Ciencia y Tecnología

Blade, un deportivo «low cost» fabricado con una impresora 3D

Coches, casas, prótesis o joyas de chocolate; el 3D vive un boom que algunos expertos consideran una burbuja tecnológica poco eficiente aún, también en cuanto a consumo de plástico. Y mientras termina de afianzarse, otros ya la creen obsoleta. El 4D quiere conquistar el tiempo con materiales capaces de repararse y adaptarse al entorno

La idea de su creador es vender microfábricas como si fueran una franquicia, donde cada propietario pueda fabricar una cantidad limitada de estos coches
La idea de su creador es vender microfábricas como si fueran una franquicia, donde cada propietario pueda fabricar una cantidad limitada de estos cocheslarazon

Coches, casas, prótesis o joyas de chocolate; el 3D vive un boom que algunos expertos consideran una burbuja tecnológica poco eficiente aún, también en cuanto a consumo de plástico

Blade es todo un cochazo a simple vista. Además, la empresa que lo ha construido afirma que se trata de un modelo «low cost» hecho en una impresora 3D. El enésimo modelo aunque con una interesante carta de presentación, ya que su chasis pesa un 90 por ciento menos que el de cualquier otro automóvil de su gama (sólo pesa 635 kg). Cuenta con un motor de 2,4 litros y funcionaría tanto con gasolina (para una autonomía de 400 km) y con gas (para 100 km adicionales).

Comida 3D, bolsos, deportivos, casas, bustos de persona hechos a partir de un scaner, incluso impresoras 3D que producen nuevas impresoras... ¿vamos a poder construir todo esto en casa? Tentador, pero no hay que dejarse engañar. Lo que ocurre es que «la tecnología se conoce desde los 90 en el sector industrial, en la automoción y el aeronáutico, con el nombre de prototipado rápido. Lo que ha cambiado es el entorno, porque en 2006 la patente de la máquina de deposición capa a capa de hilo fundido caducó. Un grupo de la Universidad de Londres tuvo en ese momento la idea de coger esa tecnología para desarrollar máquinas más pequeñas que se pudieran usar en casa. Al convertirse en un desarrollo de código abierto se popularizó y empezó a llamarse impresión 3D», explica Xavier Martínez Faneca, manager de BCN 3D Tecnologies, la spin off dedicada a impresión 3D de la fundación CIM de la Universidad Politécnica de Cataluña.

La llave de lectura de este coche la da la propia empresa. Sólo se han fabricado en 3D unas 70 piezas con un peso de menos de 45 kilos, el resto son componentes de muchos proveedores. «Lo que se ha impreso en este coche son las uniones en metal, algo que está muy bien para validar el modelo y hacer piezas de formas particulares que de otra forma son imposibles, pero es una aplicación industrial más que permitiría producir pocas decenas de algunas piezas especiales. Asistimos a una burbuja tecnológica en la que parece que se va a construir de todo en 3D», opina Martínez. Una burbuja para la que ya hay cifras. Se estima que el crecimiento anual de este mercado es de alrededor del 30 por ciento. Si ahora supera los 3.700 millones de euros, en los próximos cinco años esta cantidad se disparará hasta los 19,200 millones, según varios estudios de consultores de EE UU.

Otro de los sectores donde más se está investigando, trabajando o tejiendo titulares es el de las casas. El año pasado, una empresa china afirmaba haber construido diez chalets adosados; en sólo 24 horas ya podían ser habitadas, gracias a la utilización de una mezcla de cemento de secado rápido y residuos mineros. Estos días es un grupo de investigadores de la Universidad de Umea en Suecia (aunque hay proyectos por todas partes, también en España) quienes se han lanzado a construir con celulosa y en este tipo de impresoras. El proyecto de nombre Sliperiet se está desarrollando en un centro que se ha abierto en el seno de la propia Universidad y el objetivo es empezar a construir puertas y objetos pequeños para de ahí pasar a las paredes y finalmente construir una casa entera que estará en exposición, o eso se espera, hacia 2018. «La innovación más grande es que reúne a los sectores de la construcción y la madera con las industrias creativas y la investigación académica con la intención de analizar la nueva lógica industrial de la personalización masiva y la reducción de los costes de producción», explica Linnéa Therese Dimitriou, directora creativa de Sliperiet.

