Marta Robles

Diana López-Pinel: «Lo único que quiero es que aparezca mi hija»

Diana López-Pinel, la madre de Diana Quer, asegura que «va a aparecer» y que no desea decir nada más para no entorpecer la investigación. Afirma que su marido tuvo bloqueados el WhatsApp y los SMS de sus hijas durante tres años y que no les cogía el teléfono

La madre de Diana Quer, en la habitación de su hija
La madre de Diana Quer, en la habitación de su hijalarazon

Diana López-Pinel, madre de Diana Quer, asegura que «va a aparecer» y que no desea decir nada más para no entorpecer la investigación

Afirma que su marido tuvo bloqueados el WhatsApp y los SMS de sus hijas durante tres años y que no les cogía el teléfono

Diana López-Pinel es una mujer muy atractiva, alta, rubia, con una bonita sonrisa que ahora sólo muestra cuando hace un esfuerzo extraordinario. No tiene ganas de reír ni de sonreír. Los últimos años de su vida no han sido fáciles. Y su matrimonio tampoco fue sencillo. Pero nunca imaginó que como colofón a esos malos tiempos tendría que enfrentarse a la tortura inhumana de la desaparición de una hija. Y menos aún que, si algo tan terrible le tocaba en suerte, su conflictiva separación matrimonial tendría más eco que la propia desgracia. Desde el día de la desaparición de su hija Diana Quer, Diana López Pinel prefirió guardar silencio, mantenerse casi al margen de las declaraciones de su ex marido sobre sus relaciones con él y con sus hijas. Y eso que de ella no ha dicho precisamente lindezas. «A estas altura no me afecta. Son muchos años ya...». Su objetivo era y es salvaguardar la investigación de la búsqueda de su hija. No entorpecerla, no empañarla, no robarle protagonismo. Si ahora se decide a hablar es con una única intención: «Quiero que ya no quede nada que decir y que toda la atención se focalice en la búsqueda de mi hija. Que no quepan más cuentos sobre otras cosas. Que se utilicen todos los medios y el tiempo de la Prensa para que sea posible encontrar a Diana».

– ¿Cómo está, Diana?

(Me mira con la cara fría y los ojos vacíos. Como si mirase al infinito. Con ese dolor que inmoviliza. Yo aprovecho para repasar su casa. De lujo. En urbanización de lujo, pero muy desatendida. La acompañan su hermano Luis y la pareja de éste, y un buen número de perros y gatos).

–Bueno.

–Diana, desaparecida, y Valeria, en casa de su padre. Desde luego no es el mejor de los mundos. ¿Espera que las cosas mejoren ahora que el juicio por la custodia de Valeria se traslada a Pozuelo?

–Desde luego. Lo deseable sería que la Justicia hiciera justicia, el caso se archivara y, automáticamente, la medida cautelar cesara y Valeria volviera conmigo...

–¿Y por qué se producen exactamente esas medidas cautelares?, ¿qué vio la jueza de Ribeira para quitarle la custodia y dársela a su padre?

–Valeria acudió al hospital en dos ocasiones (prefiero no detallar el caso para protegerla) y el propio hospital alertó al juzgado después de que yo firmara el alta voluntaria alegando que la están tratando en el Niño Jesús y que además tenía un psicólogo particular. Pero tras esas alertas al juzgado, como yo era quien tenía la custodia, la jueza actuó de manera cautelar y me la retiró. Pero te cuento cómo fueron las cosas. Cuando desaparece Diana, yo no es que esté débil, es que me rompo; y cuando llega una notificación a casa, en la que se pide que Valeria se presente en el juzgado para que la valore el forense, yo inmediatamente llamo a su padre. Él me pide que le oculte la magnitud del asunto, que no le diga que la llaman del juzgado (me muestra un WhatsApp): «No le hables de notificación oficial alguna. Ya le explico yo y le acompaño yo si te parece... Y se lo reenvío a la Policía Judicial». Pero no se lo dijo a la Policía Judicial. Lo que quería era ir él con Valeria, que no fuera yo y que no explicara que a Valeria la estaban tratando en el Niño Jesús. Y despacharse contra mí. Estuvo declarando tres horas y media. E incluso llegó a decir, haciendo referencia a lo de Diana, «esto viene tarde, si no hubiera venido tan tarde no hubiera pasado nada». Si yo hubiera acompañado a Valeria no me habrían quitado la custodia, estoy segura. Por eso mi abogado pidió que declarase, pero tal y como estaban las cosas la jueza decidió dejar las cosas como estaban, inhibirse y trasladar el caso a Pozuelo.

