Doctrina Parot

Un violador convertido en asesino

Un violador convertido en asesino
Un violador convertido en asesinolarazon

Nada más quedar en libertad, Antonio García Carbonell asesinó brutalmente a una mujer de 78 años. Se equivocó de víctima.

El hombre que la encontró creyó que estaba muerta. Hacía frío y la escarcha cubría los campos del extrarradio de la localidad de Cabanes, en Girona. El sol comenzaba a escalar en el horizonte cuando la vio: «Estaba tirada en mitad del sembrado como un fardo, en posición fetal. La reconocí enseguida por la bata azul y blanca. La señora Neus siempre la llevaba puesta. La habían maniatado, y tenía sangre en la cara». No se atrevió a acercarse mucho, por eso no se dio cuenta de que el corazón de Neus Juanola Juan, de 75 años, todavía latía, aunque débilmente. Los sanitarios tuvieron que cortar las cuerdas negras que ataban sus manos y pies y sacarle el calcetín que le habían introducido en la boca, para evitar que gritara, antes de subirla a la ambulancia y salir disparados, con las sirenas aullando, hacia el hospital Josep Trueta. Eran las 10:00 de la mañana del jueves 28 de febrero de 2014.

Su estado era de tal gravedad que los médicos decidieron inducirle el coma para que su cerebro no sufriera daños. Le habían dado una paliza salvaje. Literalmente la habían molido a golpes. «No entiendo por qué han atacado a mi madre. Está jubilada. No disponía de grandes recursos ni dinero en su casa. En el patio de atrás tenía una pequeña granja con cuatro animales y se entretenía cuidándolos. Normalmente salía a darles de cenar después de las nueve de la noche», contó Silvia, su hija, a los investigadores, que sospechan que la asaltaron justo cuando alimentaba a sus perros. La vida de Neus se escapó cuatro días después sin haber abierto los ojos y sin haber escuchado cómo sus familiares le decían cuánto la querían.

Un año después, las pesquisas han logrado llevar a la cárcel a los dos sospechosos del salvaje crimen. Uno de ellos se llama Antonio García Carbonell y tiene el triste mérito de haber sido el primer preso común liberado en España tras la derogación de la «doctrina Parot». Salió de la prisión de Cuatre Camins en octubre de 2013. Allí estaba cumpliendo varias condenas que sumaban 270 años. Sus delitos: robar, secuestrar y violar a 12 mujeres de la zona del Valles en Barcelona. Tras 18 años de reclusión, este lobo pisó la calle en libertad y se escondió entre las ovejas. La opinión pública protestó porque tenía miedo. «Un hombre así volverá a hacerlo», vaticinó más de uno. Su abogado salió a defenderlo. Reconoció que en el pasado fue un peligro, «pero ahora que tiene 78 años, dudo que lo sea». Se equivocó. Al menos eso creen los Mossos d´Esquadra y la Fiscalía.

LA RAZÓN ha tenido acceso a la investigación, que por primera vez ve la luz. Los pasos iniciales fueron difíciles. Se revisaron todas las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona. Sin éxito. Ni la huella dactilar hallada en el escenario del crimen ni los vestigios recogidos sirvieron para identificar a los autores. La única sangre que hallaron pertenecía a la víctima. Las gestiones se multiplicaron, pero la frustración por la ausencia de resultados caminaba pareja. Sin embargo, la ruleta de la fortuna giró y los encargados de las pesquisas recibieron la inesperada ayuda de sus compañeros del Cuerpo Nacional de Policía. Un inspector había recibido un soplo. «A través de fuentes confidenciales hemos sabido que una persona que atiende al nombre de Antonio puede ser el asesino de Neus Juanola», consta en un escrito que les remitieron y al que también ha tenido acceso este periódico. «Tras cotejar los hechos, la identificación completa del presunto autor es la de Antonio García Carbonell. El informante dijo que el asalto y el posterior asesinato fueron un error. Se equivocaron de vivienda. Donde querían haber entrado era en la siguiente casa. A la víctima le dieron una brutal paliza. Le llegaron a pisar el cuello para matarla y evitar que los reconociese después. En la huida emplearon un vehículo Fiat blanco». Se creyeron los datos, porque nadie salvo los asesinos y los investigadores conocían las lesiones que presentaba en el cuello.

