Violencia de género

Sí, Juana una vez fue feliz

Tenía una tienda ecológica, La huerta de Pascual, en Granada, que cerró por la crisis. Tras ese batacazo accedió a irse a Italia con Francesco, donde comenzó la pesadilla

Juana Rivas en la tienda de productos ecológicos que tenía en Granada, que hoy es una farmacia
Juana Rivas en la tienda de productos ecológicos que tenía en Granada, que hoy es una farmacialarazon

Tenía una tienda ecológica, La huerta de Pascual, en Granada, que cerró por la crisis. Tras ese batacazo accedió a irse a Italia con Francesco, donde comenzó la pesadilla.

Granada, agosto, más de 37 grados a la sombra, pero en un barrio de Maracena, las vecinas se asoman cada poco para ver si ha llegado. «¿Es ella?, ¿ha llegado Juana?», preguntan a los medios que se agolpan en la calle donde vive su madre, también Juana. «Tenemos ganas de abrazarla, de decirle que estamos con ella, que la apoyamos», cuanta Irene, que ha visto crecer tanto a Juana como a su hermana Isabel. «Son dos chicas muy buenas, bondadosas, que nunca han dado ningún problema», recuerda. Todo el municipio está con la madre de Maracena que el lunes tendrá que entregar a sus dos hijos, de 11 y 3 años.

Aún recuerdan cuando volvió al municipio con su novio italiano. «Llegaron en caravana porque habían estado viviendo por las Alpujarras», recuerda otra vecina. De Francesco Arcuri, que fue condenado en 2009 por malos tratos, prefieren no hablar. Sólo esperan que los niños vuelvan a salir a la calle y las saluden como cada tarde cuando su madre les sacaba al parque: «¡Buenas tardes, vecina!», recuerdan que les decía.

La mayor parte de las amigas de Juana vive en el centro de Maracena, cerca del Ayuntamiento y todas ellas han incorporado una nueva foto en su perfil de Facebook con una sola frase: «Juana está en mi casa». «Tanto ella como sus hijos están bien. Todos esperamos que termine y sabemos que sólo la verdad prevalece sobre todo lo demás», cuenta una de sus amigas más íntimas. Al igual que la mayoría de personas que la conocen, Macarena sólo tiene buenas palabras: «La conozco desde que era pequeñita. Sólo te puedo decir que todo lo que hace Juana lo hace con amor. Es positiva al máximo y una gran luchadora. Este último año especialmente». Y explica el difícil momento por el que está pasando desde que huyó de Italia. «Es increíble que, con la situación que tiene, nunca se queje y siempre esté sonriendo y dando las gracias. Sólo recibe 400 euros de ayuda por mujer maltratada y con eso saca adelante un hogar y dos hijos. Es pura bondad», insiste. «Soy madre, al igual que ella, y me asombra la capacidad que tiene de cuidar a sus hijos. Siempre está pendiente de ellos. Donde va ella, allí están los dos. Deberían escuchar a su hijo mayor que tiene mucho que decir», añade.

Otro de los aspectos que resaltan sus amigos es su espíritu emprendedor. «Sueña con poder ser feliz con sus hijos y, cuando tenga estabilidad, poder crear algún nuevo negocio. Una vez lo hizo y le hacía muy feliz», subraya Ángeles, otra amiga de la infancia. Justo antes de empezar la crisis se lanzó a montar un nuevo negocio. Una tienda ecológica que se llamaba La huerta de Pascual, en el centro de Granada. Ponerle el nombre de Pascual no era baladí, era el de su abuelo paterno y en esta pequeña tienda puso toda su ilusión. Sólo hay que fijarse en las fotos de aquellos años para ver la sonrisa de Juana cuando atendía a los clientes. Como ella misma cuenta en un vídeo del año 2010 al que ha tenido acceso este diario, en La huerta de Pascual se podía encontrar cualquier tipo de producto ecológico. No sólo verdura y fruta fresca, sino también lácteos y «carne por encargo», destaca ella. Pero como explica Macarena, «cerró por la crisis, no aguantó» y ahora en su lugar hay una farmacia. Ella no recuerda el año, pero apunta que «fue ese batacazo el que la llevó a irse a Italia. Francesco le prometió un trabajo en Carloforte y así los dos estarían con su hijo, aún no había nacido el pequeño», afirma. «Ella accedió. Todo pintaba bien. Tendrían un trabajo y podrían estar juntos. En ese momento empezó toda esta pesadilla». En la isla italiana montaron el Hostel House Nature Friendly. «Ni su familia ni sus amigos conseguíamos dar con ella. Nos pasábamos meses sin saber nada. No usaba el teléfono, no se conectaba a Facebook. Creemos que él no se lo permitía», añade. Volvieron a verla en julio de 2016 cuando decidió regresar a Maracena. Pero esta vez sólo con sus hijos.