Ciencias humanas

Crean el primer embrión artificial de la historia

Está compuesto por células de ratones, lo que podría servir para evitar el uso de embriones humanos para la investigación.

A la izquierda, el embrión con células madre a las 96 horas; a la derecha, el embrión in vitro a las 48 horas
A la izquierda, el embrión con células madre a las 96 horas; a la derecha, el embrión in vitro a las 48 horaslarazon

Está compuesto por células de ratones, lo que podría servir para evitar el uso de embriones humanos para la investigación.

Es el primer embrión artificial de la historia. Así lo han anunciado los científicos de la Universidad de Cambridge que han sido capaces de crear en el laboratorio una estructura similar a un embrión de ratón a partir del uso de células madre adultas y con la ayuda de un andamio polimérico 3D. Una especie de modelo a escala de los embriones de verdad. El logro puede tener importantes implicaciones en el futuro de la investigación ya que ofrece la posibilidad de entender mejor cómo se desarrollan las células embrionarias y de investigar sobre ellas sin necesidad de acudir a embriones humanos.

El nuevo embrión artificial es producto de un exhaustivo conocimiento del modo en el que crecen y se desarrollan los embriones naturales. Cuando un óvulo de un mamífero es fertilizado por una célula espermática comienza a dividirse para generar el saco de células que conforman el embrión. Las llamadas células madre embrionarias se agolpan en una región, el conjunto que ya ha adquirido categoría de blastocisto. Pero hay otras familias celulares en juego en esa fase del proceso. Se conoce como trofoblasto a una capa celular externa al embrión que tiene la función de nutrirlo. Otro grupo de células se encarga de componer el saco vitelino donde en el futuro los órganos que empiecen a formarse tendrán un cobijo seguro.

Hasta ahora se había intentado crear en laboratorio estructuras similares a embriones utilizando solo el primer tipo de células, las células madre embrionarias. Pero los intentos no tuvieron éxito. Al parecer, para la formación de esta estructura natural tan compleja es fundamental la interacción entre todas las familias celulares.

El trabajo de Cambridge consiste en la manipulación genética de células embrionarias y de células del trofoblasto para hacerlas anidar en una matriz extracelular, lo que los técnicos en ingeniería de tejidos llaman un andamio 3d o un cultivo celular, es decir, un ambiente apropiado para que las células se desarrollen como si se encontraran en su escenario natural.

En ese nuevo espacio, los dos tipos de células comenzaron a interactuar y se organizaron en una posición idéntica a la que ocupan en el embrión real. De algún modo, en el embrión son las propias células las que se dicen unas a otras qué lugar deben ocupar.

A partir de ese momento, el nuevo pseudoembrión comenzó a desarrollarse de manera muy parecida a como lo haría un embrión real de ratón. Las células madre se autoorganizaron y el resto comenzó a formar una línea de trofoblasto e incluso empezó a desarrollarse una cavidad que podría ser precursora de un futuro líquido amniótico

Evidentemente, aunque el comportamiento de este cultivo se asemeja al de un embrión en sus primeras fases, es imposible que se desarrolle hacia estados más maduros. Para ello sería necesario introducir el tercer tipo de células que generan el saco vitelino y la alimentación del organismo. No se generan vasos ni placenta.

La intención de este trabajo es conseguir un entorno en el que se pueda investigar cómo reacciona un embrión. Por ejemplo, para mejoras las técnica de terapia genética o para estudiar las probabilidades de que un feto se desarrolle de manera correcta. De ese modo, se evita el uso de embriones humanos en investigación, generalmente obtenidos de embriones desechados en las clínicas de fertilidad y que suponen una de las mayores pegas éticas al desarrollo de líneas de investigación en biología molecular.

En estos nuevos entornos virtuales se podrían imitar prácticamente todos los procesos que ocurren en los primeros 14 días de desarrollo y detectar qué fallos pueden producirse en esa fase capaces de provocar enfermedades futuras.