y se le encasquilló la pistola, porque las remataron a tiros... el cartucho percutido fue encontrado en la inspección ocular o que Mauricio les apoyó». Estos detalles fueron fundamentales para que Ricart que «cuando pasaron los hechos tenía pareja y un bebé» fuera condenado a 170 años de prisión. Después, con la aplicación de la doctrina Parot, salió de la cárcel. Lo último que se sabe de él es que este individuo está fuera de España.

Anglés, en cambio, sigue desaparecido desde entonces. La última pista de él se desdibuja. Se cree que se subió a un barco, al City of Plymouth, que «salió de Liverpool con destino a Lisboa, y que hizo parada en Leixoes, Bilbao y Dublín. Yo no lo tengo claro, la verdad, porque se ha basado todo por la declaración de un yonqui, quién sabe si alguien le pagó para que dijera eso». Aunque la investigación la dirigió la Guardia Civil, esa parte la llevó la Policía Nacional, algo que hoy no pasaría. «En el barco iba un polizón, no se sabe sin Anglés u otra persona, escondido en la sala de motores del almacén de Proa. Según la declaración del capitán, se ordenó a la tripulación que aislaran al polizón que se había escondido en el almacén de Proa. Se dijo que se le encerró con cerrojo. Sin embargo, ese individuo, fuera o no Anglés, nunca llegó a puerto. La muerte de Anglés es una conjetura». En concreto, según el documento que nos enseña, el capitán declaró que: «La mañana siguiente hallamos una bolsa en la cubierta de proa y contenía los efectos personales del polizón, también descubrimos que un chaleco salvavidas había desaparecido del barco, no sé de dónde habían cogido el chaleco, pero el barco normalmente tiene 24 chaleco y sólo había 23. Además faltaba una cuerda de popa. Aquella mañana se encontró un chaleco salvavidas en la bahía de Dublín, era del barco...».

Los enseres que se dejó el polizón en el barco eran: «una bolsa, un walkman-compact disc, varios discos, una botella de agua, un mapa mundial, tabletas de proteínas, dos mecheros, cigarrillos, un tubo de pomada», enumera Hidalgo. En este punto, se asombra: «Yo creo que Anglés no fumaba...». Un dato a tener en cuenta, máxime cuando la hermana de Antonio, Kelly, negó que fumase en una carta publicada años atrás. En cualquier caso, lo importante es que nunca se pudo confirmar que subió al barco, si se ahogó o si llegó a puerto, incide el capitán Hidalgo que afirma que el bote salvavidas Géminis del barco también desapareció. De ahí que este individuo siga hoy en busca y captura. «Hoy se podría hacer la prueba de ADN con los enseres que fueron hallados en el barco para poder afirmar si eran o no de Anglés, entonces esa técnica no existía». Le preguntamos qué pasó con dichos enseres, aunque repasa todos los archivos que guarda del caso, no halla respuesta.

Es, junto con la desaparición de Anglés, de los pocos interrogantes que quedan de este caso que tanto marcó a la sociedad española. Hoy, 25 años después, «los ciudadanos siguen denunciando su “avistamiento”». Y no hace falta irse muy atrás en el tiempo. «El pasado 5 de octubre nos llegó una nota desde la oficina de coordinación policial de Barcelona. Un ciudadano denunció haber visto a Anglés en Cataluña. Los Mossos realizaron las gestiones con resultado negativo». Hidalgo recuerda otro aviso en Japón. «Dos ciudadanas españolas que residen en Tokio aseguraron haberle visto en una estación de tren. Lo denunciaron en la Embajada a principios de este año o finales de 2016. Se hicieron investigaciones, pero se descartó». De haber sido creíble se hubieran desplazado. «Hemos ido a Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay, México, EE UU (Miami, en concreto), Brasil (varias veces)....». «En los últimos tres o cuatro años no se ha ido fuera para verificar alguna pista que yo recuerde». Pero a pesar de los esfuerzos, parece como si a Anglés, el que fuera el enemigo público número uno, se le hubiera comido la tierra.

Los protagonistas del caso

Desiré, Miriam y Toñi: violadas y torturadas hasta la muerte

Las niñas, de 14 y 15 años, desaparecieron la noche del viernes 13 de noviembre de 1992 cuando se dirigían haciendo autoestop a una discoteca de la vecina localidad de Picassent, donde se celebraba una fiesta del instituto. Dos meses después, sus cuerpos fueron descubiertos por unos apicultores. El forense constató que habían sido violadas y sometidas a los más horribles suplicios hasta la muerte.

Miguel Ricart, el único condenado por el triple crimen

El único condenado por el triple crimen de Alcàsser continúa en paradero desconocido tras huir del acoso periodístico y de la vigilancia policial tras salir de la cárcel en 2013 gracias a la aplicación de la doctrina Parot. Estuvo 21 años entre rejas cuando tenía una condena de 170 años. Siempre ha defendido su inocencia.

De padre coraje a estafador

Fernando García, padre de Miriam García, pasó de convertirse en un «padre coraje» a ser investigado por malversación y estafa al utilizar ilícitamente fondos de la fundación que creó para investigar el caso. También fue condenado a pagar 14.634 euros de multa e indemnizaciones por 270.000 euros por haber descalificado al fiscal, a los forenses y a cuatro agentes de la Policía en un programa emitido en 1997 mientras se desarrollaba la vista oral contra el autor del crimen.