Brote de difteria

Antivacunas, la superstición lleva a la muerte

Antivacunas, la superstición lleva a la muerte
Antivacunas, la superstición lleva a la muertelarazon

Insisten en que se podría haber contagiado igualmente si hubiese recibido la profilaxis correspondiente.

Muchos se acordaron ayer, al conocer la muerte del niño de Olot contagiado de difteria, de los movimientos antivacunas de nuestro país. Se puso de manifiesto en las redes sociales, la plaza pública de hoy. Ellos, representados fundamentalmente por la Liga para la Libertad de Vacunación, mantuvieron ayer silencio –no hicieron comunicado alguno ni contestaron a los requerimientos de este periódico–, aunque mantienen en su página web todos los documentos que han ido publicando en el último mes y en los que insisten en que el pequeño Pau se podría haber contagiado igualmente con las vacunas. En concreto, afirman en uno de los textos que «la aparición de una persona afectada de difteria no significa que estemos en epidemia y que la vacuna resuelva la situación, sino que estamos actualmente viviendo una infección que no se presentaba desde hace tres décadas».

Pero van más allá, pues afirman que la erradicación de enfermedades como la difteria no se debe a la aplicación de profilaxis: «Tanto la introducción de la vacuna en 1950 como la vacunación masiva se atribuyeron el éxito en la remisión de la epidemia. Sin embargo, las estadísticas muestran que la epidemia de difteria había ya remitido sin la vacuna: las condiciones de vida a lo largo del siglo XX y XXI hicieron posible este cambio en la mortalidad y morbilidad de la difteria».

Este primer comunicado fue suave en comparación con el siguiente, de cuatro páginas y en catalán, en el que acusan a las autoridades sanitarias de ocultar al menos cinco casos de difteria en los años 90 porque los que la habrían contraído «estaban vacunados y no convenía decirlo para hacer creer que la vacuna es efectiva. El primer niño no vacunado que tiene difteria se publica y se convierte en una noticia de alcance mundial». Si nos remontamos al año 2010, en un boletín de la LVL se afirmaba que el riesgo de contrar difteria en España «era prácticamente inexistente, ya que no se habían notificado casos en las últimas décadas».

En cualquier caso, cabe destacar, volviendo al segundo comunicado de este mes, que se titula «El caso del niño de Olot con difteria», que las opiniones están basadas, dicen, «en el razonamiento y sentido común» y no en un método cien por cien científico. Por ejemplo, lo utilizan para denunciar «el dogmatismo de algunos resultados de las autoridades sanitarias que están lejos de ser demostrados y que ponen en peligro muchas vidas». «Existe mucha documentación, estudios de todo tipo que vienen a demostrar que las vacunas son peligrosas. Los fabricantes –y las revistas médicas subvencionadas por éstos– lo niegan».

El comunicado concluye ofreciendo las conclusiones de un estudio independiente sobre la vacuna de la difteria, que sostiene que de cada dos millones de profilaxis, un niño muere y sufre lesiones neurológicas. Algo que le lleva a concluir que «si bien desde 1987, oficialmente sólo tendíamos un caso de difteria, habrían muerto 24 niños y entre 4.700 y 47.600 habrían sufrido efectos secundarios».

Éstas son las tesis que sigue manteniendo la Liga por la Vacunación Libre con sus casi 900 socios, un actitud que consiste en negar los beneficios de las vacunas y que ve una especie de conspiración entre gobiernos y laboratorios para enriquecerse a cosa de la salud de los demás. Una de las caras mediáticas que sostiene estas tesis es la monja exclaustrada Teresa Forcades, aunque el médico que lidera en España el movimiento es Xavier Uriarte, «médico naturista» con consulta privada de terapias alternativas y naturales y presidente de la citada Liga. También escritor, recorre España exponiendo sus ideas fundamentalmente a personas contrarias a las vacunas en reuniones en las que le aplauden y jalean, y durante las que se atreve a decir que «el gran fenómeno, actualmente, es que ojalá desaparezca la ciencia».

Estas opiniones se ven perfectamente plasmadas tanto en la página web como en redes sociales de la Liga por la Vacunación Libre. En éstas sólo se da cuenta de artículos y estudios en los que las tesis que defienden aparecen referendades. De hecho, uno de los resúmenes de prensa que incluyen ante el caso del pequeño de Olot solamente siguen una dirección: contra las vacunas, que consideran «una agresión a la especie».

Con todo, estos grupos siguen animando en la red a los padres que no vacunan a sus hijos a que se mantengan firmes en su decisión, al tiempo que se abre un debate sobre la difusión de determinados contenidos que pueden contribuir a la confusión de la población.