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Carlos Maldonado, ganador de Masterchef: «Para qué me voy a quitar los peinados o los pendientes»

El toledano no se considera un cocinero, sólo un proyecto
El toledano no se considera un cocinero, sólo un proyectolarazon

Carlos, ganador de «Masterchef», derrocha confianza y humildad.

Carlos Maldonado llega en taxi al hotel Room Mate Óscar cargando sus propios bártulos y agradece de viva voz su servicio al taxista. Tal cual hemos podido verle a lo largo de tres meses en la tercera edición del programa culinario «Masterchef», así es el toledano que el martes se proclamó ganador del programa. «Genio», como le definieron los jueces del espacio, y figura. Su fuerte apretón de manos y su mirada directa ya preparan para una entrevista natural y fluida. «Después de la victoria me encuentro muy bien, qué quieres que te diga; ¿cómo me lo voy a tomar?, pues genial», explica el concursante a este diario con una energía inusual, antes de desvelar su secreto: «Luego llego a dormir y caigo rendido». El día está siendo una sucesión de entrevistas y posados para los medios con motivo de haberse proclamado nuevo «Masterchef España».

Carlos confiesa que, de momento, la fama no le apabulla, «pero quiero agradecer a la gente el apoyo que he recibido, que es espectacular. Te ven por la calle y te quieren conocer porque te admiran y les explico que soy igual que ellos». Esa humildad es una de las bazas que decidió a Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz a darle su voto sin dudarlo sobre la otra finalista, Sally, con la que el ganador tuvo la máxima rivalidad. «La espinita de aquel ‘‘te odio’’ que me dijo ya no la tengo porque a lo mejor fui yo el que me lo tomé mal. La muchacha no lo dijo con la maldad que lo recibí, seguramente. Pero no hay ningún mal rollo con ella, sólo competición sana». Tras ganar, tiene la posibilidad de editar su propio libro de cocina, que asegura que «ya está para salir. Allí podréis encontrar mil historias, desde un salmorejo de fresa, hasta un bacalao con ajo negro. Todo muy bueno». Sobre su paso por el concurso, sin embargo, tiene el corazón dividido en cuanto a recetas se refiere. «Por platos me quedo con la mandarina o el helado, pero si mezclamos receta y momento, la tarta y mi padre», dice sin dudar. Le descubrimos lo que pone en su perfil de redes sociales: «Chuleta y ligón», y comienza a reírse: «Un poco chulo sí que soy, a ver si dejo de serlo... ¡que no hombre!», comenta en broma. Sabe que hay dos componentes de su personalidad que los espectadores han valorado por encima de los demás: ser él mismo y ser humilde. En el primer caso «Es un consejo que me dieron los jueces. Si eres tú mismo, no te vas a arrepentir de nada de lo que hagas y disfrutarás el momento confiando en tus posibilidades». Y la humildad quizá sea por tomar ejemplo de la anterior ganadora, Vicky, que aún sigue aprendiendo: «Es una tía muy lista y tiene mucha clase. No te formas en el tiempo que dura el programa, hay que hacer muchas prácticas con chefs y trabajar para gente profesional para convertirte en uno. De buenas a primeras no te vas a transformar en un cocinero; yo no me considero como tal para nada, soy un proyecto, pero lo seré sin duda». Y sus planes inmediatos tampoco incluyen colarse en la cocina de ningún Michelin, porque, aclara, «siempre he dicho que se aprende igual del cocinero que trabaja en una tasca sacando tapas que de cualquier estrella».

El guiso de su madre

Aunque confiesa que Ferran Adrià no le susurró al oído ningún consejo, sí sabe que compartió con los jueces una sentencia: «Habéis creado un maestro de la cocina». «Me lo contaron y me quedé con la boca abierta, ¿por qué no me lo han dicho antes?». Carlos sigue insistiendo en que nunca se vio como ganador a pesar de las apuestas: «No te imaginas ni que vayas a entrar. Cuando envías los papeles, los echas por echar, porque dices ‘‘de 16.000 personas, ¿qué hago yo aquí?’’. Y te llaman, y vas pasando una prueba tras otra... y de repente te han cogido y dices: ‘‘Y ahora qué hago, tío?’’». Casi cuatro millones de espectadores vieron su duelo con Sally, recuerda que sentía «que con cualquier fallo me iba a la mierda y la prueba de la bomba de Roca me hizo polvo». Aunque sí se atreve ahora a decir que si no hubiese ganado él habría sido su contrincante seguro, «porque es una chica muy potente y estaba por encima de todos». Le preguntamos si nada más salir del concurso pudo cocinarse algo para comer, pero confiesa sonriendo que «me dio de comer mi madre, Jenny, que hace cualquier plato de legumbres o guisos que se te cae la baba». Genio y figura que no se ha planteado cambiar: «El Carlos que veis es el que hay; no busquéis más porque no lo hay, en lo bueno y en lo malo. Para qué me voy a quitar los peinados o los pendientes...».