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Lena Dunham, una empalagosa hembra alfa

La directora, guionista y protagonista de «Girls» se repite con un. discurso petulante que ha convertido en un próspero negocio

Lena Dunham transita por las calles de Brooklyn en una escena de «Girls»
Lena Dunham transita por las calles de Brooklyn en una escena de «Girls»larazon

La directora, guionista y protagonista de «Girls» se repite con un

discurso petulante que ha convertido en un próspero negocio

La directora, guionista y protagonista de «Girls» es una ventajista. Y de las mejores. Corresponde al prototipo de artistas que han hecho de sus inseguridades y complejos un material creativo que les da sustanciosos réditos. Así, entra dentro de la lógica, aunque exacerbada, que cuando se estrenó su serie la comparasen con un Woody Allen primigenio que, aparentemente, se interpretaba a sí mismo. Algo de eso hay puesto que los dos tienen un ego superlativo que no incomoda a sus fieles. Lo que ocurre es que a Dunham se le nota demasiado que está encantada de haberse conocido y que si no se besa en el espejo es para no empañarlo. Y es que a sus 31 años, la chica es muy intensa, se toma demasiado en serio a sí misma –aunque en la ficción abunda la autoparodia– y no habla, sentencia. Y la Prensa estadounidense la aplaude, no sólo eso, la consideran el último grito en el feminismo, aunque su discurso ofrezca escasas novedades a las ya sabidas.

¿Un personaje cargante?

Esta hembra alfa interpreta en la serie a Hannah Horvath, que quiere ser escritora, ¡qué casualidad, como su creadora!, y que vive en Brooklyn. Su existencia se nutre de penurias económicas y relaciones frustrantes, mientras vive un proceso acelerado para alcanzar una madurez que se le escurre entre los dedos. Nadie duda de que el personaje está bien dibujado, como que también tenía un protagonismo desmesurado, frente al de sus amigas –Marnie (Allyson Williams), Shoshanna (Zosia Mamet) y Jessa (Jemima Kirke)–, que merecían más recorrido. Afortunadamente, lo corrigió en las siguientes temporadas, al caer en la cuenta de que su personaje podría llegar a ser cargante con su multitud de defectos y su carácter neurótico.

Llegaron los premios gracias al desparpajo de la ficción. En 2012 logró dos Globos de Oro, el de Mejor Serie de Comedia y Mejor Actriz, además de estar siempre en las quinielas de nominaciones de los Emmy. Y Lena Dunham se creció. Le gusta hablar mucho y, a algunas personas, escucharla. Se erigió en la defensora de las féminas que están en las antípodas de los cánones que dicta la moda –algo que ya hizo por la misma época una firma de higiene personal y cosmética que defendía a las «mujeres reales»–, y se metía en todos los jardines para opinar de cualquier cosa. Empezó a ser una celebridad muy cansina y repetitiva. Como es una joven que habla sin pensar, metió la pata estrepitosamente al decir en su programa on-line que «ahora puedo decir que nunca he abortado, pero hubiese deseado hacerlo». Las redes sociales se le echaron encima, algo que no mejoró cuando se disculpó, ya que calificó la frase como «una broma» para añadir que «nunca quise trivializar los cambios físicos y emocionales que suponen poner fin a un embarazo». Gracias a la serie, pero sobre todo a sus declaraciones, se ha convertido en una marca muy rentable. Publicó sus diarios personales, cuyos ingresos donó a una fundación, Girls Write Now. Bien, pero tenía truco, ya que tuvo una tirada modestísima de 2.000 ejemplares.

En 2014 fue más ambiciosa. Anunció la publicación de «No soy ese tipo de chica», por el que habría cobrado 3,5 millones de dólares. En este libro autobiográfico abundó en sus obsesiones a partir de sus propias experiencias sexuales y en el amor, el cuerpo, el trabajo, amistad y trabajo, entre otras. De nuevo Dunham vuelve a lo mismo: a mostrar una imagen pública de una chica, que, sin compadecerse a sí misma, sí que se recrea en sus experiencias traumáticas y se repite más que los ajos. Lejos de desistir tiene un podcast a través de la plataforma Buzzfed, «Women on the hour with Lena Dunham», y ya prepara una nueva serie para la HBO, «Max», sobre la lucha del feminismo en los 60. Para ella no está hecha la sabia frase que dice: «Renovarse o morir». ¿Para qué?