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Teresa Viejo: «La libertad es muy reconfortante cuando escribes»

Teresa Viejo
Teresa Viejolarazon

Si alguien sigue pensando que las rubias somos tontas, que se fije en Teresa Viejo, para corregir su error. Alta, delgada, sonriente y encantadora, la periodista y escritora, con libro nuevo bajo el brazo «Mientras llueva» (Espasa) es el vivo ejemplo de rubia inteligente y trabajadora.

Le pregunto si su propósito fue romper todos los tópicos: «No fue premeditado, pero si abandero aquello de que las rubias pensamos mucho y bien. Me alegro, porque además estoy rodeada de rubias que pensáis muy bien y que estáis como un queso». Así es Teresa, buena compañera y buena amiga, además de trinovelista con personajes femeninos, tan al gusto de este tiempo, sobre todo para las lectoras. «Es que hemos perdido el prejuicio. Durante una época parecía que leíamos sobre mujeres de tapadillo y luego hablábamos de otras lecturas, pero ahora lo abanderamos. Yo además, aunque alguna vez he estado tentada de escribir desde la órbita masculina, soy muy femenina y participo de las sensibilidades, penurias, alegrías y emociones femeninas. Y como tengo cierta habilidad para describirlas, pues lo hago».

- Teresa y los fantasmas

Se le da bien el asunto femenino, pero también el suspense, otra constante en la literatura de nuestros días. «Menos mal, porque yo tengo la sensación de vivir, desde niña, en clave de misterio. He sido una niña a la que siempre le gustaron los fantasmas, que encendía la luz del pasillo y le brincaban las tripas, y encontraba una explicación sobrenatural a cada sombra...Yo veo una casa abandonada y me invento una trama en su interior; así que, si no se llevaran el suspense y la intriga no sé qué haría». Cualquier otra cosa que no fuera escribir dentro del negocio de la comunicación, porque ha hecho de todo y siempre con éxito. Algún secreto debe tener. «Ninguno. Lo que pasa es que soy una obrera de todo lo que hago y me crezco en la adversidad. Si algo me viene fácil me pregunto dónde está el truco. Trabajar en la adversidad me hace incrementar mis fuerzas continuamente». Pues hale, a saltar sin red como en su primera novela y de nuevo a convertirla en serie de televisión. «No es mi intención, pero como escribo de una forma muy visual y los escenarios de esta novela son muy poderosos y concretos y hacerlo sería más fácil. Si llega, bien, pero me dejo fluir».

Dejando fluir recuerdos y experiencias ha construido un territorio inventado. García Márquez tenía su Macondo, Faulkner el condado de Yoknapatawpha, Juan Benet, Región...«Se me acaban de saltar los colores...¡Dónde vas, por Dios! Lo que pasa es que crear de la nada un escenario desconocido es muy sugerente porque es muy libre. Los periodistas cuando escribimos tendemos a concretar el dato, las calles, los comercios...decir por dónde se entraba y se salía... Y así, me invento un acantilado aquí, un prado allá y esa libertad es muy reconfortante cuando escribes».

Un lugar inventado, pero un tiempo real que pasa del XIX al XX, atravesando la posguerra y acompañado de fantasmas. No ha debido de ser fácil: «Me ha resultado más natural que en otras ocasiones, porque empleé el concepto de la novela en marcha, en tiempo presente, y eso hace que apenas tenga saltos atrás, sólo retazos de la historia inmediata de la protagonista, situada en los años treinta, y los viajes al XIX, que siempre tienen un sustento real en un libro o una fotografía, por ejemplo. Pero a mí me gusta mucho el siglo XX, cuando me voy al XIX enseguida regreso. Y aunque vivamos en el XXI, el XX me resulta muy contemporáneo».

Le digo que invite a leer a los lectores y no lo duda: «Les invito a que abran una puerta a un escenario inquietante, muy pasional, que cabalga entre el mundo real y el de lo no tangible en clave de intriga psicológica y suspense tradicional». Ahí es nada. Así las cosas, mejor abrir un libro que ver la televisión, en la que ha trabajado durante el verano («Las mañanas de la 1»). ¿Se ha quedado con ganas de más? «Me lo tomé como una pequeña aventura de verano. Es la manera de quitar servidumbres a la vida. Yo siempre he colocado a la televisión en un lugar muy justo, porque no es capital, ni la echo de menos. Si vuelve, la recibiré, pero si no, no pasa nada».

En todo caso, a Teresa y a tantos apasionados de ella, siempre nos quedará la radio. «Sí. Yo ahora estoy en “La Observadora” en RNE, y siento que la radio está en un momento muy bueno. Se ha adaptado muy bien a la crisis. Porque la tele ha perdido credibilidad, paciencia y cierto reposo, pero la radio sigue siendo congruente y reinventándose hasta con los “Morning Shows” que sustituyen a la radio sólo musical de antes».

Teresa, allá donde esté, se mueve entre el entretenimiento y la cultura, pero no deja espacio en su alma para la política «Nunca lo he hecho. En algún momento, dirigiendo un programa he tenido una tertulia política o me he visto obligada a su paso cuando dirigía “Interviú”, pero sinceramente, creo que cuando la política enreda y alarga sus tentáculos acaba emponzoñando la profesión periodística. Nuestra profesión se ha visto menoscabada por la falta de credibilidad política, y ahí tenemos que realizar todos un ejercicio de distanciamiento».

Como se le cumplen todos los sueños, le digo que le pida algo más a la vida: «Estoy en un momento muy bonito. La vida me está dando cosas muy hermosas, así que pido quedarme como estoy, y a largo plazo tener una evolución personal y profesional que me deje más tiempo para la escritura, para viajar, para disfrutar de ese amor maduro que se me ha colado en la vida y que puede ser tan estimulante como los amores jóvenes y para volcarme más en la responsabilidad social a través de mi faceta de embajadora de UNICEF. Si pudiera dirigir así mi vida, estaría bastante feliz en mis zapatos».

Personal e intransferible

Teresa Viejo nació en Madrid en 1963 está soltera y orgullosa de cumplir años creciendo por dentro. No se arrepiente de casi nada, «suscribo mis errores y estoy convencida de que me han hecho mejor persona». Le hace reír «mi pareja, los hijos de las amigas, un buen libro, levantarme y ver el sol...»Y llorar «la prensa, no poder cambiar las cosas, ver a mis padres envejecer y el recuerdo de mi perra que murió». Le encanta el jamón «de todas las Jotas, el buenísimo» y beber agua muy fría cuando aprieta la sed. No le gustan las islas desiertas, ordena el armario por colores, se pirra por las patatas fritas de bolsa, de mayor le gustaría ser una escritora de novela policiaca en una casa llena de puertas cerradas y fantasmas y si volviera a nacer «me gustaría ser hombre, a ver qué se siente».