–Hasta ese momento, su marido había sido portavoz en todo lo que tenía que ver con su hija desaparecida, pero a partir de entonces cambian las cosas, ¿no? ¿Por qué era el portavoz y por qué deja de serlo?

–Era el portavoz porque me dijo: «Tú cállate, que ya hablo yo». Y deja de serlo, porque cuando ya empiezo a ver que, en vez de hablar de la desaparición de Valeria, pretende utilizar todo esto como altavoz de nuestros problemas en el divorcio, le digo a mi abogado que entre en el asunto.

–Está claro que éste es uno de tantos divorcios conflictivos. ¿De dónde viene el germen del odio de tantos años después de 23 años de casados y tres de novios?

–En realidad, siempre fue un matrimonio complicado. Lo que pasa es que no es lo mismo cuando tienes 18 años que cuando vas evolucionando. Yo, al principio, cuando él me maltrataba siempre pensaba que la culpa de lo que pasaba la tenía yo. Pero luego, llevaba mucho tiempo diciéndole de separarnos y él no quería ni a tiros. «Tú a dónde vas a ir, premenopáusica –me decía– ¿tú quién te crees que eres? No vas a llegar a ningún sitio. Yo te he enseñado a ser alguien, te he criado y te he dado la educación que tus padres no te dieron...». No se puede ni imaginar lo que era... Al final soy yo quien pide el divorcio.

–Está claro que el motivo del divorcio no fue la infidelidad. Al menos por parte de Diana. Por mucho que se haya especulado. Aunque tampoco se sabe mucho de ella. Diana es argentina de nacimiento, de la Plata, Buenos Aires, de padre español y madre italiana –«mi segundo apellido es Pinarello, somos familia de los de las bicis»–; ni de Luis, su único hermano, o de su padre, que se dedicaba al negocio de los coches, como su ex marido; o de su madre, que estudió Bellas Artes pero siempre se dedicó a la familia como ella. ¿Cuándo comenzaron a enturbiarse más las cosas?

–A partir de la separación empieza el odio de él hacia mí. Yo nunca le he odiado. Incluso creo que yo tenía dependencia emocional; pero nunca volvimos. Él, cuando quería, me llamaba y un día estuvimos hablando y me contó que estaba con su actual pareja. Bueno, yo creo que estaba desde el principio con ella.

–¿Y él siempre quiso quedarse con las niñas?

–En absoluto. En principio pidió la custodia compartida, pero en el mismo acto de divorcio renunció a ella.

–¿Cómo afectó a vuestras hijas el divorcio?

–Mal. Diana empezó con anorexia un año antes de separarnos, cuando ya habíamos empezado con los problemas. Coincidió, además, con que mi madre enfermó de alzhéimer y se tuvo que quedar él solo con las niñas, porque yo tenía que venirme a Madrid a ingresar a mi madre en un centro. Ahí empezaron los problemas de anorexia de Diana. Valeria, un año más tarde.

–¿Y por qué estalló la guerra, además de por el divorcio en sí?

–Yo no quería ninguna guerra, de verdad. Él me dejó sin medios (Diana no ha trabajado nunca, tan sólo ha figurado puntualmente en alguna de las empresas de su marido) y no pude ni presentar la denuncia de indivisos. Y él empezó a amenazarme con que me iba a quedar con una mano delante y otra detrás.

–¿No tenían bienes gananciales?

–No. Teníamos separación de bienes, que me hizo firmar el día antes de casarme, engañándome... Pero teníamos bienes en común.

–¿No tenía usted dinero de su propiedad?

–Sí, el de mi cuenta personal; pero como él tenía firma autorizada vació las cuentas. De hecho, si al principio no me dieron la pensión compensatoria fue porque él dijo que yo tenía dinero..., pero yo no lo tenía, se lo llevó él.

