Accidente de tren en Santiago

A la espera de un cuerpo al que llorar

La Razón
La RazónLa Razón

El ambiente de angustia seguía presente en los rostros de los familiares de los fallecidos que faltaban por identificar. A media tarde, el número de víctimas sin identificar se reducía a tres, siendo uno de ellos tan sólo un bebé, al que se le practicará la prueba de ADN al no contar con el DNI para cotejar las huellas dactilares.

El tiempo transcurre muy lento para las familias, tras cerca de 30 horas sin saber si van a poder enterrar a sus seres queridos. «Nos han dicho que la niña ya estaba identificada y que sólo necesitan practicar pruebas de ADN a su madre». Son los familiares de Lidia Martin, vecina de Ferrol, que sólo esperan poder enterrarla. Viajaba en el fatídico tren junto a su marido, Rafael Recio, y sus dos hijos, niño y niña. La pequeña Daniela tampoco sobrevivió. Tanto su marido como su hijo ya han abandonado el hospital, tenían heridas leves y ahora estaban aguantando uno de los peores tragos: asimilar que había perdido a su mujer y a su niña. La pequeña de dos años no llegó al hospital, la encontraron en las vías del tren y a sus allegados les confirmaron que era Daniela, pero los médicos forenses dudan: «Vamos a tener que practicarles pruebas de ADN a la niña». «Pero si nos confirmaron que era ella», responde con los ojos llorosos la abuela. Las noticias les llega con cuentagotas. «Cada vez va más lento», les dice otra joven que espera noticias. Se mueven confusos en el hall principal del edificio, tienen los ojos temerosos, no saben lo que les pueden contar. Cerca de ellos, un grupo de mujeres conversan en círculo. Son allegadas de Rosalina Inoa, esperan que les confirmen que la joven dominicana está entre las víctimas. «No podemos aguantar más. Es increíble que no nos digan nada y que la prensa diga que está muerta, pero yo no me lo creo». La hermana de la joven no acepta la situación. Se acerca a la familia de Lidia: «¿Os han dicho algo? Yo llevo mucho tiempo esperando y no tengo noticias». Otra voluntaria sale de nuevo. Ha hablado con la Policía Científica: «Necesitamos una dirección en Ferrol para ir a recoger objetos personales de Lidia con los que podamos cotejar el ADN». Los tres familiares se lanzan a darle la dirección. Ella recoge la información y vuelve a desaparecer. «Pobre Rafa, no pueden hacerle esto», comentan. «¿Cuánto tardarán en decirnos algo?», se preguntan entre ellos. «Mucho más no aguantamos».

Además de la joven dominicana y de una mexicana, no se conocían muchas víctimas extranjeras. Ayer se confirmaron los peores augurios para otra familia: en la lista de fallecidos sin identificar también se encontraba un joven de nacionalidad francesa. Las autoridades lo supieron cuando a primera hora de la mañana entraban en el edificio Celsia dos parejas rotas. Una era española, vecinos de Santiago, la otra había viajado desde Francia. Estos últimos buscaban a su hijo, que viajaba en el tren. Se sabe que las dos familias se conocían «de toda la vida y el chico venía Santiago a pasar un tiempo en el hogar de los españoles», comentan fuentes cercanas al Gobierno gallego. Esperan que mañana se complete el análisis forense y la familia pueda llevarse el cuerpo a su lugar de origen. Y es que, «identificarlo ha sido imposible, estaba muy mal». También hay una ciudadana norteamericana: Ana María Córdoba, de 47 años. Estaba de vacaciones. Como explica su padre, Gustavo Ángel, al que le dieron la mala noticia ayer por la tarde, la acompañaban su marido y su hija, que han sobrevivido. El Departamento de Estado norteamericano ya ha avanzado que hay cinco heridos más, entre ellos, un misionero mormón, Stephen Ward. Las víctimas extranjeras aumentan hasta ocho si se cuenta a ciudadanos con doble nacionalidad, española y de México, Argelia, Venezuela y Colombia.