Premios Alfonso Ussía

Discurso íntegro de Alfonso Ussía: «Reconocimiento a la grandeza y al honor»

Alfonso Ussía, en un momento de su intervención. Luis Díaz
Alfonso Ussía, en un momento de su intervención. Luis Díazlarazon

Diez años, décimo aniversario de estos premios. Repito y lo repetiré mientras pueda. Cuando diez años atrás se instituyeron los premios del diario LA RAZÓN con mi nombre, tuve el honor de aceptarlo y el desasosiego de creer que había fallecido. Muchas satisfacciones y bastantes envidias han rodeado su existencia. Los responsables: Mauricio Casals, José Creuheras, Joaquín Parera, Santiago Barreno... y todos los que año tras año forman los diferentes comités previos a las reuniones del jurado. Jurado al que agradezco su inestimable colaboración en este décimo aniversario de mi discutible fallecimiento. Mauricio Casals, José Creuheras, Joaquín Parera, Andrés Navarro, Rosa Díaz, Julián Cabrera, Javier Bardají, Santiago González, nuestro director Francisco Marhuenda y el que os habla. Cuando te conceden un premio, y que bauticen con tu nombre unos de esta importancia equivale más que a una concesión, la alegría se multiplica por dos. La propia alegría por el premio en sí, y el gozo irrefrenable que procura la figuración del disgusto de los envidiosos, que en la profesión periodística, forman un ejército tan poderoso como activo. Gracias a todos por conseguir que sea envidiado.

Este año, a los premios tradicionales, se suma un Premio Honorífico. Y el jurado, acertadísimamente, se lo ha concedido el grandioso y ya escapado de esta tierra Ángel Nieto, uno de los más grandes deportistas de la Historia de España. Aborrecía del 13, y por eso decía que había ganado 12+1 Campeonatos del Mundo de Motociclismo. El gran pionero. Como Manolo Santana en el tenis, Severiano Ballesteros en el golf, Francisco Goyoaga en la hípica, Francisco Fernández Ochoa en el esquí, o quien os dirige la palabra en los bolos montañeses. La soledad, el individualismo y la genialidad, el trabajo, la constancia y el triunfo. Ángel Nieto, además de genial sobre la moto, lo fue al lado, detrás y delante de la moto. Madrileño castizo, vallecano, consejero de sus hijos y sobrinos, y más aún de todos los grandes campeones que surgieron gracias a su ejemplo. Su nombre estará siempre unido al individualismo español, y en todo el mundo se escribe su nombre con letras de oro.

Personaje del Año, y no por la gastronomía, Saúl Craviotto, policía nacional, piragüista, olímpico en tres citas de los Juegos, ganador de cuatro medallas y de siete en el campeonato europeo de su modalidad. Servidor de los españoles y orgullo de los españoles. Para colmo, su popularidad se ha ensanchado con su brillante participación en un concurso de gastronomía de televisión. Pero su fundamental grandeza radica, y nos remitimos a la figura de Ángel Nieto, al valor del esfuerzo y la disciplina, al orgullo del triunfo y la humildad del ser humano. A su grandeza deportiva suma su grandeza del servicio a España desde el Cuerpo Nacional de Policía, tan admirado por los españoles de bien y tan vilipendiado por los golpistas y violentos.

