Internet

Cómo detectar si su hijo es un ciberacosador

Padres, profesores y tutores recurren cada vez más a la tecnología para detectar no sólo qué niños están sufriendo «bullying», sino los que directamente lo ejercen en colegios e institutos.. Hay disponibles «apps» que «rastrean» la actividad de sus teléfonos con vistas a hallar mensajes ofensivos.

Cómo detectar si su hijo es un ciberacosador
Cómo detectar si su hijo es un ciberacosadorlarazon

Las estadísticas sociales a veces son tan sorprendentes no tanto porque se trate de una conducta extendida, sino porque no nos percatamos de que convivimos con ellas. En nuestros propios hogares. Los jóvenes españoles pasan al menos cinco horas diarias en internet, el 46% de ellos temen tener una adicción y uno de cada cinco ya presenta indicios de ello. Por un lado es lógico: es el medio social en el que se mueven. El problema es que, a veces, esta herramienta tecnológica se convierte en un medio para expresar conductas agresivas amparándose en que no se encuentran frente a su víctima. «La red puede ser un impulso para que agresores y amenazas atenten contra la vida digital de otros niños. Está en manos de los padres garantizar una educación digital adecuada para el menor, proporcionándole herramientas y estableciendo pautas y frenos en el uso del mundo on-line», asegura a LA RAZÓN Luis Ojeda, experto de la empresa de protección digital AlwaysOn.

El ciberacoso infantil es una realidad que, de no actuar, seguirá aumentando. Una de las cifras más llamativas es que casi el 40% de los niños de primaria sufren algún tipo de acoso. Esto quiere decir que niños de menos de 12 años sufren alguna clase de «bullying» y otros acosan a sus pares. Si tenemos en cuenta que casi ocho de cada diez menores españoles no tienen ningún control sobre las horas que pasan con el teléfono, las estadísticas comienzan a comprenderse un poco más.

Herramientas para lidiar con estas prácticas hay muchas, pero son pocas las ocasiones en las cuales se menciona qué debe hacerse cuando el acosador vive en casa. Ningún padre quiere descubrir que su hijo tiene un comportamiento agresivo, pero la educación y la prevención son las herramientas claves para desterrar esta práctica.

Para la psicóloga Marta Jiménez Barandalla, «en las conductas de acoso se incluyen variables familiares, sociales y escolares, por lo que toda la educación en valores que puedan recibir estos adolescentes será de gran utilidad, acompañada de un trabajo psicoterapeútico que deberá incluir, además del adolescente en cuestión, a su familia».

Detectar una personalidad acosadora no es sencillo y mucho menos agradable. Pero es necesario. Y para ello hay herramientas tecnológicas y psicológicas. Entre las primeras, por ejemplo, figuran sistemas antibullying. «Hemos desarrollado varias herramientas en este sentido. Algunas actúan a nivel preventivo», explica Ojeda. «Se rastrea, a petición de los padres o tutores, las redes sociales para detectar si hay comentarios con indicios de acoso. También existen apps que permiten saber qué tipo de mensajes reciben o envían, llamadas y limitan el acceso a la red». Descargarse esta aplicación es sencillo, basta con ir a iTunes o Google Store, activarla como cualquier aplicación, obviamente en el móvil del niño, y a partir de ese momento comienza a registrarse la actividad del teléfono. Si el niño es quien sufre el acoso, generalmente no hay problema para pedirle el smartphone, el problema puede plantearse cuando es el acosador. Y esto abre una serie de debates que tienen a la tecnología y a las leyes en su eje. «Nosotros estamos obligados por ley –señala Ojeda– a denunciar a la Guardia Civil si registramos contenido relacionado con pornografía infantil, pero si detectamos indicios de acoso no tenemos ninguna obligación». ¿Se debería informar a los padres y a las autoridades? ¿Dónde se encuentra el límite? ¿Cómo se actúa cuando el niño que acosa no quiere que se controle su móvil? ¿Cuáles son sus derechos?

Para Jiménez Barandalla, la cuestión del límite es clave: «El acosador intenta establecer la relación en un umbral, en el límite entre la relación de objeto y de sujeto, en la que el otro no debe desvanecerse, sino mantenerse en la angustia. La astucia del acosador hará que elija sólo determinados candidatos, porque no cualquiera es apto. Los acosados suelen ser, por regla general, sujetos introvertidos y con baja autoestima». Lo sorprendente es que, pese a lo que se podría pensar, internet ha igualado el acoso al eludir el cara a cara; si bien los varones son mayoría, las niñas son más de lo que se podría intuir: el 42% de los acosadores menores de edad son de género femenino. La educación en el uso de la tecnología es clave en este sentido, ya que pasan casi el mismo tiempo conectados que en el instituto. Pero no es el único camino.

Marta Jiménez Barandalla prefiere no dar pautas, pero sí cree que hay ciertas claves que pueden ser útiles para que los padres puedan trabajar junto a un profesional: «Obviamente, intentar poner límites, tanto en el uso de la tecnología como en lo cotidiano. Pero también enseñarles a disfrutar, algo que al perfil de los acosadores habitualmente no se les da bien. Es importante darles tiempo, para escucharles, para saber sus gustos, sus aficiones... Y evitar las comparaciones. En todas las etapas de la vida están presentes las comparaciones, pero se significan de un modo importante en la adolescencia. Cuando estas comparaciones no se encuadran en una dinámica sana pueden llegar entonces a originar situaciones de acoso y violencia».

En nuestro país, hasta los 14 años, los jóvenes son inimputables ante la Ley. Pero tampoco pueden tener un smartphone a su nombre. Por lo tanto, si incurren en algún tipo de delito, desde el uso fraudulento de una red wifi hasta descargarse archivos ilegalmente, pasando por el ciberacoso, la persona que haya firmado el contrato de línea telefónica puede ser imputado. El 30% de los niños de 10 años tiene móvil y a los 15 años la cifra sube al 90%. Es evidente que las tecnologías avanzan a un ritmo mucho más rápido que las leyes. Esto se puede ver en la piratería y también en el ciberacoso, una práctica demasiado reciente para que la ley pueda reaccionar. Y más aún cuando se refiere a menores.