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Los «bitcoins», la nueva tapadera de la droga

La Policía investiga la venta de sustancias en internet a través de la moneda virtual. Los traficantes se sirven de anuncios por palabras

Los «bitcoins», la nueva tapadera de la droga
Los «bitcoins», la nueva tapadera de la drogalarazon

El pasado mes de octubre, el FBI cerró el portal web Silk Road, conocido como el «eBay de la droga». Fue detenido su propietario y fundador Ross William Ulbritch, acusado, entre otros delitos, de vender estupefacientes on-line, y se requisó la nada despreciable cifra de 26.000... «bitcoins». El portal permitía a miles de traficantes de todo el mundo distribuir su mercancía y, de paso, blanquear grandes cantidades de dinero. Pero todas las transacciones se realizaban con esta moneda virtual, creada en 2009 de forma prácticamente anónima en la red –se desconoce a día de hoy el verdadero nombre de su artífice–, con vistas a saltarse las transacciones bancarias en las relaciones comerciales, todavía en proceso de regulación en muchos países –EE UU debate ahora su tratamiento fiscal– y que, a día de hoy, ha logrado capitalizar una cantidad superior a los 4.300 millones de euros, lo que supera el PIB de muchos países. Siguiendo la estela de Silk Road, la posibilidad de aprovechar el anonimato de la red para acometer actividades ilícitas tampoco ha pasado desapercibida en nuestro país.

La Policía Nacional investiga en estos momentos la compraventa de droga a través de transferencias entre cuentas de «bitcoin». De momento, se han localizado a varios vendedores que se publicitan a través de anuncios por palabras on-line, como Loquo Madrid o milanuncios.com. «Vendo coca, heroína y MDMA de calidad. Envía un email al anunciante»; «Vendo coca. Pura cien por cien»... dicen algunas de las publicidades. Lo cierto es que, aunque se limitan a la venta de dosis y no de grandes cantidades, la «fórmula» parece estar calando: en algunos casos, se llega a superar los cien envíos semanales, con varios de ellos al extranjero.

Según explican fuentes policiales a LA RAZÓN, al comprador interesado le basta contactar con el vendedor a través del e-mail del anunciante. En ese instante, es cuando se concretan las condiciones de pago, la apertura de una cuenta en «bitcoins» y la posterior transferencia. Posteriormente, se produce un envío de la dosis en correo certificado. Para evitar posibles detecciones o un deterioro durante el transporte, la cocaína viene envuelta en varios forros, mientras que las pastillas se encuentran envasadas al vacío. Con todo, y como subrayan los agentes, los «traficantes on-line» no le venden a cualquiera: es necesario que el comprador esté avalado por otro.

Pero, ¿por qué en «bitcoins»? Al no dar la cara, es complicado llegar al vendedor. Además, las «wallets» (carteras) de los usuarios de la divisa virtual están encriptadas, lo que provoca un arduo trabajo informático. La tarea de los agentes a la hora de detectar este tipo de webs y anuncios es titánica. No en vano, son miles los anuncios y páginas en castellano que pueden encontrarse a día de hoy en la web publicitando la venta de droga. Además, aunque la página esté en español, la dirección IP del ordenador puede pertenecer a otro país, por lo que, judicialmente, es complicado llegar hasta el último responsable.

¿Cómo funciona el ecosistema «bitcoin»? Como explica Jorge Ordovás, «blogger» –aunclicdelastic.com–, consultor senior y responsable del servicio de desarrollos financieros de Telefónica, la forma más sencilla de entrar en este universo sería la siguiente: el entorno donde se cambian dólares o euros por monedas virtuales son las casas de cambio existentes en internet, en las que el usuario abre una cuenta, «a efectos prácticos, como lo haría en un banco»; debe enviar un DNI y un recibo para que quede constancia de cuál es su domicilio; una vez que se tiene esa cuenta abierta, se realiza una transferencia desde el banco en España hasta el banco con el que opera la casa de cambio –Bitstamp, una de las principales en Europa, trabaja con un banco esloveno–; cuando la transferencia se realiza, el cliente ya cuenta en su saldo de la casa de cambios con el importe en euros que ha traspasado; y así, ya puede disponerse a comprar «bitcoins» y a guardarlos en la «wallet», una aplicación que se descarga en el móvil y que sería el «monedero» de estas divisas. A día de hoy, un «bitcoin» equivale en torno a 500 dólares –unos 363 euros– y circulan unos 12,5 millones de monedas. Los usuarios no compran en unidades, sino por un valor completo con todos sus decimales.

Redes P2P

«Cuando tú compras o vendes «bitcoins» en las casas de cambio, estás identificado con nombres, apellidos y DNI. La compraventa no es anónima», aclara Ordovás. Y tampoco la transferencia de una cuenta a otra. «Todas las transferencias son públicas y consultables por cualquier persona que tenga conexión a internet. Cuando se realiza una transacción entre dos personas, esa transacción se emite a la red de «bitcoin», que es una red P2P (Peer to Peer). Todas las personas conectadas a la red de «bitcoin» pueden ver un libro de cuentas con todas las transacciones que se han realizado: el origen, el destino, el importe, el momento en que se ha realizado...», añade.

Entonces, ¿pueden las autoridades tener acceso a las cuentas de «bitcoin» si sospecha que detrás hay una actividad ilegal? Al existir un listado con nombres y apellidos de los usuarios en las casas de cambio, puede verse cómo van pasando esos «bitcoins» hacia otros monederos y trazar así todo el flujo de capital. «Es perfectamente público y es posible trazar en tiempo real cómo es el flujo monetario entre dos usuarios. Se puede realizar ese análisis entre cuentas y perseguir pagos extraños hasta llegar a uno de los usuarios que se tiene identificado», afirma Ordovás.

Pero otro problema diferente es acceder a la «wallet» del usuario. Algo que se manifestó en el caso de Ulbritch y Silk Road. «La Policía tuvo que esperar a que estuviera en su casa con el monedero activado. El monedero tiene una clave y está cifrado. Es similar a si tienes un número secreto del banco. Ahí fue cuando le detuvieron», relata. Hay que tener en cuenta que, cuando accedemos a nuestras cuentas en la página web de nuestro banco, el cifrado que sustenta la comunicación con nuestro navegador es de idéntica naturaleza al que sustenta la seguridad en el ecosistema «bitcoin». «Y saltarse eso es complicado», dice el experto.