Salarios

Subir salarios sin destruir empleo

Subir salarios sin destruir empleo
Subir salarios sin destruir empleolarazon

Los sueldos deben incrementarse en función de la productividad de cada empresa. Si se vinculan al índice de precios, se dinamita el mercado laboral, ya que las compañías con poco margen de beneficio se verían abocadas a reestructuraciones de plantilla, e incluso a la quiebra

Mileuristas percibidos como todopoderosos, bolsillos maltrechos y con rotos, jóvenes resignados que no pueden llegar a final de mes. ¿Tiene pesadillas para llenar el carro de la compra? Vivir de forma holgada ha quedado como privilegio relegado sólo para unos pocos y los españoles han aprendido a apretarse el cinturón. Más allá de convenios y sueldos predeterminados, los expertos recomiendan ligar los salarios a la productividad. Amor a primera vista, una buena pareja de baile.

Pese a que la lógica imponga que para no perder poder adquisitivo resultaría deseable que los sueldos crecieran al compás de la inflación, existen dilemas relacionados con la productividad y la competitividad de las compañías que obligan a buscar un equilibrio óptimo entre la eficiencia y la equidad. Cuestión de fragosa complejidad. Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana y autor del libro «Contra la renta básica», asegura sin titubeos que fijar los salarios en relación al IPC destruye empleo porque las empresas con pocos márgenes de beneficios se verían abocadas a reestructuraciones de plantilla, e incluso a la quiebra. Si se vinculan los salarios a la inflación, pueden subir los precios, lo que ocurrió a finales de los años 70 y comienzos de los 80, cuando la tasa escaló hasta el 30%.

Si los precios sufren un acusado incremento, los salarios sólo aumentan nominalmente, debido a que lo que en teoría se ha ganado de poder de compra se pierde con el encarecimiento de los productos. Por ello, «la única manera de ganar poder adquisitivo es que suban salarios sin que se incrementen los precios». Rallo explica que la carga más importante para las empresas la componen los sueldos. Si los precios no suben, pero los salarios sí, el margen de beneficio de las empresas se reduce. Hay compañías que lo podrán soportar porque hayan tenido aumentos de productividad, pero habrá otras que no. El IPC es un índice medio general. «No se pueden subir los salarios con respecto a los precios de toda la economía. Deben aumentar en función de la productividad de cada empresa», agrega.

Resulta completamente razonable que las compañías que amasen mayores ingresos y amplíen sus márgenes de beneficios incrementen el salario de sus trabajadores. El autor de «Contra la renta básica» destaca que eso sólo se consigue a través de un mercado libre que permitiera ajustar los salarios a la productividad. Asimismo, revela que cuanto más productivamente un empresario pueda emplear a un trabajador, más empleados querrá contratar. «Hacerlo presiona para que aumenten los sueldos».

Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Bangor University e investigador de Funcas, admite que ligar los salarios al IPC puede destruir empleo cuando esa relación se establece al margen de la productividad, pero remarca que sería injusto identificar los incrementos salariales como la causa principal del paro. Tras un ajuste severo, y despiadado en algunos casos, los sueldos deberían subir con moderación, no como al principio de la década pasada, periodo en el que crecieron mucho más que en Alemania. Carbó piensa que tendría que incentivarse la meritocracia. «En España se ha tendido mucho al igualitarismo y eso no favorece el esfuerzo ni el progreso», apostilla. En este sentido, tajante y sin rodeos, Diego Barceló, investigador de Adecco y Barceló y Asociados, resalta que subir salarios no dinamita el mercado laboral. «Lo que destruye empleo es fijar los salarios de un modo que no sea coherente con el nivel de productividad de una empresa, región o sector».

Convenios colectivos

España padece un problema que agrava el diagnóstico sobre su mercado laboral. Según la radiografía, la productividad potencial de la mayoría de los parados es inferior a los salarios que marca la ley. Defensor a ultranza del liberalismo político y económico, Rallo opina que la negociación colectiva habría que abolirla y reducirla al ámbito específico de la empresa. No obstante, aceptaría convenios colectivos de libre adscripción para pymes, ya que si las pequeñas compañías tuvieran que negociar sus acuerdos y contratos particularizados con cada trabajador deberían enfrentarse a unos costes muy elevados. Pero en las empresas con tamaño suficiente, tendría que producirse una negociación entre los representantes de los empleados y los propios directivos. «Si los trabajadores intentan llegar más allá de lo razonable verían que pueden cargarse sus puestos de trabajo».

