Salud

Anorexia: «Prohibido dejar algo en el plato»

Unidades especializadas buscan recuperar los hábitos alimentarios perdidos por estos enfermos. Realizan las cinco comidas bajo supervisión, tienen temas de conversación prohibidos y la puerta del baño siempre debe estar abierta

Anorexia: «Prohibido dejar algo en el plato»
Anorexia: «Prohibido dejar algo en el plato»larazon

Unidades especializadas buscan recuperar los hábitos alimentarios perdidos por estos enfermos. Realizan las cinco comidas bajo supervisión, tienen temas de conversación prohibidos y la puerta del baño siempre debe estar abierta.

Cada mañana, el equipo de cocina del Hospital Universitario Santa Cristina prepara entre 20 y 25 desayunos muy especiales. No van a las habitaciones de los pacientes ingresados en planta, sino al hospital de día, al comedor terapéutico de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria, ¿Su misión? Que las enfermas – un 95% son mujeres– vuelvan a comer, «queremos que recuperen hábitos saludables, que entiendan cómo debe ser su alimentación, porque muchas de ellas llegan aquí con una lista de alimentos malditos», explica Ascensión González, supervisora de Enfermería de la Unidad, que trabaja codo con codo con el equipo de Nutrición, Almudena Pérez y Lucía Iglesia. «Cuando entran en el programa firman un compromiso de que van a seguirlo, saben que es voluntario, por eso aquí llegan pacientes que admiten la enfermedad que tienen y están en fase de recuperación, no de resistencia», añade González. Están divididas en dos grupos: por las mañanas acuden las que sufren anorexia y por la tarde las que padecen un trastorno por atracón o bulimia. Eso sí, las bandejas de todas ellas son iguales: mismas cantidades y alimentos.

Las nutricionistas son las que hacen el primer análisis nutricional de las paciente. «No sólo valoramos su estado, sino también sus antecedentes personales, que pueden haber sido determinantes para que se iniciara la enfermedad. Es una labor conjunta entre Enfermería, Nutrición, Psiquiatría, Terapia Ocupacional y Psicología», explica Pérez.

La estancia media en este hospital de día es de seis meses, «aunque hemos tenido algún caso de más de dos años», apunta Iglesia, que busca desmitificar el trabajo que se hace en su comedor: «No somos como una granja que busca engordar pollos, hacemos terapia a través de la comida».

Las pacientes que entran en este programa «están obligados a hacer las comidas que les tocan y no pueden dejar nada en el plato», explican las nutricionistas. Si no cumplen, se considera una falta y, una acumulación de éstas pueden llevarlas a abandonar el programa. «Por eso no pueden participar enfermas que todavía estén en una actitud de resistencia. Lo adecuado es que ya estén en un momento de cambio», añade la supervisora de Enfermería. Buscan normalizar la comida y recuperar un estado de salud. «Queremos alcanzar la ‘‘normonutrición’’», apunta Iglesia.

¿Cómo conseguir que una persona que sólo come una manzana al día recupere el hábito de comer tres platos e mediodía? «Los que llegan con anorexia desayunan aquí, toman un tentempié a media mañana y la comida, todo ello intentando desmitificar muchas ideas que traen con ellas, como listas de alimentos odiados. En el turno de tarde meriendan y cenan», explican las expertas. Son grupos de unas 25 personas que se dividen en dos comedores. «Buscamos las que tienen más afinidad y pueden ayudarse para ponerlas juntas».

Antes de entrar a desayunar a las 9:30 horas, se reúnen con el equipo de psiquiatría para hacer lo que llaman el «Buenos Días», es un momento para desahogarse, «para que expliquen cómo se sienten, cómo llevan el tratamiento... Y que no trasladen todas estas sensaciones a la mesa, a la comida». Antes de entrar a comer pueden pasar al baño, pero no después. «Esto se controla especialmente por las tardes, para las pacientes bulímicas. Pueden ir a lavarse los dientes, pero siempre dejando la puerta abierta». Una vez se sientan, «tienen 30 minutos para terminar la bandeja», mientras cumplen una serie de normas como: no esconder alimentos, , no mover el cacao o pelar la fruta en exceso. También vigilan los temas de conversación que se tratan en la mesa. «Contamos con la ayuda de dos supervisoras que regulan lo que ocurre en la mesa y crean un ambiente seguro. No pueden hablar de temas relacionados con la imagen, ni de emociones porque lo terminan relacionando con la comida», sostiene Pérez.

A media mañana, alrededor de las 11:45, llega el momento de la elección: deben escoger entre un cereal, un lácteo o una fruta. «Es una manera de ponerlas a prueba y saber si eligen de forma equilibrada». Las que van por la tarde pasan por el mismo proceso en la merienda. Así, poco a poco, vuelven a ver la comida como un aliado y no como el enemigo. «Una vez terminan su estancia aquí, acuden a consultas postalta durante un tiempo para reafirmar que los hábitos que han adquirido aquí los han trasladado a su día a día», recalca Enrique Guerra, psiquiatra y coordinador de la Unidad.

En este abordaje frente a la anorexia no entran todas las pacientes, es por eso que la Clínica de Trastornos de Conducta Alimentarias del Hospital Gregorio Marañón recibe cada semana un nuevo caso. Desde que la abrieron en 2008, «nos llegan los casos más graves de Madrid. Todos adultos y ahora mismo tenemos alguno de 70 años», explica Francisco Ferre, jefe del Servicio de Psiquiatría.

Ignacio Basurte, coordinador de la Clínica, inicia el proceso rehabilitador de la paciente. «Buscamos hacer un tratamiento integral que no sólo haga una valoración nutricional, sino también de su función ejecutiva, si existe ansiedad, depresión...». Cada caso es único, pero si que, en los últimos años han percibido que las modas de las dietas pueden ser el origen de muchos trastornos. «Nos llegan chicas veganas, vegetarianas, ovo lacto vegetariano... Son sus primeras restricciones».

María, de 25 años, fue una de las pacientes que pasó por la Clínica. Pasó de pesar 110 kilos a sólo 42 en siete meses. Tenía 19 años. Explica a LA RAZÓN que «empecé diciendo: ‘‘¡Ya no tomo más coca cola!’’» y así arrancó su carrera contra los kilos y contra sí misma. Era capaz de «comer algo, vomitarlo, ir al gimnasio, comer una manzana, vomitarla y volver a hacer deporte», todos ello acompañado de varios mareos. Ahora recuperada, además de Basurte, a María también le ayudó mucho la enfermera de la Clínica, Mariella Pareja, que guía a las chicos con la ayuda de la Unidad de Nutrición.