Se pincharon teléfonos y se establecieron vigilancias, pero finalmente lo que acabó dando resultado fueron los datos aportados por el entorno del violador. Su nuera Rosa fue la primera en delatarlo. «Sabía que había hecho cosas muy malas. Se metía en peleas y violó a varias mujeres. Yo le tenía mucho miedo, pero como se llevaba bien con sus hijos desde que salió de la cárcel, pensé que había cambiado», se justificó. Sin embargo, recordaba bien un episodio que vivió a finales de febrero de 2104, coincidiendo con el crimen de Neus. «Un día que Antonio no estaba en casa, Carmen, mi suegra, me confesó muy asustada y con la cara desencajada que su marido se había peleado con una mujer y que le había dado muy fuerte. Luego me advirtió: “¡Rosa, ay Rosa, que ha ido con tu coche!”. Me asusté. Por las palabras de mi suegra y su estado de ánimo supe que la pelea debía haber sido muy grave. Con los antecedentes de mi suegro, creí que callar era lo más prudente. No quería hacerle enfadar ni a él ni a su familia. Estaba muy preocupada y un día reuní el valor para preguntarle. Me lo negó todo de forma tan rotunda que le creí». Los Mossos creyeron tenerlo y al día siguiente la citaron para que le contase esa misma verdad a la magistrada instructora. Para entonces la familia de García Carbonell ya sabría que Rosa se había ido de la lengua. Su desliz verbal debió de provocar algún tipo de reacción, porque en 24 horas sufrió una severa perdida de memoria. «Mi suegro, desde que ha salido de la cárcel, vive de la chatarra. Ayer estaba muy nerviosa en Comisaría y dije cosas que ya no recuerdo. Pero, señoría, le aseguro que yo dije que Antonio tuvo una pelea con un señor, no con una señora. Nada del otro mundo. El agente que me tomó declaración se equivocó al escribir. Yo no dije nada de estar preocupada ni de que le tuviese miedo».

A pesar de la rectificación, los investigadores no desfallecieron y siguieron buscando. Con el paso de los días localizaron a un ex recluso que volvió a abrir una ventana de esperanza. «Conocí a Antonio en prisión. Cuando salió, me llamó. Me preguntó si sabía de algún sitio fácil de robar. Les señalé una casa donde trabajaba mi tía. Fue allí con un compinche y dieron el palo. Mi familia se enteró de lo que había pasado y tuve problemas», explicó a los agentes. Antonio García Carbonell, sin trabajo, ni ganas de conseguir uno, vio en el robo el único camino por el que dejar trascurrir su vida. Tras el éxito de aquel golpe, pidió más información a su antiguo compañero de barrotes, pero éste se negó a facilitarle más datos. «Un día me llamó y me dijo que tenía un camión grande. Pretendía ir a robar y llenarlo. Le dije que no quería saber nada y que me dejase en paz, pero acabó volviendo. Recuerdo que en febrero de 2014 me pidió información sobre una empresa de Cabanes. Quería que le confiase datos porque sabía que mi padre era cliente de la empresa que pretendían robar él y un socio suyo. Necesitaban saber horarios, si alguien vivía allí y toda la información disponible». El ex recluso les dio todos los datos que conocía, según él, «porque yo le tenía mucho miedo. García Carbonell es un asesino sin escrúpulos y sin piedad». Un día después de soplarle todo lo que sabía del lugar se enteró de la tragedia: los Mossos habían encontrado, al lado del lugar que pretendía robar Carbonell, a una mujer maniatada a la que habían dado una brutal paliza. Días después escuchó en la televisión que había muerto.

Los indicios contra Antonio y su socio se iban acumulando. Finalmente los teléfonos terminaron de convencer a su señoría de que debía retirar a ambos de la circulación. Las antenas lo situaban a él y a su cómplice en la zona del crimen el día de los hechos, lo que es, según los Mossos, muy revelador, porque viven lejos de allí. Antonio García Carbonell, antes de abandonar la sala de la jueza y montarse en un furgón de la Guardia Civil en dirección a su morada habitual de Cuatro Camins, gritó: «No he hecho nada. ¡Soy inocente!». El ataúd de Neus y la tristeza de su familia demuestran que hay individuos que siempre serán lobos y que jamás podrán vivir en sociedad.

Una vida de delito

Desde muy joven Antonio García Carbonell sembró de dolor la zona del Vallés en Barcelona. Su última condena es de 1999. Entonces confesó, a cambio de una reducción de su condena, que pasó de 56 años a 42. Un compinche y él asaltaron a una pareja cerca del Instituto de Olesa de Monserrat en Barcelona. Se identificaron como policías y los llevaron a un almacén cercano. Allí agredieron brutalmente al chico y a la joven la violaron por turnos. Antes de irse les robaron. Como no los detuvieron, siguieron haciéndolo. En su lugar, dos ciudadanos magrebíes fueron condenados injustamente por estos hechos. Uno de ellos murió en prisión de un infarto. El otro salió en libertad después de gritar su inocencia durante siete años en prisión. Nadie le creyó. Sólo una revisión en una prueba de ADN determinó que el violador era Antonio García Carbonell. Lo condenaron, pero ya acumulaba 228 años de prisión por atacar y violar a parejas de novios o amigos. La «doctrina Parot» permitió que su condena se alargase hasta 2025. Probablemente hubiera muerto en Cuatro Camins, pero su derogación lo dejó en libertad en octubre de 2013. Cuatro meses después Neus fue asesinada. Carbonell está en prisión provisional acusado del crimen.