Vacunas

Vuelven las viejas enfermedades

Sarampión, polio o tuberculosis son males que creíamos olvidados pero, a pesar de las campañas de prevención, han «resucitado» en diferentes países. La influencia de los grupos antivacunas pone en peligro los avances del último siglo

Dos siglos de avances. Desde los inicios de 1900 cuando se empezaron a probar las primeras vacunas contra la polio y la tosferina, los avances no se han detenido. En 1962 se desarrolló la primera vacuna contra el sarampión. En la imagen se muestra una revisión pediátrica en Madrid, en 1941
Dos siglos de avances. Desde los inicios de 1900 cuando se empezaron a probar las primeras vacunas contra la polio y la tosferina, los avances no se han detenido. En 1962 se desarrolló la primera vacuna contra el sarampión. En la imagen se muestra una revisión pediátrica en Madrid, en 1941larazon

Sarampión, polio o tuberculosis son males que creíamos olvidados pero, a pesar de las campañas de prevención, han «resucitado» en diferentes países. La influencia de los grupos antivacunas pone en peligro los avances del último siglo

Desde el 1 al 28 de enero de este año, 23 personas de seis estados diferentes de Estados Unidos (California, Colorado, Nueva Jersey, Nueva York y Pennsylvania) acudieron al médico infectadas por sarampión. De seguir esta progresión, es posible que a finales de año el país contabilice cuatro veces más casos de esta enfermedad que los que se registraron en 2016. Un año antes, 100 niños se contagiaron a partir de un repentino brote del mal originado en el parque Disneyland de Orlando. Entonces se produjo la primera muerte por sarampión en el país desde hacía más de 10 años. En Reino Unido, las autoridades sanitarias lanzaron la voz de alerta a mediados del año pasado cuando en menos de dos semanas se reportaron más de 20 casos de la enfermedad en Londres, Cambridge, Essex y Hertforshire.

A día de hoy, en Rumanía se han contabilizado 2.200 casos de sarampión entre la población infantil en un brote que comenzó en enero de 2016. Trece niños han muerto por su culpa en lo que va de 2017.

Según la Agencia de Salud Pública catalana, 12 adultos del área metropolitana de Barcelona se encuentran contagiados por sarampión. La evolución de los pacientes es favorable y no han requerido hospitalización. El brote surgió a principios de febrero, posiblemente a partir del contagio de un viajero procedente de China.

A la luz de estas noticias, parece absurdo decir lo que a continuación usted va a leer: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sarampión es una enfermedad erradicada en el continente americano desde 2016 y debería haber estado también erradicada de Europa en 2015. ¿Está regresando una enfermedad que creíamos olvidada?

El pasado 8 de febrero se informó en Afganistán del primer caso de parálisis flácida registrado este año en el mundo como consecuencia de una infección por el virus de la poliomielitis. Algunas muestras de sangre de varios pacientes dieron positivo para este virus unas semanas antes en Pakistán. Nigeria, Laos, Chad y Guinea están siendo especialmente monitorizadas por la OMS tras el avance en los últimos dos años de este mal que en teoría debía estar erradicado. Algunos de los casos registrados corresponden al tipo de poliovirus 2 originado por el uso de la propia vacuna contra el mal. Pero la mayoría ataca a personas no vacunadas.

Hay más. El Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades alertó a finales del año pasado de que «a pesar del notable progreso realizado en la última década en el tratamiento de la tuberculosis, el mal sigue siendo un problema serio de salud pública para muchos países del viejo continente. De hecho, el aumento de casos de tuberculosis, en especial de su variante multirresistente, fuera de Europa pone en aprieto a los sistemas sanitarios de la UE». En España se siguen registrando cerca de 10 casos por cada 100.000 habitantes, algo menos de la media europea (13 casos por cada 100.000 habitantes). Aún así, el deseo de eliminar la enfermedad en 2014 ya es un objetivo fallido.

