Sociedad

El viaje a Argelia de Susana en busca de sus hijos, secuestrados por su ex marido

Sufrió malos tratos del padre de los niños, que se los llevó a una aldea argelina en 2010 y desde entonces anda luchando sin éxito por recuperarlos. Su ex pareja le acusa de tentativa de homicidio voluntario

Susi Salas, con sus hijos, en una de las pocas ocasiones que su ex marido le ha permitido verlos
Susi Salas, con sus hijos, en una de las pocas ocasiones que su ex marido le ha permitido verloslarazon

Sufrió malos tratos del padre de los niños, que se los llevó a una aldea argelina en 2010 y desde entonces anda luchando sin éxito por recuperarlos. Su ex pareja le acusa de tentativa de homicidio voluntario

Susi Salas acaba de regresar a Londres. Necesita cambiar de aires. Qué digo cambiar de aires, necesita poder volver a respirar. No puede más. Todas sus luchas por ahora y todos sus pasos han sido inútiles, infructuosos...«Me siento sola, pero no puedo tirar la toalla. Se trata de mis hijos, ellos son mi vida. Sin ellos no soy nada», piensa en la soledad de su habitación.

Ha encontrado trabajo, y la actividad laboral le ayuda a desconectar. Tiene solo 36 años, pero el peso que lleva a sus espaldas le hace sentir que tiene muchos más. Ha vuelto a la ciudad dónde comenzó todo, y dónde siente que se partió su corazón y se cumplió su peor pesadilla. Su ex marido secuestró a sus tres hijos y se los llevó a Argelia sin que nadie lo impidiera a pesar de la retirada de pasaportes y de una orden de alejamiento.

Un sonido le hace incorporarse. Acaba de sonar que le ha entrado un mensaje. Acude atropelladamente porque sus hijos solo se pueden comunicar con ella cuando sus amigos, sin que lo sepa su padre, le dejan algún ordenador.

Es Salah Adin, su hijo mediano, tiene 15 años ya. «Qué guapo es», piensa mientras abre el mensaje que le envía, aunque queda muy desconcertada al leerlo.

«Mamá, no des más problemas a papá, yo voy a matarme te lo juro por Alá, ya te he dicho que me iré contigo este verano, deja de dar problemas si me quieres».

Susi Salas llora desesperada. Pero le contesta rápidamente para que pueda leerlo: «Baby qué problema??? Qué pasa?. No sé qué pasa? Dime amor mío, dime...». Su hijo Salah no contestó. De hecho Susi Salas lleva sin ver, ni hablar con sus hijos desde el pasado 26 de febrero.

Sus hijos viven con su padre en un pueblo de Argelia llamado Ain Trab. Está situado a 800 kilómetro de Argel con apenas 2000 habitantes. Es una aldea solitaria, vieja, casi desierta con una población mayor. Las condiciones de vida dejan mucho que desear.

Cuando hace seis años Susi supo que su ex marido había secuestrado a sus tres hijos, dos niñas y un niño, no lo dudó un momento y se marchó a Argelia para intentar recuperarlos. Pero allí, la Justicia argelina le recordó dónde se encontraba y quién tenía allí todas las de ganar. Desde luego, ella no. «Si mi país me hubiese protegido a mí de la misma manera que lo hacen con él no estaría yo en esta situación», exclama enfadada.

«¿Cómo puede ser que dos países como Reino Unido y España permitan que un ciudadano argelino, que había sido denunciado por malos tratos, a mí y a su hija Samara cuando apenas tenía diez años, que tenía una orden de alejamiento y que tenía retirado los pasaportes, se lleve a mis tres hijos que tienen la triple nacionalidad?», se pregunta Susi Salas todos los días.

Pero hasta el momento, los distintos gobiernos han mirado para otro lado. «Ahora tengo que averiguar qué le pasa a mi hijo Salah» piensa mirando el extraño mensaje de su hijo. No lo dudó un momento y escribió un correo electrónico al cónsul de España en Argelia, Cristian Font Calderón, denunciando los hechos y pidiéndole por favor que llamara a las autoridades judiciales para que preguntasen por la situación de sus hijos. Quería saber que se encontraban bien. No se fiaba nada. Nunca su hijo le había hablado así.

Al día siguiente quedó paralizada con la respuesta del Cónsul: «A primera hora de la tarde se puso en contacto telefónico con el Consulado su abogado, para informar de que el próximo 27 de abril tiene que comparecer en la Corte de Guelma y que en caso de incomparecencia se podría dictar una orden de detención.

«Es una sesión criminal que comenzó el pasado mes de febrero y que quedó aplazada para la nueva fecha. Está acusada de tentativa de homicidio voluntario y violación de domicilio». Las cosas siempre pueden empeorar, piensa amargada. Contacta con una abogada argelina y le dice que «si acudes puedes ser detenida y si no vas te van a prohibir la entrada al país y no podrás ver más a tus hijos».

«Dios, Dios sólo un milagro me puede salvar de esto», reza. Y eso que ella ya no cree en nada.

26 de abril. Aeropuerto de Constantina

El avión aterriza sobre las 18:30. Cuando enciende el teléfono no da crédito a los mensajes que ha recibido de su abogado, Mahdi Djabari. Siendo sinceros, nunca le agradó, pero es el único que quiso hacerse cargo de su caso: «No voy a asistir al juicio si no me ingresas 2.000 libras», le dijo. No puede ser verdad que me ocurra ahora esto....Le contesta: «En estos momentos tengo en el bolso 1.000 libras. Te prometo que en dos días te doy las otras 1.000».