¿Es el momento de subir los salarios en España? Depende. Los empleados sin cualificación que apenas aporten valor añadido recibirán un «portazo» de sus superiores si pretenden solicitar un aumento de sueldo. En cambio, «existen sectores donde ya se pueden empezar a incrementar los salarios». Miguel Ángel Bernal, coordinador del departamento de Investigación del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), señala los de alto valor añadido, como el relacionado con la programación informática. Al margen de analizar la productividad, sugiere tener cuidado con subir demasiado el salario mínimo interprofesional porque destruiría empleo, y piensa que el nivel actual en nuestro país es el adecuado. Para avivar la contratación de las empresas, lo más importante es reducir los costes fiscales del trabajo. Bernal anima a finalizar la reforma laboral, que no está acabada, y a disminuir la dicotomía actual entre empleados indefinidos y temporales. La precariedad y el abandono escolar son problemas del mercado de trabajo que habría que solucionar antes de abordar la subida de los sueldos. «Según se vayan creando puestos de mayor valor añadido, los salarios irán al alza».

La productividad difiere en cada sector y región. También varía según el nivel formativo de los distintos grupos de trabajadores. Lo más sano, tanto para la economía como para el empleo, es que los salarios se acuerden por separado en cada empresa para garantizar que sean coherentes con las situaciones particulares. El investigador de Adecco sostiene que cualquier indicación general sobre los salarios no es positiva para las compañías ni para los trabajadores. Mientras que los que trabajan en empresas prósperas recibirían un incremento salarial inferior al que les correspondería, los que desempeñan su labor en compañías con problemas podrían acabar en el paro si esas empresas se ven forzadas a un incremento salarial que no pudieran soportar. Así, todo aumento general de sueldos dificulta la posibilidad de encontrar un empleo a los parados.

Fijados al alza

Si bien el salario medio ordinario bruto en los 28 países de la Unión Europea fue en 2014 de 2.062 euros mensuales, la remuneración española resultó un 20,8% más baja. Sin embargo, el nivel salarial no está relacionado con la capacidad de crecimiento. Las economías del este de Europa tienen los sueldos más bajos del continente, pero crecen más. Barceló recuerda que el salario medio se liga, en última instancia, a la productividad media del trabajo de cada economía. Rallo, por su parte, niega que la media de salarios en España sea baja y declara que la referencia de Europa es tramposa. «Tendría que ser la productividad marginal de los trabajadores». A pesar de los supuestamente bajos salarios en España, hay casi cinco millones de parados, lo que demuestra que ni empresarios nacionales ni extranjeros ven como un chollo la contratación en nuestro país. «No son bajos con respecto a lo que se puede pagar por la productividad marginal de los trabajadores. Están rígidamente fijados al alza y eso explica el desempleo masivo que tenemos», sentencia.

¿Cómo medir la productividad?

Fruto de la firma de los convenios colectivos, el coste salarial hora en España trazó un recorrido ascendente hasta el estallido de la crisis. Pero durante los últimos años ha bajado de «forma brutal». Luis Pérez, director de Relaciones Institucionales de Randstad, explica que nuestro país ha logrado que su coste salarial hora incremente su competitividad con respecto al periodo anterior a la crisis y ahora se sitúe entre los más competitivos de Europa. Un hecho fundamental para una economía en la que el peso del turismo y del comercio exterior son tan significativos.

La productividad de las empresas está ligada a medidas de I+D y de formación orientadas al incremento de su capacidad productiva. Para medirla, se divide la cantidad de producción entre los costes salariales hora –euro de coste por euro producido–. Pérez también piensa que «lo lógico y positivo es subir los salarios en función de la capacidad productiva de compañías y personas». El director de Relaciones Institucionales de Randstad considera que las estrategias empresariales deberían tener un mayor componente de formación, capaz de aumentar las capacidades de las personas, así como de inversión en I+D, que incremente tecnológicamente la competitividad de las compañías.

No existe una única fórmula para ajustar el salario a la productividad. Las medidas son específicas de cada sector y empresa. Las variables resultan múltiples y habría que limitarlas incluso a cada departamento concreto. Esta complejidad es una debilidad del tejido productivo español, más acusada en las pymes que en las grandes compañías. Pérez opina que fijar los salarios en función de la productividad es bueno para todos, tanto para las empresas como para los empleados. «Cuanto más productivo se sea, mayor empleabilidad del trabajador».