Accidente de tren en Santiago

«Francisco está ido, pero dudo de que piense en suicidarse»

La Razón
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Una conversación entrecortada, amasada por silencios incómodos y eternos. Con la mirada perdida, envuelta en el aire de irrealidad que se respira en la habitación donde se encuentra ingresado Francisco José Garzón Amo, el maquinista del maldito Alvia 151 logra a duras penas seguir el hilo de cuanto ocurre a su alrededor. Algunos compañeros se han acercado a darle ánimos. LA RAZÓN logra conversar con uno de los pocos testigos de la visita, en la que están presentes también varios familiares, entre ellos la madre de Francisco José. Aseguran que se evita hablar en todo momento de las circunstancias que rodean al accidente. De si, efectivamente, el maquinista –nacido en Monforte de Lemos hace 52 años– entró en la curva de A Grandeira a 190 kilómetros por hora (el doble de la velocidad permitida).

«Está muy , muy afectado. En estado de "shock". Ido, como dices tú», explica a este diario una de las escasas personas que han logrado traspasar la puerta de esa habitación del Hospital Clínico de Santiago, vigilada como consecuencia de la imputación por «imprudencia» que pesa sobre él en relación con el mortal siniestro.

«No ha manifestado nada sobre cómo ocurrió el accidente, simplemente ha agradecido nuestra presencia y nos ha pedido que trasladáramos al resto de compañeros maquinistas los mensajes de apoyo que está recibiendo», añade esta fuente. No hay tiempo para mucho más. La visita es breve y los compañeros ofrecen al maquinista todos los medios jurídicos a su disposición antes de despedirse. El pesar atrapa a todos ellos al salir por la puerta. El testigo de esta visita resopla mientras explica por teléfono la situación. «No creo que sea consciente de lo que dijo o dejó de decir tras el accidente, suponiendo que dijera algo. Tampoco que sea consciente ahora. Está en "shock", aunque no creo que tanto como para pensar en suicidarse».

En la calle, sus compañeros ya han recogido 22.000 firmas «para que no se condene sin pruebas» a Francisco José y sostienen que el tramo en el que se produjo el accidente requiere un cambio «brusco» de velocidad, de 200 a 80 km/h, sin que haya ningún sistema que fuerce a frenar ni advierta del riesgo. «De 200 a 80 son 120 kilómetros de diferencia, creo que es un descenso muy brusco para que no esté señalizado de alguna forma que te obligue a bajar la velocidad», explicó ayer Manuel Mata, un maquinista que realiza la misma ruta que del convoy siniestrado.