Microfábricas

Los expertos coinciden en señalar que la impresión 3D ha hecho mucho más ruido del que merece el desarrollo tecnológico, es decir, que por mucho que parezca que todo el mundo se va a poder imprimir su coche en casa, la tecnología está aún muy verde y no dará para tanto. El principal problema está en el tiempo que necesitan para imprimir. Y, aunque existen muchos modelos que van desde el ferrari al utilitario en esto de la impresora, el tamaño de lo que ahora se puede imprimir es relativamente pequeño. Lo cual, por otra parte, abre una interesante puerta al mundo de las reparaciones. «El ejército de Estados Unidos está tratando de imprimir pequeñas piezas y quizá sea una buena solución para imprimir recambios caseros de electrodomésticos que ya no tienen garantía o para hacer bricolaje. De momento, el uso de materiales también es limitado. Se trabaja sobre todo con polímeros porque no necesitan calentarse mucho», explica José Ygnacio Pastor, catedrático del departamento de Ciencia de Materiales de la Universidad Politécnica de Madrid.

Como señala Dimitriou la impresión 3d parece que va a cambiar la industria de fabricación; mientras que ahora las grandes fábricas se concentran en algunas zonas del planeta, en un futuro la tendencia será la opuesta, pequeños talleres a kilómetro cero por así decirlo, con el consiguiente ahorro de emisiones por transporte. En Barcelona por ejemplo, existen ya tres ateneos de fabricación, « y hay planificado uno por cada distrito», afirma Martínez.

Algo que parece confirmar Divergent Microfactories, la constructora del bólido de la imagen, ya que la intención de su presidente es tener una fábrica en marcha en 18 meses, demostrar que su invento funciona y vender su fórmula a empresarios que quieran tener sus propias plantas por unos cuatros millones de euros y con capacidad para producir unos pocos cientos de unidades. También señala otra posibilidad y es que parte de las piezas de coches poco contaminantes, como el eléctrico ,se realicen en 3D con lo que no se sumarían emisiones antes de empezar a circular, es decir, durante la fabricación.

Este es quizá uno de los futuros más prometedores de la impresión 3D y quizá evite el problema de que estos aparatos creen una nueva necesidad en los ciudadanos y se transformen en el nuevo electrodoméstico de casa. Un nuevo aparato que consume nuevo plástico para producir objetos a placer. Sin embargo, si la economía circular es una apuesta seria quizá se vean en un futuro cada vez más reprografías o bibliotecas de objetos que no se usan todos los días, como las taladradoras, para uso compartido. Una solución que se está empezando a extender.

4D, la última frontera

El 3D todavía está lejos de ser una realidad y ya parece algo anticuado para algunos expertos. La verdadera revolución llegará con el 4D, es decir, cuando además de las dimensiones espaciales se conquiste la del tiempo. Algunos experimentos de biomedicina, como las prótesis personalizadas adaptadas a cada paciente y capaces de adaptarse al crecimiento del cuerpo, demuestran que existen materiales y estructuras que pueden ser programadas para reaccionar a las condiciones de su entorno (incluso, se han impreso cuerpos de niños en 3D con y si tumores para que los médicos puedan practicar antes de operar).

Y no se queda aquí, «una capa de cuatro milímetros impresa en 3D de nano-gel tiene el efecto aislante de una tabla de madera de 400 mm de espesor, y una mezcla de hormigón que contiene nano-tubos de carbono es cinco veces más fuerte que el convencional, lo que permite construcciones más ligeras y delgadas. La impresión en 3D puede permitir un uso de materiales muy local. Esto está siendo estudiado por la NASA y la Agencia Espacial Europea que están buscando imprimir en 3D bases extraterrestres utilizando el material disponible en el sitio», apunta Dimitriou. Un futuro prometedor que sin embargo, Pastor matiza: «los materiales que cambian de forma por efecto térmico o que se reparan se llevan estudiando 30 años y aun sin la impresión 3D de por medio, las aplicaciones son muy limitadas, entre otras cosas porque son muy caros. Aquí el tema principal es imprimir barato, es decir, fabricar barato».