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#SOS Venezuela

La Razón
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Llamemos a las cosas por su nombre. Venezuela sufre una dictadura. La democracia está siendo aniquilada. Los petrodólares, que han servido durante años para hacer propaganda, comprar voluntades y desestabilizar democracias, están manchados de sangre inocente. El país poseedor de las mayores reservas mundiales de petróleo está en bancarrota porque ha sido saqueado por quienes lo gobiernan. El chavismo, consciente de su fracaso, ha decidido incrementar la represión en una espiral violenta que recuerda a los últimos días de algunas dictaduras comunistas de la Europa del Este. Los jóvenes que se manifiestan contra la dictadura están dando una desigual batalla que a menudo les cuesta su propia vida o su libertad. Los demócratas venezolanos necesitan nuestro compromiso y apoyo más que nunca.

La oposición democrática es acosada y perseguida. Leopoldo López ha sido secuestrado durante un año en el penal militar de Ramo Verde y está sufriendo un simulacro de juicio sin garantías procesales. Las imágenes del secuestro de Antonio Ledezma, el alcalde más votado del país, han dado la vuelta al mundo. María Corina Machado y Julio Borges, que ya sufrieron salvajes agresiones físicas en el Parlamento, pueden correr la misma suerte si la comunidad occidental y los organismos internacionales no ejercen suficiente presión. Hay casi un centenar de presos políticos en las cárceles. La Mesa de la Unidad Democrática y los partidos políticos están siendo empujados a la clandestinidad por una represión brutal que trata de doblegar, infructuosamente, la voluntad democrática de los ciudadanos. Los derechos humanos son violados constantemente, tal y como reflejan los informes de Amnistía Internacional, Reporteros Sin Fronteras o Human Rights Watch.

Venezuela se desangra, metafórica y literalmente. Cerca de millón y medio de personas han abandonado el país desde 1999. Los supermercados están vacíos. No hay pañales, medicinas, papel higiénico, harina ni leche. La inflación venezolana es la más alta del mundo. La prensa libre y la propiedad privada están acorraladas. Nicolás Maduro amenaza cada día con nuevas expropiaciones arbitrarias. Los datos revelados por Hervé Falciani hablan de 12.000 millones de dólares desviados por el chavismo a cuentas opacas en bancos suizos.

El régimen trata de desviar la atención del caos, la bancarrota y la corrupción fingiendo sufrir golpes de Estado, pero el verdadero golpe se perpetra cada día desde el Palacio de Miraflores. Maduro se permite hablar indistintamente con tiranos muertos o con pájaros, pero no muestra un atisbo de compasión ante los sollozos de la madre de Kluivert Roa, el niño de 14 años asesinado de un tiro en la cabeza por la Policía Nacional Bolivariana. Kluivert no conoció la democracia. Una mochila cargada de libros fue su única protección, la misma que resultó insuficiente para impedir los asesinatos de otros seis jóvenes estudiantes la pasada semana. Caracas es hoy una de las ciudades más violentas y peligrosas de todo el planeta. Dar un paseo por los alrededores de cualquier hotel se ha convertido en una temeridad de alto riesgo. En paralelo, el país se ha convertido en un cómodo refugio para delincuentes comunes, narcotraficantes y terroristas de ETA, Hamas o Hizbulá.

Hablemos alto y claro. Los venezolanos llevan demasiados años solos pese a sus gritos de auxilio. Muchos miran hacia otro lado o buscan coartadas ideológicas. Algunos países vecinos no quieren líos. La Carta Democrática de la OEA es desde hace tiempo un paño mojado. De UNASUR basta decir que está presidida por Ernesto Samper y financiada por Venezuela. La ONU ni está ni se la espera. Hay eurodiputados españoles de la izquierda radical que justifican la existencia de los escuadrones de la muerte bolivarianos. En su estrategia desestabilizadora, Caracas ha comprado las voluntades de numerosos propagandistas y ha financiado movimientos antidemocráticos que se han instalado en nuestras democracias con el ánimo de destruirla desde privilegiadas tribunas parlamentarias o desde los medios de comunicación que seguimos, cómodamente, en el calor del hogar.

Aún estamos a tiempo de pararlo. Los demócratas venezolanos necesitan nuestro apoyo y merecen nuestro compromiso. Son necesarias más declaraciones de condena como las presentadas en el Congreso de los Diputados y el Parlamento Europeo, porque exponen ante el espejo de sus vergüenzas a cómplices y cobardes. Son necesarias más visitas valientes como las realizadas a Venezuela por Sebastián Piñera, Andrés Pastrana, Mario Vargas Llosa y otros líderes internacionales. Son necesarias más denuncias de las violaciones constantes de derechos humanos. Son necesarias sanciones que, en el marco del Derecho Internacional, acorralen y hagan imposible la supervivencia de aquel régimen dictatorial. Que permitan, en definitiva, reinstaurar la democracia y cortar el paso a quienes pretenden llevar a nuestros países por el alocado camino de la autodestrucción. Hagámoslo ya, porque la dictadura no se va a acabar simplemente tecleando #SOSVenezuela en nuestros teléfonos móviles.

*Director adjunto Internacional de FAES