Mientras espera la respuesta mordiéndose las uñas, vuelve a escribir al Cónsul pidiéndole que la acompañe al día siguiente a la Corte de Guelma. Coge un taxi y con los nervios a flor de piel y temiendo lo peor, que la detengan, se dirige al Hotel Sabri en Annaba.

Antes de llegar al Hotel recibe la respuesta de su abogado: «¿qué pasará si mañana la meten en la cárcel? Nadie podrá pagarme».

Estoy en Argelia acusada de tentativa de homicidio voluntario ,violación de domicilio, y sin abogado. Esto pinta mal, muy mal pensó Susi. Comenzó a sentirse mal, tenía el cuerpo cortado.

Llegó al hotel, que por cierto estaba muy bien siendo Argelia, y llamó al cónsul. El miedo se instaló en su cuerpo. No le había contado a ninguno de sus hermanos que viven en Londres el juicio al que se enfrentaba en un país tan adverso. Desde la embajada la tranquilizaron: «el secretario de la Embajada tiene audiencia con el presidente de la Corte a las 12 y su juicio es a la una. Consideramos que van a aceptar un aplazamiento para que tenga la oportunidad de defenderse».

Siete horas en prisión

A las diez de la mañana, Susi acudió a la corte de Guelma. Iba acompañada por dos trabajadores de la Embajada española. De repente, un policía se acercó a Susi y sin mediar palabras la esposó y se la llevó a los calabozos. La celda era pequeñísima. El olor insoportable. En el reducido espacio se encontraban al menos 35 mujeres y un niño pequeño. «Me dio un ataque de ansiedad fortísimo y eso que me había tomado dos tranquilizantes antes de salir del hotel».

La sevillana no paraba de preguntarse si ya no saldría en libertad. «Me preocupa mucho mi hija Samara, que va a cumplir 18 años en mayo y la voy a perder. Qué pensarán mis hijos cuándo se enteren de la detención». Las horas se le hacían eternas.

A las 14 horas comenzó el juicio. El Tribunal pretendía dejar a Susi Salas en prisión preventiva. La presión ejercida por la Embajada fue crucial para su puesta en libertad. Eso y la falta de pruebas contra ella. A las cinco de la tarde salió de la prisión y pensó que, «a pesar de todo, al amanecer sale el sol». El juicio ha quedado aplazado sin fecha. El Consulado le ha buscado un abogado que luche por ella y que la ayude a recuperar a sus tres hijos.

El comienzo de todo

Hoy es el Día de la Madre. Y la gran mayoría de las madres recibirán algún detallito por parte de sus hijos. Una flor, un dibujo, un beso...casi todas. Susi Salas no será una de ellas. Su ex marido secuestró a sus tres hijos el 6 de marzo del 2010 y se los llevó a Argelia. Desde entonces lleva luchando sin éxito con uñas y dientes por intentar recuperarlos. «He agotado todos los medios judiciales. No hay autoridad judicial en España e Inglaterra que no me conozca. Por favor que alguien me ayude», dice con la voz rota llena de desesperación.

Susi apenas tenía 17 años cuando trabajando conoció al que se convertiría en su marido. Era argelino. «Lo conocí en un hotel. Empezó a acompañarme a casa a la salida del trabajo». Él comenzó a pedirle que se casaran porque su religión no le permitía tener novia. Ella enamorada, aceptó. En realidad, el matrimonio que habían celebrado no tenía efecto legal en Europa.

Los padres de Susi, cuando se enteraron de que se había casado y que él era árabe, la obligaron a dejarlo. Entre otras cosas porque Susi todavía era menor. Ella no quería y, para evitarlo, planeó con su marido escaparse de casa y quedarse embarazada.

Y así ocurrió. Susi se quedó embarazada de su hija Samara. Susi no escuchó a nadie. Hoy todavía se lamenta por ello.

Cuando la niña era pequeña no tuvo problemas. Incluso recuerda que fue feliz. Pero al año y medio todo cambió. La primera paliza llegó el día que unos vecinos la invitaron a una barbacoa. «No sabes cómo reaccionar. Te quedas fría. Te metes en la cama y lloras».

«Luego te piden perdón, y como lo quieres perdonas e incluso piensas que tú tienes la culpa», cuenta Susi casi sin fuerza en la voz. Para que hubiera paz en la casa, y después de tener a sus otros dos hijos, adoptó la doctrina musulmana como medio de vida. «Desde el primer día, tenía muy claro que él no iba a permitir un divorcio. Si me divorciaba no iba a tener a mis hijos». Por este motivo, Susi aguantó palizas durante años. Pero todo cambió cuando un día su ex marido pegó a su hija mayor, Samara, por estar escuchando música con su primo en la habitación de casa.

Lo denunció. Se marchó a una casa de acogida. Pero él no se rindió hasta localizarla y llevarse a sus hijos de Londres Argelia.

Pensó que los malos tratos eran una pesadilla, pero no... «Lo peor es saber que están vivos, pero que tú no puedes abrazarlos, que por las mañanas no vendrán a despertarte a la cama, que te pierdes la caída del primer diente de tu hija. Los echo tanto de menos.... Y lo peor es que yo sé que no están bien. Suspenden, no van bien en el colegio. Su padre no los atiende en condiciones...».

Por ese motivo, «voy a llegar hasta el final, no los voy a dejar abandonados».