Eclipse de Sol

Se apaga el Sol (otra vez)

¿Por qué un eclipse «normalito» se ha convertido en un acontecimiento mundial? Aunque en España apenas será perceptible, el hecho de que se vea con total claridad en el todopoderoso EE UU, algo que no ocurría desde 1918, ha desatado la locura. La NASA lo emitirá en directo a través de dos aeronaves

Se apaga el Sol (otra vez)
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Si el eclipse total de Sol que recorrerá una parte del mundo hubiera transcurrido por las costas de África, en Australia o en la atribulada Europa, mismamente, no tendría quizás la repercusión que va a tener en unas horas.

Si el eclipse total de Sol que recorrerá una parte del mundo hubiera transcurrido por las costas de África, en Australia o en la atribulada Europa, mismamente, no tendría quizás la repercusión que va a tener en unas horas. Pero transitará los Estados Unidos y allí, el altavoz todopoderoso de los medios locales que son globales lo ha convertido en uno de los acontecimientos astronómicos más esperados. Ya estamos preparándonos para los cientos de miles de fotos, millones de comentarios, decenas de horas de emisiones televisivas y cataratas de curiosidades científicas.

¿Tiene de verdad algo de especial el eclipse, entonces? Aunque algunos medios lo han llamado «el gran eclipse del siglo», en realidad no será el único observable en este siglo ni el mejor. No parece presentar ninguna rareza respecto a otros eclipses totales de Sol. Pero sí es el primero que se verá con tanta claridad de costa a costa de Estados Unidos y parte de Canadá desde 1918. Para los norteamericanos sí es un acontecimiento del siglo. Para parte de los habitantes de México, algunas islas del Caribe y la región norte de Suramérica, también. Pero en latitudes más meridionales, como Argentina, el suceso es menos llamativo: al sur se vivirán dos eclipses espectaculares dentro de poco. En 2019 y en 2020.

Así las cosas, la todopoderosa NASA transmitirá el evento en vivo, lo que significa que medio mundo estará atento a las pantallas. Dos aeronaves de la agencia americana del espacio entrarán en la sombra proyectada por la Luna sobre la Tierra y la seguirán durante todo su trayecto. Volarán a 15.000 metros de altura y viajarán siguiendo la trayectoria del haz de oscuridad arrojada por el eclipse. Eso permitirá una observación continuada durante tres veces más tiempo del que podría dedicarle un aparato de observación en tierra. Cada nave contará con dos telescopios con los que se pretende obtener imágenes nunca vistas de un acontecimiento como éste. Por ejemplo, las fotos más claras jamás captadas de la atmósfera externa del Sol o las primeras imágenes térmicas de Mercurio. Y es que un eclipse, desde tiempos inmemoriales, es una oportunidad única para observar algunos acontecimientos celestes difíciles de ver en otras circunstancias. Como cuando atenuamos la luz de la habitación y podemos ver entonces las manchas en la pared que hay justo detrás de la bombilla (antes la luz nos cegaba), cuando la Luna «apaga» momentáneamente la luz cegadora del Sol aparecen algunos fenómenos que normalmente están velados por los potentes rayos del astro Rey. Entre otras cosas, podemos mirarlo directamente (con aparatos especiales de medición) y descubrir algunas características de su periferia, conocida como corona solar.

La corona solar es un tesoro para la ciencia. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad sólo hemos podido tener constancia de ella durante los eclipses. En el año 71 antes de Cristo el mismísimo Plutarco describió la presencia de un halo plateado alrededor del Sol cuando se oscurecía. Y en 1605 Johannes Kepler analizó por primera vez ese halo como una an anillo coronal visto al telescopio.

Pero todos los astrónomos pensaron que no era más que un brillo como el que desprenden los metales pulidos a la luz de las velas... hasta que durante los eclipses de 1868 y 1869 se pudo detectar, por primera vez, que ese halo es en realidad algo material, es una emisión de átomos, un velo real que rodea el Sol que solo vemos cuando la Luna se pone delante y nos da sombra. Hoy sabemos que está compuesto de hidrógeno, helio y algunos otros elementos en menor cantidad. Y sabemos aún más cosas de él. La corona solar, en un estado de la materia que llamamos plasma, palpita a cientos de miles de grados de temperatura esculpida por las fuerzas de dinamo del interior del astro. Forma bucles, erupciones, geiseres... espectaculares formaciones escultóricas al ritmo del ciclo de vida del Sol. Y eyecta partículas a todo el vecindario. De hecho, llegan a la Tierra donde son capturadas por nuestros escudos protectores magnéticos. En cierto sentido, podemos decir que la propia Tierra está sutilmente envuelta por el manto de la corona solar, bañada por el perfume de sus átomos. Así que cuando miramos un eclipse con un telescopio y observamos la pequeña franja de la corona en realidad estamos analizando el lugar donde nace el velo que aroma de nuestro hogar cósmico.

Ya solo por eso, merece la pena que existan los eclipses. Algo que por cierto puede que deje de ocurrir algún día.

Los astronautas de las naves Apolo dejaron en la Luna un equipo de espejos especiales hacia los que se emite periódicamente una luz láser. De ese modo, se mide la distancia entre la Tierra y nuestro satélite. Y gracias a ellos sabemos que la Luna se aleja de nosotros unos 4 centímetros al año. A ese ritmo, algún día el satélite estará tan lejos que se verá demasiado pequeño como para tapar la luz del Sol. Ese día dejarán de existir eclipses totales para siempre. Según los cálculos eso ocurrirá dentro de 420 millones de años. Parece que aún podremos disfrutar de estos acontecimientos pero, por si acaso, la Agencia Europea del Espacio ya tiene en marcha un plan B. Se trata de la misión Proba-3 que pretende colocar en órbita dos satélites que hagan las funciones de una pequeña Luna y una pequeña Tierra alrededor del Sol. Uno de ellos (la falsa Luna) arrojará sombra sobre el otro (la falsa Tierra) en el que se habrá instalado un telescopio. De ese modo se podrá observar la misteriosa corona solar siempre que se quiera, sin tener que esperar a que la casualidad orbital depare un nuevo eclipse... o sin temer que estos desaparezcan para siempre.

Así que ya ven: puede que el acontecimiento de mañana no sea tan especial. Pero al menos nos dará oportunidad de contar algunas de estas curiosidades con las que la ciencia siempre nos sorprende.