Astronomía

El cazador de exoplanetas

No es astrofísico, pero la NASA cuenta con él. Ramón Naves ha detectado un centenar de cometas sin salir de casa.

Ramón Naves, junto al telescopio que tiene instalado en su tejado
Ramón Naves, junto al telescopio que tiene instalado en su tejadolarazon

No es astrofísico, pero la NASA cuenta con él. Ramón Naves ha detectado un centenar de cometas sin salir de casa.

Son más de un centenar. La mayoría no son astrofísicos, pero, en los últimos años, se han convertido en los mayores aliados de la NASA y de la Universidad de Harvard. «Soy autodidacta. Todo lo aprendí por mi cuenta, con los años. Gracias a revistas internacionales y leyendo mucho, vas cogiendo cosillas de aquí y de allá», dice con humildad Ramón Naves, astrónomo aficionado.

Su casa en Cabrils, a 40 minutos de Barcelona, también es un observatorio. «Hice un agujero en el tejado de un metro de ancho por metro y medio de largo y por ahí saco el telescopio por encima del tejado». Esa maniobra la realiza «siempre que está despejado». Y lo deja conectado a una cámara toda la noche. Programa los dos instrumentos para que vayan captando imágenes del cosmos que más tarde analiza.

«Me gusta todo lo relacionado con las estrellas desde que iba a la escuela, pero siempre tuve claro que iba a seguir con el negocio familiar. Mirar a cielo se convirtió en mi mayor afición». Ramón es calderero, trabaja en el negocio familiar que se fundó en 1933 y él, junto a su hermano, siguen la estela de su padre. «Para mí llegar a casa y subirme con mi telescopio es mi yoga, mi momento de meditación, de quitarme los malos rollos». Despliega su instrumental pasadas las siete de la tarde y hasta las doce de la noche observa. Se va a la cama expectante con los datos nuevos que puede tener al día siguiente, «si las nubes no asoman», claro. Pero su trabajo no es sólo para uso personal. En los 17 años que lleva analizando el universo, «he descubierto unos 500 cometas». Es lo que más le gusta observar.

En el año 2000 obtuvo el certificado oficial de «Observatorio», lo que le permite trasladar los datos que obtienen a diferentes universidades y agencias oficiales. «Todo lo que registro que creo que puede ser de interés, sobre todo cometas y meteoritos –aunque estos los observa menos– lo mandamos a Harvard para que ellos, con nuestros datos, puedan calcular la órbita de cada objeto». Pero no es el único, «en España hay mucha afición a la observación y un tercio de los cometas se descubren en la Península». Ramón reconoce tener «parte de culpa» en la proliferación de aficionados españoles: «Creamos un grupo y explicamos cómo se puede conseguir el certificado para convertirse en observatorio oficial. Los que antes sólo hacían fotos bonitas del cielo, ahora miden órbitas y datos».

Después de tanto años, ahora Ramón tiene una nueva ambición: localizar exoplanetas. Una tarea mucho más difícil para un aficionado, ya que la sensibilidad de sus telescopios quedan muy lejos del Hubble o del que da nombre al último gran descubrimiento, el Trappist (Telescopio Pequeño para Planetas y Planetesimales en Tránsito, en sus siglas en inglés) que se encuentra en el desierto de Atacama, en Chile. Una tecnología no apta para amateurs. «Estos astros que están fuera de nuestro Sistema Solar se descubren a base de fuerza bruta. De hacer miles de fotos con un aparato más pequeño que el mío, pero que abarca más campo». Nada más anunciar la NASA el descubrimiento, Ramón intentó ver el sistema Trappist-1 desde su observatorio, pero no lo logró. «Sólo pude apreciar la estrella alrededor de la que orbitan los planetas». No debemos olvidar que estos siete planetas se encuentran a más de 40 millones de años de la Tierra. «Su brillo, al ser una enana, es demasiado débil como para poder extraer más información desde el tejado de mi casa», añade.

Eso sí, el telescopio de Cabrils sí que ha aportado importantes datos sobre otro exoplaneta, el que gira alrededor de la estrella Wasp33, más caliente y masiva que el Sol y está a 378 años luz de la constelación de Andrómeda. Sus observaciones se publicaron en «Astronomy&Astrophysics» en 2011. Gracias a las imágenes que captó, fue el primero en observar que esta estrella no era como cualquiera, si no que se inflaba y desinflaba. Lo que determinaron los datos de Ramón es que estas «pulsaciones» podían estar provocadas por el planeta gigante que la orbita, del mismo modo que la Luna marca las mareas de la Tierra. «Cuando aprecié que en la curva de luz aparecían jorobas me sorprendió y hablé con unos jóvenes astrofísicos que supieron identificar el fenómeno».

Uno de ellos es Ignasi Ribas, experto en exoplanetas. Después de esta experiencia, Ramón no pierde la esperanza de encontrar uno de estos planetas tan alejados de nuestro sistema, pero mientras tanto, sigue aportando datos de los elementos que se aproximan a la Tierra. Aunque está centrado en localizar cometas, de vez en cuando capta algún asteroide. «He podido detectar cerca de un centenar. Sobre todo buscamos los peligros, los que pueden hacernos daño. Porque, por estadística, sabemos que eso pasará, que alguno de esos grandes meteoros choque contra la Tierra. Puede pasar mañana o en 100.000 años». Por el momento, los cálculos que hacen son a 50 o 100 años vista. Pero, ¿quién sabe si aparece, de repente, uno nuevo de improviso? Para eso están muchos de los astrónomos amateur españoles. Son los guardianes del espacio.