Héroe del Año. Nada original, pero justísimo. Ignacio Echeverría Miralles Imperial, y de cuarto apellido, Hornedo. Héroe reconocido en todo el mundo, fallecido durante el ataque del terrorismo yihadista en Londres, cuando defendía a una mujer policía con el arma de su monopatín. Aunque de origen gallego, y despreciado por los zarrapastrosos ediles de Podemos, Echeverría significa la Casa Nueva en vascuence. Lo conocí desde niño, en el Corro de Campíos de Comillas. Su madre es prima hermana de mi mujer, y los Hornedo son una piña. Ignacio era, además, un enamorado de los paisajes del occidente montañés, donde se unen las raíces de su madre, como de los paisajes gallegos y vascos de su raíz paterna. Las playas de Oyambre y de Gerra, el Monte Corona, la ría de La Rabia, los verdes enfrentados y los bosques infinitos. Ese dibujo compuso al héroe. Y el héroe está en el corazón y la gratitud de todos, y muy especialmente, de los suyos. Los ingleses han tardado siglos en reconocer el heroísmo de Blas de Lezo, y sólo un año el de Ignacio Echeverría. Que el Cristo del Amparo y la Virgen del Remedio lo tengan en su gloria. El ejemplo de entereza y saber estar de su familia en medio de la tragedia, de sus padres y hermanos, nos ha emocionado a todos.

La Trayectoria Ejemplar tiene dos nombres, dos vidas y dos ejemplos. Lucio Blázquez. A sus 84 años sigue en Casa Lucio con su chaqueta blanca recibiendo y dando la bienvenida a todos sus clientes. Lo que ha pasado por Casa Lucio es prodigioso y su relación de visitantes universales haría de este comentario un tostón. Madrid, sin Casa Lucio, sería mucho menos Madrid. Es colchonero, y nadie ha ganado tanto dinero como él –se inspiró en su abuela–, con los huevos estrellados y las patatas fritas, el plato estrella de su casa. Lucio es el más grande. Madrileño, español rotundo, taurino, siempre en su sitio, siempre dispuesto, con la sonrisa permanente y una calidad humana y profesional que escapa al mayor elogio. Invita poco, eso sí, pero bueno, tampoco voy a ponerme tiquismiquis. Lucio ya tendría que tener un monumento en una plaza de su Viejo Madrid, y no lo voy a solicitar por un motivo. Si lo pedimos desde aquí, la alcaldesa no lo va a permitir. Pero la alcaldesa ignora que allá donde Lucio va, Madrid va con él, con toda su grandeza y su alegre simpatía. Con todo su trabajo.

Y el doctor Juan Carlos García-Valdecasas, barcelonés, referente mundial en la cirugía general y digestiva, autor de innumerables trasplantes. Muchas vidas se mueven por ahí gracias a su ciencia y a sus manos. De las manos de Mozart la música surgió para alcanzar los predios de Dios. De las manos de Velázquez, Goya o Picasso, el arte subió a los cielos. Y cuando Dios baja, una de las tareas que tiene encomendadas es la de llevar y guiar las manos del doctor García Valdecasas en sus portentosas intervenciones. He tenido el honor de cenar junto a él en alguna ocasión y puedo decir que su calidad humana, su amor por la familia, su devoción por los amigos son tan grandes y luminosas como su sabiduría científica y su brillante maestría profesional.

