Conflictos laborales

«Karoshi», trabajar hasta la muerte

Llegó a trabajar hasta 105 horas extra al mes, con jornadas maratonianas en las que salía a las cinco de la madrugada. Con 24 años se tiró por la ventana.

Matsuri Takahashi (a la derecha), de 24 años, se tiró por la ventana para escapar de su infierno laboral.
Matsuri Takahashi (a la derecha), de 24 años, se tiró por la ventana para escapar de su infierno laboral.larazon

Llegó a trabajar hasta 105 horas extra al mes, con jornadas maratonianas en las que salía a las cinco de la madrugada. Con 24 años buscó una triste salida a su infierno laboral.

Llegó a trabajar hasta 105 horas extra al mes, con jornadas maratonianas en las que salía a las cinco de la madrugada. Un esfuerzo hercúleo ante el que sólo encontró una salida: se tiró por la ventana. Así acabó sus días Matsuri Takahashi, de 24 años. Ahora, su empleador, el gigante nipón de la publicidad Dentsu, está en el punto de mira. O, mejor dicho, sobre él se mantienen las sospechas de que hace trabajar demasiado a su personal. Y eso que ha tenido hasta diez inspecciones en diez años con pocos resultados.

De poco ha valido que su presidente,Tadashi Ishii, pidiese públicamente disculpas. El «karoshi», trabajar hasta morir, es un fenómeno social identificado en Japón desde el año 1987, cuando el Ministerio de Salud empezó a recopilar estadísticas. Ahora, la legislación laboral japonesa establece que las jornadas de trabajo no deben superar las 40 horas semanales.

La familia de Takaha-shi había denunciado que la compañía forzó a la empleada a anotarse menos horas de las trabajadas en realidad. Se permite el subterfugio de que se trabajen horas extra siempre que haya un acuerdo previo entre empleador y trabajador. No obstante, la normativa señala que los empleados no deben trabajar más de 80 horas suplementarias al mes (anteriormente el límite se situaba en 100 horas), y contempla medidas de control y sanciones para las empresas que superen este techo. Unas medidas poco efectivas si tenemos en cuenta que la disponibilidad de los empleados para acatar cualquier decisión de sus jefes ha funcionado de freno a las iniciativas de acortar las jornadas de trabajo.

En el origen de todo está que los japoneses asimilaron la empresa a una familia que exige fidelidad, devoción y esfuerzos incondicionales. Ahora, ante el envejecimiento de la población y una opinión pública que no quiere mano de obra inmigrante, las cosas han cambiado. El Estado y la sociedad se han vuelto en contra de esos excesos. El cuerpo ya no da más de sí.