Crisis migratoria en Europa

«Deseo quedarme aquí, no quiero ir a otro sitio»

Un médico voluntario de la ONG "Doctores Voluntarios - Chipre"examina a un joven en un campamento para refugiados en la localidad de Mersinidi, isla de Chios
Un médico voluntario de la ONG "Doctores Voluntarios - Chipre"examina a un joven en un campamento para refugiados en la localidad de Mersinidi, isla de Chioslarazon

"Me llamo Abdullah, soy ingeniero civil, tengo 26 años y soy de Alepo". Así se presenta un joven refugiado sirio que, un jueves noche en la estación de Méndez Álvaro de Madrid, solo tiene palabras de agradecimiento para las personas que, nada más bajar del autobús, le han recibido y socorrido. "Cuando he visto que había personas esperándonos he sentido mucha alegría en mi corazón", explica a Efe Abdullah -nombre ficticio- ya desde la pequeña sala cedida a esta red ciudadana de ayuda a los refugiados en la estación de autobuses sur de Madrid.

Desde hace prácticamente cuatro semanas esta red formada por personas voluntarias es el primer salvavidas al que se pueden agarrar los refugiados sirios que, normalmente a última hora de la tarde y desde el sur, llegan a Madrid.

Al desembarcar, la cara de los refugiados refleja una mezcla de alegría y cansancio que quienes les asisten intentan reponer con agua, alimentos y algún dulce, un pequeño tentempié que el viajero, como el ciclista al finalizar una etapa, siempre agradece y más aún cuando su travesía ha comenzado hace meses o incluso años.

En esta ocasión han llegado dos familias, varios hombres jóvenes como Abdullah y también una mujer embarazada que extraña a su marido.

Unos comen, otros charlan, otros salen a fumar y los niños de una de las familias juegan en el suelo con algunos voluntarios que les consiguen sacar una sonrisa.

Prácticamente ninguno de los adultos sabe hablar inglés -mucho menos castellano-, por lo que juega un papel vital la labor de las traductoras -la mayoría mujeres- que de forma totalmente altruista les preguntan en árabe o inglés qué tal están, de dónde vienen y hacia dónde les va a llevar su camino porque, efectivamente, la mayoría sólo está de paso en España.

Abdullah, sin embargo, no quiere marcharse. Tiene un plan.

Él quiere quedarse en España, más concretamente en Madrid, y eso que en la penúltima etapa de su viaje -que comenzó en 2011 en su país natal- los policías de Melilla le preguntaron "si no prefería ir a otro lugar que no fuese España", según dice.

"Yo deseo quedarme aquí, no quiero ir a otro sitio", resume mientras espera que los profesionales del Sammur Social, que colaboran estrechamente con esta red ciudadana desde hace aproximadamente una semana, vengan a recogerle para darle un techo para esa noche, que quizá sea el mismo que vea en noches venideras.

"Me encanta España", reconoce el muchacho, quien también es plenamente consciente de que, pese a ser uno de los pocos que consigue comunicarse en inglés, debe aprender castellano para iniciar su nueva vida aquí.

"Tengo que aprender el idioma para poder trabajar y también para poder integrarme en la comunidad", repite una y otra vez, como si fuera su mantra, Abdullah, quien espera una oportunidad en esta tierra después de haber pasado en los últimos cuatro años por Argelia y Marruecos antes de llegar a Melilla.

Él mismo enumera las etapas del periplo de forma precisa y cronológica con la soltura que lo hace alguien que lo ha tenido que repetir en varias ocasiones últimamente.

Abdullah trabajaba de ingeniero "profesional"-algo que remarca- en Beirut e hizo lo mismo para una petrolera británica en Argelia en los años posteriores al estallido de la guerra en Siria.

A partir de ahora uno de sus problemas se ha solucionado, porque ya está en Europa. Sin embargo, España sigue siendo un país difícil para las oportunidades, incluso para los jóvenes que hablan castellano y no han pasado una guerra y que, pese a haber completado la universidad, no tienen trabajo e igualmente tienen que emigrar.

"Mañana estaré esperando a que los voluntarios me comenten cuál es la solución para el problema", vaticina Abdullah, que no esconde su plan alternativo por si todo falla.

"Si no hay ninguna solución para el problema, viajaré a Alemania", resuelve.

Entre enero y septiembre de este año, un total de 6.000 personas refugiadas, en su mayoría de origen sirio, han llegado al igual que Abdullah a la Península procedentes de la frontera de Ceuta y Melilla, si bien muchas de ellas no permanecen en España puesto que han mostrado su deseo de seguir su camino hacia Alemania.

EFE