–¿Y cuándo le conceden la pensión compensatoria?

–Hace un año. En 2015. Nos hicieron un informe psicosocial a los cuatro. A mi ex marido, a mí y a las dos niñas.

(Diana me muestra el informe, donde leo que se destaca su «dedicación, implicación y preocupación en la crianza de las chicas» y que su ex marido la reconoce como «una buena madre, aunque de personalidad inmadura y muy dependiente de él». Además se destaca que el padre tiene poca «capacidad para establecer vínculos afectivos y para la resolución del duelo» o que su escala de agresividad «está por encima de la media». Se habla también del carácter de la pequeña Valeria, de la relación de Diana con el progenitor y las dificultades en la relación de la hermana mayor con su padre. «Nos dijo que se había acostumbrado a vivir sin nosotras y que no nos necesitaba»... Pero, en todo caso, se acuerda que se restablezca el régimen de visitas, y que haya flexibilidad y mínima comunicación entre ellos para rehabilitar el vínculo paterno filial).

–¿Hubo un tiempo en el que el padre y la hija no se relacionaban?

–Él las tuvo bloqueadas en el Whatssap y los SMS durante tres años. No les cogía el teléfono.

–¿Es después de ese informe cuando le conceden la compensatoria?

–Sí. Y cuando él se empieza a interesar por conseguir la custodia. Además es curioso porque justo entonces, aunque me pasa la compensatoria, cuando se lleva a Valeria tres meses de vacaciones no me paga la pensión que me pasa por ella esos meses; o cuando se vuelve a ir otra vez con él en febrero, me la retira cinco meses más...

–Diana, en este tiempo, ¿ha desatendido usted a sus hijas alguna vez? ¿Las ha dejado solas?

–Nunca. Algún día he podido salir, qué se yo, a cenar, porque Diana tenía ya 18 años; pero siempre hacía coincidir mis salidas con irla a recoger a Boadilla para que volviéramos juntas, ni siquiera la dejaba ir a Madrid porque me daba miedo.

–¿Y Valeria?

–Si yo salía se quedaba con su hermana mayor. Además no he sido yo de mucho salir.

–¿Ha tenido algún problema con el alcohol?

–En absoluto. Yo antes no fumaba y a raíz del divorcio recuperé el hábito del tabaco. Yo les había metido a las niñas el tema antitabaco a muerte. Y cuando Valeria me vuelve a ver fumar hasta empieza a tirarme los ceniceros al suelo. Y con el alcohol igual. Pero eso es porque el padre le dice que durante el matrimonio yo ya bebía y no sé cuántas cosas más. El que se tomaba copas durante la semana era él. Yo no bebía ni fumaba entre semana. Cuando empiezo a fumar y a beber, con normalidad, sin ningún exceso, empieza a decir que soy una borracha.

–¿Y pastillas?

–En cuanto a las pastillas, tengo un tratamiento para la depresión; pero él también está tratado con antidepresivos. De hecho hubo un episodio en el que Diana, estando con él se tomó no sé cuántas pastillas de fluoxetina y él ni siquiera la llevó a urgencias. Diana me dijo que tuvo hasta alucinaciones.

–¿Y a qué cree que se debe que Valeria declarara en su contra y dijera cosas que la jueza interpretó como peligrosas para ella hasta el punto de quitarle la custodia a usted?

–Pues porque la manipuló su padre. Lo dice el propio informe psicológico que has leído. Y ahí también dice que para ella casi me falta la capa para ser su heroína. ¿Cómo es posible que de pronto cambie así de opinión? ¿Cómo es posible que mienta tanto? Y aún así, la jueza no prohíbe nuestra relación... Es que el padre la está manipulando.

–¿Diana, su ex marido la ha mandado seguir alguna vez?

–Sí. A mí, a las personas de mi entorno e incluso a las niñas. Sospecho que casi hasta ahora, aunque no lo puedo asegurar, tanto aquí como en Galicia.

–No ha sido una relación fácil por lo que parece. ¿Le ha denunciado usted alguna vez?

