Prevención

El enemigo, en la nevera

Los lácteos, las conservas o el chocolate están prohibidos para Ruth. Padece uno de esos síndromes –el déficit DAO– que, aunque frecuentes, son desconocidos. Su vida fue un infierno hasta que dieron con su dolencia

Ruth se gasta una media de 200 euros al mes sólo en comida para ella
Ruth se gasta una media de 200 euros al mes sólo en comida para ellalarazon

Los lácteos, las conservas o el chocolate están prohibidos para Ruth. Padece uno de esos síndromes –el déficit DAO– que, aunque frecuentes, son desconocidos. Su vida fue un infierno hasta que dieron con su dolencia

Ruth tenía una vida como la de cualquier otro adolescente: asistía a clase, jugaba al baloncesto y salía con sus amigos. Cuando alcanzó los dieciocho años comenzó a sentir que algo no iba del todo bien. Las leves migrañas y problemas intestinales que había padecido siempre –y a los que ni ella ni los médicos les habían dado importancia– fueron aumentando hasta que su calidad de vida cayó a niveles que no le permitían ni siquiera asistir a clase o trabajar. A las cefaleas y problemas intestinales pronto se añadieron los dolores de espalda, cada semana perdía más peso y, desde ahí todo fue cuesta abajo; comenzaron las innumerables visitas al centro de salud y a especialistas que no le daban un diagnóstico acertado.

Conforme iba pasando el tiempo, Ruth sentía que no iba a encontrar una solución para sus dolores: «Los médicos no me daban una respuesta y sospechaba que no iban a hacerlo. Me diagnosticaron tantas enfermedades y comencé a tomar tantos medicamentos que me resulta imposible recordarlos todos», explica. Las visitas a los médicos se volvieron parte de su rutina diaria pero ninguno sabía qué le pasaba. «Cuando tenía 21 años comencé a tener dolores de espalda que me dejaban sin respiración y cada vez se me hacía la vida más imposible».

Con 22 años, a Ruth le habían hecho resonancias magnéticas, infiltraciones con agujas en las vértebras y le habían prescrito decenas de medicamentos. «Me recetaron un montón de pastillas que lo único que hacían era que me sintiera peor». Ahora entiende la razón: la mayoría de estos medicamentos que le prescribían, como el nolotil o los probióticos, son liberadores de histamina, una molécula que Ruth no procesa.

El déficit de DAO es la carencia funcional de la principal enzima digestiva encargada de eliminar una molécula, llamada histamina, que se encuentra en muchos alimentos. La enzima Diamino Oxidasa o DAO actúa durante la digestión y cuanta menos actividad DAO tiene una persona, la capacidad para metabolizar alimentos que contienen histamina como las conservas, la carne de cerdo, los lácteos, el chocolate, el alcohol o los frutos secos disminuye. La respuesta para Ruth estaba en esta rara intolerancia, pero todavía quedaba mucho hasta que ella lo averiguase. Entre los especialistas a los que derivaron a Ruth también se encontraba un psiquiatra. «Me preguntó de dónde creía que me venía el dolor, y claro, yo contesté que no lo sabía. Me prescribió unas pastillas que me iban a ayudar a controlar mi cabeza y así no lo sentiría». Ruth ya no confiaba en lo que le recetaban, así que leyó el prospecto con detenimiento y «descubrí que lo que me había recetado era un antidepresivo que se utiliza en casos de esquizofrenia». Cuenta que se llegó a plantear si ésta podía ser la solución, pero estaba convencida de que no era su cabeza, ella era feliz y sabía que lo que le estaba causando el dolor no era su mente: «No tenía depresión, me la causó tener déficit de DAO y no saberlo».

Ruth se mudó a Barcelona para seguir estudiando. Allí la solución se encontraba más cerca. La rutina de visitas médicas que no le daban una solución continuó hasta que una alergóloga le pidió que se hiciera una prueba de diagnóstico para una enfermedad que ella padecía y cuyo precio ascendía a los 60 euros. «No tenía ni idea de lo que era la histamina, así que comencé a investigar en internet. Me sentí aliviada al saber por fin qué me podía haber estado haciendo la vida imposible durante años, pero a la vez temía que fuera verdad. Leí que no tenía cura y que me iba a acompañar toda la vida».

Llegaron los resultados y Ruth dio positivo. Las pruebas mostraban que sus niveles de actividad DAO estaban por los suelos. Comenzó una dieta muy restrictiva que poco a poco fue siendo más tolerante. Ahora lleva un año haciendo esta dieta y le han dado el alta. Sin embargo, no está curada ya que su enfermedad es genética y los problemas continúan, no sólo los de salud. «Lo que me gasto en comida al mes supera los 200 euros. Mi dieta está compuesta de muchos alimentos que sólo venden en tiendas especializadas y, por ejemplo, la fruta que puedo tomar nunca es de temporada».

A este gasto hay que añadir el suplemento que toma para poder llevar una dieta que no sea tan restrictiva. «Cuando comencé a tomarlo, 30 pastillas costaban unos 80 euros en la farmacia. Me parecía un precio desorbitado, así que lo busqué en internet y lo encontré por mitad de precio, pero porque estaban cerca de caducar». Hoy el precio de este suplemento es mucho menor. Ruth quiere creer que es porque cada vez más personas averiguan qué es la histamina lo que estaba haciéndoles la vida imposible y, claro, «la función oferta-demanda siempre consigue más que el sufrimiento de unos pocos». Puede sorprender, pero el porcentaje de población alérgica al gluten es de un 1%, frente al 15% de las personas intolerantes a la histamina.

Lo que descubrió el investigador Juanjo Duelo, uno de los pocos que trabaja en este área es que existe un denominador común en todos estos alimentos que los médicos prohibían a los que padecen migrañas, una molécula que se llama histamina. La investigación prosiguió, descubrieron que había pacientes diagnosticados con migrañas en los que la histamina exógena, es decir la que no es producida por el cuerpo, no era procesada igual que en otros casos del estudio. «Es una intolerancia que va a peor si el intolerante no ha seguido una dieta predeterminada». Hay a quienes sólo les causa migrañas, a otros les provoca problemas intestinales o dolores de espalda.

Una investigación convertida en empresa

Juanjo Duelo ha fundado DR Healthcare, una compañía biomédica cuyo principal objetivo es investigar todo lo relacionado con el déficit de DAO. La fundación de esta empresa no fue mera casualidad. Comenzó por las afecciones que sufre él mismo. Duelo padece migrañas, su vida profesional y personal la recuerda ligada a los dolores de cabeza como tantos cientos de personas. «En 2007 pensé que era el momento de comenzar un proyecto para promover una investigación que relacionara la nutrición y las migrañas» y así lo hizo. La forma de llevarlo a cabo fue juntar a equipos de investigación que pudieran realizarlo: «Planteamos nuestra hipótesis en el Instituto Ramón y Cajal de Madrid, queríamos montar una start-up con una vocación clara: bucear en la posible relación entre la migraña y la alimentación». El grupo ha descubierto, por ejemplo, que son las mujeres intolerantes las que tienen una menor actividad DAO y que durante los días previos a la menstruación tienen los niveles más bajos.