Brote de ébola

El hombre que relevó a Miguel Pajares

Roberto Lorenzo reabrió en Monrovia el hospital donde trabajó el misionero muerto por ébola hace un año

Roberto Lorenzo con una foto de Miguel Pajares
Roberto Lorenzo con una foto de Miguel Pajareslarazon

Si hay un valor central en los hermanos de San Juan de Dios, ése es la hospitalidad. Llevada incluso hasta las últimas consecuencias. Eso debieron de tener muy presente en el Hospital San José de Monrovia (Liberia) cuando, en plena crisis del ébola, acudió una embarazada con síntomas sospechosos y que había sido rechazada en todos los hospitales a los que había ido. Así, por la hospitalidad, entró el ébola en el lugar donde se contagiarían la hermana Paciencia y el misionero, sacerdote y enfermero Miguel Pajares, de cuyo fallecimiento se cumple hoy un año. El padre Miguel se contagiaría al cuidar al director del centro hospitalario, el hermano Patrick, que luego fallecería; mientras que la hermana Paciencia contrajo el virus al atender luego a Pajares.

Todo se resume en hospitalidad. Lo recuerda Roberto Lorenzo, coordinador de proyectos de la ONG Juan Ciudad, que pertenece a la orden de San Juan de Dios, que preparaba sus maletas para partir rumbo a Liberia cuando conoció el triste fallecimiento del misionero español. Había ido hasta allí más de 15 veces, pero ninguna como ésta. En el Hospital San José ya no quedaba presencia de la Orden de San Juan de Dios –unos habían fallecido y a otros se los habían llevado al centro de tratamiento de Médicos sin Fronteras en Elwa–, y alguien tenía que ir. Tras algún que otro titubeo, al final accedió y el 26 de agosto llegó a la zona caliente del ébola acompañado de un hermano de San Juan de Dios y una religiosa con el objetivo de reabrir el hospital, cerrado desde el 1 de agosto. «Llegamos al hospital y estaba cerrado. Es la primera vez que veo uno así y es realmente impactante. Un hospital tiene vida y allí no había nadie. Eso sí, el recibimiento fue muy llamativo; había mucho agradecimiento», explica.

Aunque Cruz Roja ya había desinfectado una parte del centro, quedaba todavía trabajo. Además, tenían que limpiar las habitaciones de los hermanos y hermanas, cuya residencia se encontraba junto al hospital. También la habitación del padre Miguel Pajares: «Cuando hicimos la limpieza de la residencia de los hermanos, vino un médico especialista en virus enviado por el arzobispado de la zona que nos decía lo que teníamos que desechar o aquello que podíamos mantener. De la habitación de Pajares, que no tenía grandes cosas, sólo salvamos un crucifijo con una virgen que regalamos. El resto lo sacamos todo y lo quemamos». Lo que Roberto Lorenzo no sabía entonces es que una vez desinfectada la residencia, le tocaría dormir en la habitación donde había vivido el misionero. No tenía aire acondicionado como otras, pero tenía dos pequeñas ventanas que hacían corriente. Algo es algo, pensaría Lorenzo, que tiene hermosas palabras para la figura de Pajares: «Era una figura entrañable. Monrovia, a donde llegó en 2007, era su último destino. En los últimos tiempos ya sufría muchos achaques e iba a volverse, pues cuando dejan de sentirse útiles prefieren dejar paso. Era un hombre lleno de vitalidad, una persona ejemplar. Y la prueba de ello es que era muy querido por los enfermos, por los empleados y por todo el mundo».

Tras las desinfecciones, el hospital empezó a recuperar vida, aunque seguía cerrado. Volvieron muchos de los empleados que se habían marchado, así como los tres médicos que se contagiaron y curaron, que por ser inmunes serían de gran ayuda. Roberto hace un inciso para contar el caso de un auxiliar de quirófano musulmán –fallecido este año por otra causa– que se quedó cuidando a los hermanos. Él y otros quince empleados. Con la normalidad los profesionales comenzaron la formación teórica y práctica sobre el ébola y sobre cómo ponerse y quitarse los trajes de protección. Hubo varios ensayos. «En uno de los primeros encontramos fallos por todas partes, así que decidimos ir a Elwa, donde estaba Médicos sin Fronteras, para conocer cómo funcionaba la maternidad y como atender partos tomando precauciones». Y es que la maternidad sería el primer servicio que el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios pondría en marcha. Así se lo habían pedido desde el Gobierno liberiano, con quien mantenían un diálogo fluido. «Fueron días de mucha actividad, pero reconfortantes, porque al principio no había absolutamente nada. A medida que pasaban los meses, se iba recuperando la normalidad», explica.

Así, el 24 de noviembre de 2014, el Hospital de San José de Monrovia volvió a abrir sus puertas, aunque Roberto Lorenzo, uno de los artífices del éxito, ya llevaba una semana en España. Ya habían llegado para hacerse cargo del centro tres hermanos de San Juan de Dios procedentes de Sierra Leona, Togo y Camerún. Desde entonces, se han ido añadiendo a la maternidad otros servicios como el de Pediatría el 2 de febrero pasado, para atender en total a 5.000 personas, la mayoría mujeres y niños, y más de 800 partos, de los que un 40% tuvieron que llevarse a cabo por cesárea al ser de alto riesgo. Ahora trabajan para reabrir las admisiones a pacientes en general y para poner a pleno rendimiento el laboratorio, uno de los servicios más críticos.

Echando la vista atrás, Roberto Lorenzo ve en esa experiencia en Liberia «lo más grande en su vida después de sus dos hijas», aunque la vuelta a España no fue lo más agradable de todo. Se difundió tanto en el colegio de sus hijas como en su comunidad de vecinos que había estado en Liberia y saltó la alarma. Todos preguntaban por él por miedo al ébola. Como mandan los protocolos cuando uno llega de una zona de epidemia, tuvo que estar tres semanas en cuarentena en un piso él solo informando mañana y tarde a las autoridades de su temperatura y estado. Era una manera de asegurar, además, que todo su entorno se quedaba tranquilo. El coordinador de proyectos de Juan Ciudad concluye con una anécdota que en su día omitió por la polémica en torno a Excalibur, el perro de Teresa Romero, que fue sacrificado. «Los hermanos del hospital tenían un perro y allí estaba cuando llegamos. Yo era el encargado de sacarle a pasear cada día. Pensé en mandar una foto, pero preferí no hacerlo». No pasó nada.

El ébola es real

Un año después de la crisis humanitaria, el ébola sigue siendo real. En Liberia, que ha sido declarada libre de la enfermedad, han surgido recientemente nuevos casos aunque controlados, mientras que Sierra Leona y Guinea Conakry siguen su lucha. Desde entonces, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios ha perdido a 18 personas entre hermanos y colaboradores de sus hospitales, que ha tenido que reestructurar. Un esfuerzo al que hay que unir el de la formación del personal y que han elevado muy cuantitativamente tanto los recursos humanos como económicos, que están intentando sufragar a través de la campaña «Paremos el Ébola en África del Oeste», impulsada por Juan Ciudad. El director de la ONG, José María Viadero, lo explica así: «A pesar del dolor y las dificultades, también nos sentimos animados, pues hemos podido superar estos momentos tan difíciles gracias a la generosidad de muchos».