Pokemon Go

El mayor cazador de Pokémons

Lo virtual invade la realidad. Pokémon Go se ha convertido en un fenómeno lúdico mundial. Guillermo Castilla cuenta su experiencia como jugador persiguiendo a los Pikachu, Charmander y Bulbasaur.

Guillermo Castilla, de pie, en el Parque del Retiro junto a otros jugadores del popular juego
Guillermo Castilla, de pie, en el Parque del Retiro junto a otros jugadores del popular juegolarazon

Lo virtual invade la realidad. Pokémon Go se ha convertido en un fenómeno lúdico mundial. Guillermo Castilla cuenta su experiencia como jugador persiguiendo a los Pikachu, Charmander y Bulbasaur.

Para Guillermo Castilla, ingeniero, atleta y uno de los mayores fans del fenómeno Pokémon en España, no cabe duda de que Pokémon Go ha cambiado para siempre la manera de entender los videojuegos. Guillermo no cumple con el estereotipo de persona obsesionada con las nuevas tecnologías, solitario, apático, retraído. De hecho, se empeña en poner de relieve que la idea del jugador «friki, obeso y con muchas opciones de morir virgen» pertenece más al mundo de la fantasía que a este de la realidad aumentada que proporciona el videojuego que ha hecho que las acciones de Nintendo –el fabricante japonés de este nuevo invento capaz de poner patas arriba el mercado– subieran como la espuma, logrando un aumento de más del 70%.

«Pokémon Go es algo complemente distinto al juego Pokémon que conocíamos. No es un videojuego como tal, se trata de realidad aumentada. Vas paseando por la calle y puedes encontrar un pokémon. Es lo que tú llevas esperando toda la vida, lo que soñabas de pequeño: salir por el mundo y capturar pokémons», asegura. La compañía y la posibilidad de socializarse con otras personas es otro de los puntos más positivos que encuentra este joven madrileño en Pokémon Go «no estás tú solo con tu consola, sino que interactúas con muchos otros jugadores. Eso ha atraído no sólo a los fans de Pokémon, sino a gente que antes no se interesaba por el juego y que lo ve como una oportunidad de salir y socializar». En su opinión, quedar a cazar pokémons en compañía difiere muy poco de quedar para echar un partido de fútbol o unas tiros a la canasta y se trata de una excusa tan válida como otra cualquiera para pasar tiempo con sus amigos. «No estás en tu casa con un servidor y mil personas más conectadas al mismo tiempo, sino que estás junto a otras personas socializando», sentencia. Aunque sea entre «pokeparadas», «cebos», «huevos suerte» y toda clase de terminología asociada a esta nueva aplicación gratuita.

En total, en el juego hay 100 niveles. Lo normal es estar entre el 15 y el 24. «El que llegué ahí tendría que mirar si tiene vida porque a partir del nivel cuarenta tienes que conseguir un millón y medio de puntos y cada pokémon que capturas son cien, o sea que imagínate. Yo llevo unos días jugando y estoy en el nivel 14», asegura. El gasto de datos móviles es una de las preocupaciones de los usuarios. Si bien, no se trataría del mayor inconveniente del juego. El principal escollo sería el gasto de batería, que puede terminarse en dos horas. Para cuando eso sucede, Guillermo tiene otras alternativas. Todavía continúa disfrutando jugando a Pokémon en su ordenador, como hacía mucho tiempo antes de que llegara este nueva aplicación para móviles.

Su «palmarés» admite pocas réplicas: fue campeón de España en 2011, campeón de Italia en 2012 y séptimo del mundo ese mismo año en el evento pokémon que aglutinaba a los mejores jugadores de aquellos primeros videojuegos Pokémon. La cita se celebró en Hawái, los gastos de viaje y alojamiento de los seleccionados de diversos continentes corrieron a cargo de la organización. Un sueño cumplido del que a Guillermo le despertó otro español, que logró eliminarle y situarle así en la séptima posición del torneo.

En aquel momento, Guillermo tenía 20 años, pero su pasión por los pokémons empezó, como la de muchos de los nacidos en los noventa, en la infancia. Cuando llegó a la pubertad comenzó a cansarse de aquellos animales que le asaltaban de cuando en cuando en la pantalla de su Game Boy. «Llega un momento en que la aventura pokémon se queda corta, te resulta un juego muy poco emocionante para adolescentes. Así que después de cinco o seis años jugando, lo dejé durante un tiempo». Sin embargo, cuando a los 14 años le regalaron su primer ordenador, las tornas volvieron a cambiar. «Empecé a buscar cosas sobre Pokémon en la red y encontré varias webs. Te contaban cosas que en tu videoconsola no podías ver, que no sabías ni que existían». Así fue como comenzó a picarle la curiosidad. «Empezaron a celebrarse quedadas y torneos –por ejemplo, en Expomanga o en salones del cómic–. Nintendo se empezó a dar cuenta de que la competición generaba dinero y en 2009 se hizo el primer torneo oficial de Pokémon en Europa», afirma. Aquel primer evento se celebró en Francia. «Por presión de los diferentes foros y webs, en España se logró que se hiciera una especie de clasificatoria en cuatro ciudades españolas –La Coruña, Sevilla, Barcelona y Madrid–. Los dos que lograban puntuaciones más altas venían a enfrentarse a la capital. De ahí salían los dos mejores, que tenían la oportunidad de viajar al torneo nacional en Francia». Esa misma presión hizo que al año siguiente, en 2010, se celebrara la primera competición nacional de Pokémon en nuestro país –la cual desapareció en 2012–. «Cuando empezaron los torneos oficiales, quise competir. En 2009, no pude participar. En 2010, participé en el primer nacional de España, quedé entre los ocho mejores. Al año siguiente, fui a Roma y acabé en el «top 4», pero no me daba la clasificatoria porque en ese momento sólo se clasificaban los dos mejores. A la semana siguiente, lo intenté en Madrid y me clasifiqué para el Mundial, pero por temas personales no pude ir. Un año después, lo volví a intentar, gané en Italia el nacional y fui al Mundial de Hawái». Aquel año, Guillermo estaba en primero de carrera y aún no sabe cómo logró compaginar las exigencias de la ingeniería con la caza de aquellos extraños animales virtuales. Tampoco resultaba fácil casar esas dos tareas con su pasión por el atletismo, que cada día le quitaba –y lo sigue haciendo– una hora y media de su tiempo. Sin embargo, cinco años después la llegada de Pokémon Go ha vuelto a despertar aquella suerte de pasión extinta por Pikachu y compañía. Le ha enganchado y si tuviera que ponerle alguna pega sería no poder intercambiar pokémons ni combatir con otras personas. También los constantes colapsos del servidor. Pese a todo, concluye, «los que empezamos a jugar a Pokémon con seis o siete años hemos visto que lo que soñábamos de pequeños se ha cumplido».