Ya era hora de que fuera premiado un representante de la profesión-vocación médica. Y lo ha hecho con este gran doctor barcelonés y español, que sólo se dedica a salvar vidas, a sanar dolores y angustias, y que operaría de la misma manera y con semejante interés a Plácido Domingo o Rafa Nadal que a Pilar Rahola o Anna Gabriel, lo cual tiene mérito y valor. Doctor, es una broma. Y el Premio al Estudiante del Año. En la presente edición, don José Miguel Lendínez de Palencia. Este premio recompensa al estudiante con la nota media más alta en la tarjeta de acceso a la universidad. Estudia ahora el doble grado de Física y Matemáticas en la Universidad de Valladolid. Terminó el bachillerato con un 10 de nota media, que es 20 porque estudió el bachillerato nacional y el internacional simultáneamente. Joé con Lendínez. Y aún tiene tiempo para practicar deporte, salir y desenvolverse como si fuera una persona corriente. Con la beca que le corresponde por este premio, se financiará su residencia fija en Valladolid, porque lo de ir y volver todos los días de Palencia a Valladolid y de Valladolid a Palencia es un monumental coñazo. Recibes, José Miguel, el premio que lleva el nombre de un estudiante de calidad descriptible. Te cuento. Éramos muchos hermanos, y al final de cada mes, en el Colegio del Pilar, nos entregaban las notas. Doradas, rojas, azules, verdes, moradas y negras. Las doradas para estudiantes como tú. No obtuve ninguna. Las rojas, para los buenos estudiantes, y guardo tres o cuatro de ellas. Las azules para los medianos, y las tengo a decenas. Las verdes para los que caminaban por el filo de la navaja, y me sobran. Las moradas para los malos, y guardo algunas, y las negras para los tres peores de la clase, y tengo dos de recuerdo para completar, a excepción de la dorada, lo que un cursi diría el abanico cromático. Y lo repito, que ya lo he dicho aquí en alguna ocasión. Mi madre, examinando mis notas, me dijo en una ocasión: “Como sigas así, lo único que vas a conseguir en la vida es que le pongan tu nombre a unos premios”. Y así ha sido. Enhorabuena y fuerza, José Miguel, que necesitamos en España, y más aún en esta España desvinculada de la Educación y la Cultura, a jóvenes como tú. Gracias por tu trabajo y tu esfuerzo.

Pasamos por momentos de tribulación. Unos golpistas supremacistas y racistas nos quieren robar una parte queridísima de España, Cataluña. Se ha reaccionado tarde, pero aún no ha desaparecido el peligro. Y nos sentimos cansados, hartos y humillados. Me consta, señor ministro del Interior, a quien tanto agradezco su presencia en este acto, su cansancio por la petición de equiparación salarial de la leal Guardia Civil y el leal Cuerpo Nacional de Policía con las fuerzas policiales autonómicas y municipales. Somos millones los españoles que se lo pedimos, y estoy seguro de que usted va a iniciar el proceso que llevará a la justa equiparación. Ellos se lo merecen más que nadie.

Todos los años finalizado mi intervención con un poema, una frase o una sentencia en un idioma extraño. El guaraní, el islandés, el swahili, el moluqueño... Nueve idiomas en nueve ediciones. Y hoy he escogido un idioma rarísimo, el más raro de todos. Es el único idioma del mundo que está terminantemente prohibido enseñarlo en algunos territorios de su nación. Es el único idioma del mundo que es multado y sancionado por exhibirlo en comercios, carteles y placas municipales de plazas y calles. Y no es un idioma menor. Se habla en todo el mundo y lo usan para el amor, la amistad, el comercio y la cultura más de 500 millones de habitantes de este conflictivo planeta. Pero se prohíbe en rincones de su nación, de su país, de su origen. Se conoce como español, aunque algunos, para rebajarle mérito, se refieren a él como castellano, que en Castilla la Alta fue donde nació y se desarrolló. Castilla era lo que hoy son las dos Castillas, Madrid, Andalucía, Asturias, La Montaña de Cantabria, La Rioja, el Señorío de Vizcaya y las islas canarias. Y Cela, don Camilo, zanjó el debate. “En España se habla el español. El castellano no es otro idioma que el bellísimo español que se habla en Castilla”. Pues bien, hoy finalizo mi texto con un deseo en ese idioma tan raro en el que se ha escrito la mejor poesía universal y la prosa más grandiosa. Y lo hago, siempre que ello no me suponga una querella criminal, con tres vivas muy medidos y controlados, pero no por ello menos intensos. Viva España, Viva la Constitución de la Concordia y la Libertad, y viva el Rey, que con sus palabras, impulsó valientemente la reacción política y ciudadana contra el golpismo aldeano en nuestra Cataluña.

Y gracias de corazón a todos los que habéis venido hasta aquí, LA RAZÓN, en esta tarde amenazada por el tifón Ana. Menos mal que el tifón no tiene apellido, porque de tenerlo y que fuera Ana Gabriel, íbamos de antifonario, de traspuntín, es decir, de culo.