¿Qué está ocurriendo para que parezcan rebrotar estos males? En el caso del sarampión y la polio la razón parece obvia: la penetración de las vacunas está descendiendo peligrosamente. Basta echar un vistazo a los datos del Proyecto Confianza en las Vacunas que emite la London School of Hygiene and Tropical Medicine. Europa es una de las regiones del planeta donde más desciende la confianza en los sistemas de vacunación por parte de la ciudadanía. Hay países como Francia donde el 41% de las personas encuestadas declara creer que las vacunas contra el sarampión o la polio son inseguras para los niños. En Bosnia Herzegovina opina lo mismo el 36%. A nivel mundial, un 12% de los padres decide no vacunar voluntariamente a sus hijos. Como resultado, cada vez más países se encuentran por debajo de los índices de vacunación necesarios para lograr la inmunización de rebaño (es decir, el número mínimo de personas vacunadas para que una comunidad alcance un grado suficiente de satisfacción). En Europa, ese umbral se encuentra en el 95 % de los niños. Para el caso de la segunda dosis de la vacuna contra el sarampión, España lo alcanzó a duras penas en 2015 (de hecho entre 2010 y 2014 se vacunó menos del 94% de la población infantil). En nuestro país, sin embargo, solo el 9% de los encuestados se declara «antivacunas». Francia, Italia, Dinamarca... son países que no llegan ni de lejos a ese umbral mínimo en la dosis de recuerdo. Sólo el 47% de los menores franceses, por ejemplo, se revacunan contra el sarampión.

España parece libre del azote de los movimientos antivacuna. De hecho, en nuestro país los casos de sarampión que se han registrado desde 2014 tienen más que ver con la exclusión social de algunos pacientes que con una decisión voluntaria de no inmunizar a los hijos. Pero el descenso de las políticas preventivas en nuestro entorno nos pone en aprietos. La amenaza de infecciones importadas de países donde la vacunación flaquea es creciente. Alemania es el país de Europa donde se ha producido el brote de sarampión más grave de los últimos tres años. (2.465 casos en 2015). De hecho, nuestro continente se puede convertir pronto en exportador de la enfermedad. La globalización permite que los virus no respeten muros ni fronteras. El director del programa de vacunas del Ministerio de Sanidad de El Salvador declaró hace unos meses que «Europa nos está enviando el sarampión a casa». El país centroamericano había erradicado el mal en 2016. Somos nosotros los que, ahora, enviamos virus a otros continentes.

La vacuna del sarampión fue inventada en los años 60 del siglo pasado. Para 1989 estaba ampliamente aceptada en todo el mundo. La OMS soñaba con declarar erradicado el mal en 2015. Los planes, ahora, se han pospuesto. Parece difícil que en 2020 podamos anunciar que el viejo y persistente virus que marcó nuestras biografías infantiles haya desaparecido del planeta.

Los males sin papeles

Desde 2011 a nuestros días, en España se ha registrado una media de 1.500 casos menos de tuberculosis al año. Si nos fijamos en los datos de 2000, la enfermedad se ha reducido a la mitad. Sin embargo, nuestro país sigue estando por debajo de otros estados de la Unión Europea en su esfuerzo por contener el mal. Hoy en España se registran cerca de 10,85 casos por cada 100.000 habitantes. Muy similar a lo que ocurre en Reino Unido y Grecia pero por debajo de Holanda (4,89), República Checa (4.89), Alemania (5,56) o Francia (7,36). Según informes del Centro Nacional de Epidemiología, «los datos permiten afirmar que la incidencia de la enfermedad se está reduciendo en España, pero a un ritmo menor al deseable para llegar a eliminarla». La tuberculosis es la enfermedad infecciosa que más mata en el mundo. En España las localidades que reciben mayor número de inmigrantes con escasos recursos son las que más casos registran. En Ceuta y Melilla se dan cerca de 30 casos por 100.000 habitantes. En Galicia, 15,62. El hecho de que un tercio de los enfermos detectados sean inmigrantes, muchos de ellos ilegales, hace suponer que los datos reales son mayores que lo que las estadísticas muestran. ¿Cuántas personas padecen la enfermedad y no la reportan al no formar parte del sistema sanitario?