Mascotas

Te doy mis ojos

Nunca la palabra «lazarillo» tuvo tanto significado. Zen llegó a la vida de Hoshi, un esquimal ciego, para darle luz. Le guía a todas partes y su dueña asegura: «A día de hoy, se deben todo el uno al otro».

Te doy mis ojos
Te doy mis ojoslarazon

Nunca la palabra «lazarillo» tuvo tanto significado. Zen llegó a la vida de Hoshi, un esquimal ciego, para darle luz. Le guía a todas partes y su dueña asegura: «A día de hoy, se deben todo el uno al otro».

Lazarillo. Dícese de la persona o animal que guía o acompaña a otra necesitada de ayuda. En este caso la definición debería modificarse por animal que acompaña a otro animal.Pauline Pérez tuvo que enfrentarse hace cuatro años a una de las decisiones más difíciles de su vida. Su perro Hoshi, un esquimal americano, empezó a perder de forma progresiva la poca visión que le quedaba. Llevaba junto a su dueña desde que era un cachorro, pero al cabo del tiempo, los problemas empezaron a aparecer con la edad. Hoshi padecía ceguera en un ojo y sufría de glaucoma severo, además de lidiar con infecciones crónicas e inflamación como consecuencia de la vejez. Pero fue al poco tiempo de adoptar a Zen cuando la luz se apagó por completo en la vida del esquimal. Pero la llegada de Zen fue como «un regalo divino para guiar a Hoshi en la oscuridad», cuenta a LA RAZÓN Pauline. El pomeranian se convirtió en los ojos y esperanza de Hoshi.

«Cuando decidí adoptar no era con el propósito de encontrar un perro guía, sino, más bien, para buscarle un compañero de vida», asegura Pauline. Para esta «madre adoptiva», fue sin duda obra del destino que estos dos canes se econtraran. El pequeño pomeranian apareció en unos de los momentos más duros y necesarios para Hoshi. Tras visitar a varios veterinarios y concluir que no había signos para pensar que la salud del animal empeoraría, a pesar de su ceguera y las molestias que ésta le causaba, llegó el momento de plantearse la cirugía. La «enucleación» es una operación por la cual se procede a eliminar de forma completa el globo ocular y al cierre permanente de los párpados. Esta determinación se lleva a cabo en circunstancias en las que el ojo queda irrecuperable y provoca un dolor prácticamente imposible de tolerar. Parecía ser la única alternativa para que la calidad de vida del pequeño Hoshi mejorase.

«Fue una de las decisiones más complicadas que tuve que tomar. En mi corazón, él es como mi hijo, y todo lo que quería era que no sufriera», relata una emocionada Pauline.

Su perfil de salud, a pesar de la ceguera, era inmejorable. Todo lo contrario al caso de Zen. El lazarillo llegó en 2014 con el corazón agrandado , un edema pulmonar y la tráquea estrechada. «A pesar de las complicaciones sigue viviendo y amando la vida al máximo». Y no sólo eso, poco sabía su dueña del papel relevante que acabaría jugando en la vida de Hoshi. Especialmente durante su viaje en la recuperación.

«Ha sido siempre un perro muy activo, por lo que tener a alguien en su vida que es tan aventurero como él es realmente un regalo. Juntos han explorado el noroeste del Pacífico y el noroeste del interior, que van desde la garganta de Columbia a la costa de Oregón».

Estos dos animales han revolucionado las redes. Internet está repleto de fotografías que relatan el día a día de ambos. Pauline también creó para colgar las emotivas imágenes de los dos amigos peludos. Incluso, se han escrito dos libros sobre ellos: «Una amistad mullida» y «Las aventuras de Hoshi y Zen».

Pero más que se refieran al pomeranian como un guía, a Pauline le gusta más que se les reconozca como lo que realmente son, amigos. «Y los amigos cuidan el uno del otro».

«Se convirtió en su mejor amigo, socio, alma gemela y viceversa. Ni siquiera tenía entrenamiento oficial ... Se unieron y comenzaron a trabajar como un equipo, para navegar y explorar senderos y parques».

A día de hoy se deben todo el uno al otro. Cuando el estado anímico de Hoshi no le permitía apenas probar bocado, y todo se tiñió de negro para el can, Zen fue la paleta de colores que pintó de nuevo la vida del animal, recordándole que todavía quedaba una esperanza para él y para su dueña. Lo hacen todo juntos. Duermen, comen y cuando hay extraños cerca, Zen alza la voz en señal de protección y alerta, para que Hoshi sepa lo que sucede en todo momento. Del mismo modo que un solo ladrido le indica cuando es la hora de salir a pasear o de darse un atracón.

«Creo que todo sucede por una razón. Justo cuando la condición de los ojos de Hoshi empeoraba Zen fue abandonado», relata emocionada Pauline. Como decía Martin Luther King: «Fe es dar el primer paso, incluso cuando no veas la escalera entera».