Trasplantes

Juan Carlos García-Valdecasas: «Hay que proteger a los donantes»

El jefe del Servicio de Cirugía General y Digestiva, Hepatobiliopancreática y Trasplantes del Hospital Clínic pide para quienes donan compensaciones fiscales y atención sanitaria al máximo nivel.

Juan Carlos García-Valdecasas
Juan Carlos García-Valdecasaslarazon

El jefe del Servicio de Cirugía General y Digestiva, Hepatobiliopancreática y Trasplantes del Hospital Clínic pide para quienes donan compensaciones fiscales y atención sanitaria al máximo nivel.

Hace ya más de 30 años que se llevó a cabo el primer trasplante hepático en España. ¿Cómo han cambiado las cosas desde entonces?

–Una barbaridad. En estos momentos, hacer un trasplante de hígado no tiene nada que ver. En aquel entonces, las transfusiones sanguíneas se situaban en un volumen de cinco, seis y ocho litros por trasplante y en la actualidad, rara vez se transfunde a un paciente y, si se hace, la media de unidades que se transfunden es de tres. Además, el trasplante dura menos, tiene mucha menos magnitud como intervención quirúrgica y el curso postoperatorio es sensiblemente más sencillo.

–Entonces, ¿ha mejorado significativamente la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes?

–Ha mejorado la supervivencia. Hasta el año 1988, los resultados eran razonablemente buenos, pero es a partir del 88 cuando éstos son muy buenos y esos resultados se han mantenido. Hemos mejorado porque hemos pasado de un 85% de supervivencia al año en 1988 a un 90 o 93% en la actualidad, pero en los últimos 30 años, lo que ha cambiado más es todo el contexto del paciente trasplantado, que es mucho más favorable hoy en día.

–Su equipo ha completado ya más de 2.000 trasplantes, pero éstos son insuficientes ya que aún hay lista de espera. ¿Es en este contexto en el que se justifica el trasplante de donante vivo?

–Mientras haya mortalidad en la lista de espera, porque hay pacientes que no pueden ser trasplantados, está justificado cualquier medio para intentar conseguir más hígados para trasplantar. Desde luego, el donante vivo es una posibilidad real, cuyos resultados son muy buenos, pero no es el único medio. Yo creo que lo que se llama «a corazón parado» es quizá la forma más eficaz de aumentar la donación en el mundo. Y en España, que es un ejemplo en donación, ha aumentado de forma muy significativa la donación a partir del donante a corazón parado, que ha llegado a ser de 50 donantes por millón de población.

–¿Cómo es esta donación a corazón parado?

–Hay dos tipos de donantes de estas características, principalmente. Uno de ellos es aquel individuo que fallece en la calle, se mantiene su reanimación hasta llegar a urgencias y una vez allí se certifica la muerte. El otro grupo de donantes de este tipo serían aquellos individuos que están en las Unidades de Cuidados Intensivos, cuyo pronóstico es infausto y la familia decide aplicar la limitación terapéutica. Una vez que estas personas han fallecido tenemos los medios suficientes para poder recuperar de ellas muchos órganos.

–¿Cuáles serían las ventajas e inconvenientes de cada uno?

–El donante cadavérico de 45 años es el donante ideal, pero éste es una excepción, ya que no representa más del 5% de los donantes que utilizamos, y básicamente el donante cadavérico actual es mayor de 65 años. Quizá ese sería el mayor inconveniente del donante cadavérico, aunque los resultados que tenemos con este tipo de donantes también son muy buenos. En cuanto al donante vivo, el mayor inconveniente es que se somete a otra persona a un riesgo quirúrgico objetivo: el riesgo de mortalidad es del 0,2% y uno de cada cuatro donantes sufre complicaciones. Por último, el donante a corazón parado tiene como inconveniente que son injertos con una función hepática algo más ajustada, lo que hace que los resultados no sean los mismos. Estamos luchando para que esto cambie. De hecho, la metodología que empleamos nosotros, que forma parte del modelo Barcelona, que consiste en la recirculación de estos individuos con sangre durante dos horas para poder recuperar los órganos, convierte a estos injertos en buenos órganos para trasplantar.

–Sobre el trasplante a partir de donante vivo, ¿habría que proteger a estos donantes por ser personas que se ponen en riesgo para salvar a otras?

–Ahora, el doctor Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), ha sugerido la protección del donante, algo que nosotros ya propusimos hace más de diez años. Incluso aquí, en Cataluña, tuvimos conversaciones con Convergència para poder implementar tres aspectos que creo básicos, pero desgraciadamente las elecciones llevaron al fracaso esas conversaciones. Al donante hay que protegerlo porque es la única persona que no recibe nada por el trasplante y, en cambio, es sometido a un montón de riesgos. Desde el punto de vista laboral, tendría que recibir por parte del Estado un tratamiento similar al de las mujeres embarazadas manteniéndoles el 100% del sueldo e impidiendo que se les pueda despedir. Además, habría que garantizarles de por vida una asistencia sanitaria al máximo nivel, puesto que esa cicatriz que les queda les va a condicionar cualquier tipo de seguro privado. Y en tercer lugar, sería necesaria una compensación fiscal, porque con su donación devuelve a una persona que va a tener una actividad y, por lo tanto, va a ser útil. Y no hay que tener miedo, porque al año puede haber un total de 20 donantes vivos entre riñón e hígado y eso no debe suponer mucho dinero.

–Además, también existe el trasplante dominó. ¿Es ésta una cirugía exclusiva del hígado?

–Sí, y además sólo tiene lugar en el contexto de una enfermedad concreta, la de Corino Andrade, que se caracteriza por acumular una proteína en los nervios motores autonómicos, lo que debilita la capacidad de la persona, normalmente a partir de los 30 años. Este hígado es un hígado normal y si entendemos que la sintomatología va a aparecer a partir de los 30 años, se puede colocar en individuos de 50 años y permitiría que éstos no fallecieran en la lista de espera y vivieran con este órgano durante 30 años asociados a ninguna sintomatología. Esto es lo que se llama trasplante dominó: el paciente recibirá un órgano cadavérico y el segundo paciente recibiría el órgano del paciente afectado de esta enfermedad.

–Así pues, ¿el hígado es un órgano muy especial?

–Sí, tiene una capacidad de regeneración enorme y a la persona que le quitas hasta un 70%, el 30% restante es capaz de funcionar, recuperarse y regenerarse. Hasta tal punto que en tres meses adquiere un volumen muy parecido al que tenía.

–¿Hacia dónde va la investigación?

–Sobre todo hacia el desarrollo de órganos similares, artificiales, a la creación de órganos vivos. Aunque para eso queda mucho. En los próximos años el reto, además, es establecer los tratamientos adecuados y eficaces para que cada vez menos pacientes tengan la necesidad de un trasplante de hígado. En la prevención está el futuro de la medicina y mientras tanto, el trasplante tiene unos resultados extraordinarios y muy difíciles de mejorar. Tenemos un tratamiento inmunodepresor extraordinariamente eficaz, que cada vez hace menos daño al paciente y coloca al paciente en una esperanza de vida parecida a la de la población normal pese a estar trasplantado.