–La primera vez lo denuncié por vejaciones injustas. Él recurrió, pero lo confirmó la Audiencia Provincial (me enseña todos los papeles correspondientes). Le condenaron a ocho días de localización. Y luego, uno de los días que le tocaba a él ir a buscar a las niñas del colegio yo aproveché para irme a comer con unos amigos a El Escorial. Entonces me llamó y me dijo que Diana no estaba donde debía y que dónde estaba yo. Se llevó a las dos niñas a comisaría y me dijo que si no acudía de inmediato ellas se quedarían allí a pasar la noche. «¿Qué haces ahí golfeando?», me dijo. Así que me fui corriendo a buscarlas y cuando llegué se puso a gritar que estaba borracha mientas las niñas se montaban en el coche. Tanto, que los municipales lo comprobaron. Cuando vieron que estaba bien, me recomendaron que pusiera una denuncia. Le condenaron a un alejamiento de 100 metros y le suspendieron las visitas de las niñas durante tres meses. La vista se celebró, pasó el tiempo y se archivó. Además hay otra condena por vejaciones injustas que él recurrió y le confirmó la Audiencia Provincial (me enseña los papeles correspondientes) en el que le condenaron a ocho días de localización domiciliaria. Lo que sí archivaron fue una que presentó él en mi contra. Esperó a que me fuera al colegio y se presentó en mi domicilio con toda la familia, con el hermano grabando y tratando de amedrentarme. Yo le llamé «rata inmunda» y me metió una querella por injurias y me pidió 90.000 euros. La causa se archivó, la recurrió y la Audiencia Provincial volvió a darme la razón.

–¿Y en cuanto a la denuncia de Diana Quer a su padre?

–Ese libro del que tanto se ha hablado salió en Argentina. Gran parte de mis amistades son argentinas y viven allí. Lo compré por Internet. Nosotros manteníamos contacto por SMS, así que le dije que quería que leyese ese libro porque el índice le describía. Él lo compró, se puso en contacto con el psicólogo y cuando Diana fue a su casa le puso un vídeo diciéndole que era de su cumpleaños, con dos o tres fotos de las niñas y un montón de párrafos de ese libro y le dice que su madre es una psicópata. Diana quiso hablar conmigo, pero él no la dejó. Le escondió el móvil, no la dejó irse... Incluso las obligaba a comer sabiendo que las niñas padecen anorexia y que no se las puede obligar cuando están en esa situación de estrés. Y le dijo que se tomara un Valium.

–¿Lo marcaba su tratamiento?

–No, tenía pautado Orfidal, y muy de cuando cuando, cuando le sobrevenía la ansiedad. El médico me dijo que uno o medio debajo de la lengua, para que le hiciera efecto más rápido.

–¿Cree que le viene bien hablar de todo esto?

–Creo que con esto zanjo todos estos asuntos. No quiero volver a hablar de todo esto. Sólo quiero hablar de lo que quiero hablar que es de Diana, de mi hija. Y colaborar cuanto pueda en su búsqueda. Que todos estos asuntos que debieran haberse quedado en el ámbito personal no entorpezcan la investigación policial.

–¿Tiene miedo?

–Mi miedo es que si ésto se les va de las manos, alguien pueda hacerle daño a Diana. Por eso hice ese llamamiento el otro día, porque creo que es posible que haya gente que pueda saber algo y que por miedo o nerviosismo no se atreva a hablar con la Policía. Y cualquier cosa, cualquier detalle pequeño puede ser fundamental. Es importante que todo el mundo sepa que la plataforma SOSDesaparecidos a la que estoy muy agradecida trabaja de forma discreta e impresionante. Y que todo esto que he contado para dejarlo zanjado es accesorio. Lo importante es que la Prensa utilice todo su tiempo y todos sus medios a ayudar a encontrar a Diana y a todos los desaparecidos que hay en España.

–Hay quien piensa, Diana, que es usted muy fría que está demasiado tranquila.

–¿Que soy muy fría? – su gesto no deja lugar a la duda– qué te voy a decir. Estoy segura de que Diana va a aparecer. Primero porque tengo mucha fe y luego porque yo tengo mi propia teoría y estoy muy convencida de ella, cada día que pasa más. Pero de esto no voy a hablar porque no quiero entorpecer de ninguna manera la investigación policial. Lo único que quiero es que aparezca mi hija.