Espacio

Al espacio en globo

Una empresa española ha construido la primera cápsula que, guiada por una vela, alcanzará la estratosfera y permitirá a sus pasajeros observar la curvatura de la Tierra

Al espacio en globo
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La delgada línea azul que protege la Tierra es la responsable de que tome el nombre de Planeta Azul. Esa misma línea, compuesta por agua, dióxido de carbono y oxígeno, es una de las responsables de la creación de vida.

La delgada línea azul que protege la Tierra es la responsable de que tome el nombre de Planeta Azul. Esa misma línea, compuesta por agua, dióxido de carbono y oxígeno, es una de las responsables de la creación de vida. También es nuestro horizonte, el límite que nos separa del resto de la Vía Láctea. Así, superarla se ha convertido en un reto para algunos como Felix Baumgartner, que rozó los 39 km de altitud con un salto único, y el sueño de muchos que ven en el espacio el futuro del turismo y de la exploración. Al margen de las misiones que promueven las agencias oficiales, la empresa privada también se está poniendo las pilas para emprender en un negocio nuevo y con futuro. Pedro Duque, el astronauta de referencia de los españoles, lo confirmó en la pasada edición de Fitur: «En Europa hay una industria capaz de construir módulos donde puede vivir gente», sugirió durante una charla.

A pesar de sonar utópico y de que hablar de turismo espacial en presente puede despertar ciertos recelos, en España, un joven ingeniero ha apostado por el viaje a la estratosfera como producto de futuro. Eso sí, en lugar de la nave que nos viene a la cabeza, su modo de transporte es un globo. Se llama Bloon. «Lo que ofrezco es una visión única de la Tierra, es ver el amanecer al borde del espacio desde donde puedes vislumbrar la curvatura perfecta de nuestro planeta», explica José Mariano López Urdiales, consejero delegado de Zero2infinity, la empresa que trabaja en el desarrollo de un globo capaz de transportar a cuatro personas «por encima del 99,5 por ciento de la masa de la atmósfera, a 36 kilómetros de altitud», explica. En 2009, comenzaron a realizar las primeras pruebas y a idear lo que López Urdiales pretende que sea «un sueño único». Aunque aún están en proceso de certificación, lo cierto es que la NASA se ha interesado por su proyecto y «podríamos convertirnos, en los próximos años, en uno de sus proveedores», recalca. Y es que la agencia norteamericana, entre sus muchas misiones, también trabaja con globos, sobre todo para evaluar la situación de nuestra atmósfera y la de zonas de la Tierra especialmente amenazadas como la Antártida, donde analizan cómo afectan los rayos cósmicos. «Los globos son los únicos aparatos que permanecen volando más de un mes y pueden aportar datos de forma continua», explica Vernon Jones, uno de los científicos de la NASA que trabaja en este programa.

Al margen de alguna aventura científica, la propuesta del ingeniero catalán es única y, por ahora, sólo asequible para unos pocos afortunados. El billete por un vuelo de más de cinco horas –incluyendo el despegue y el aterrizaje– cuesta 110.000 euros, aunque «para reservar tu plaza sólo necesitas pagar 10.000 euros». López Urdiales comprende que el precio es desorbitado, pero, «aunque las tecnologías de base se abaratan cada dos años, no vemos que el viaje espacial también lo haga. Aún es muy comercial». Por ello, para poner en marcha el proyecto, el joven cuenta con la ayuda de La Caixa, «que nos ha capitalizado» y de Ultramagic, el segundo fabricante de globos del mundo.

Una de las diferencias más importantes con respecto a otro modelo de turismo espacial como el que promueven empresas como Virgin Galactic o Space-X es que los futuros turistas no tendrán que realizar ningún entrenamiento previo gracias al diseño de la cápsula, que cuenta con dos grandes ventanales desde los que se pueden ver cada uno de los pasos del globo. «Cuando alcancemos los 32 kilómetros de altitud, la forma de la Península Ibérica se perfila perfectamente». La experiencia se compone de siete pasos que abarcan desde la preparación hasta el aterrizaje. El lanzamiento apenas dura diez minutos, mientras que el ascenso y el crucero se extienden a lo largo de tres horas. Es durante esta fase cuando el viajero podrá disfrutar de las actividades que él haya escogido previamente. «Nuestros vuelos serán privados y a medida, por eso podemos ofrecer la posibilidad de volar acompañado de un astronauta en activo o disfrutar de un menú creado por un cocinero Michelin», asegura su principal impulsor.

Dos minutos sin gravedad

El descenso se alarga durante 60 minutos y se realiza soltando el helio del globo para dirigir el aparato hacia la zona predefinida para su aterrizaje. Una vez encaminado, la cápsula se separa de la vela –que se recuperará y reciclará posteriormente– y se abre el paracaídas. En este punto, los pasajeros, durante dos minutos, permanecerán en zona cero y sentirán la ingravidez. El aterrizaje, el último obstáculo antes de tocar tierra, se realiza en 10 minutos.

López Urdiales afirma que el primer vuelo tripulado «esperamos que se ejecute a final de este año, aunque aún estamos buscando un sitio fijo desde el que operar». Por ahora, en las pruebas que se han realizado, el único pasajero ha sido un androide llamado Ironman que realizaba diversas mediciones. En lo que se refiere a su ubicación, las vuelos en prácticas se han ejecutando desde la base Virgen del Camino, en León, aunque su intención es usar un aeropuerto comercial para poner en marcha su proyecto. «En España no faltan aeropuertos vacíos. El de Córdoba o el de Ciudad Real no nos vendrían mal por su ubicación, aunque ya nos han llegado ofertas para que montemos una base en Singapur. Aún así, nuestros primeros vuelos saldrán de España».

Un aeróstato casero

Más de 40 profesores andaluces de la asignatura de Tecnología salieron ayer a las calles de Córdoba para reclamar, de una forma particular, más importancia para su materia. Además de robots y experimentos científicos, un grupo de alumnos crearon un globo para lanzarlo a la estratosfera. «Han tardado un mes y medio en construirlo. Mide tres metros de diámetros y lleva una caja con un termómetro para medir la temperatura que alcanzará a 40 km de altitud y un móvil para localizarlo cuando caiga. La Guardia Civil nos ayuda a rastrearlo», afirma Vicente Marqués, uno de los docentes responsables.