Ciencia y Tecnología

Olvídate de tu privacidad en la red

La ley de EE UU que permite a las compañías proveedoras de Internet vender los datos e historial de navegación de sus usuarios a compañías de marketing también afecta a los españoles

Olvídate de tu privacidad en la red
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La ley de EE UU que permite a las compañías proveedoras de Internet vender los datos e historial de navegación de sus usuarios a compañías de marketing también afecta a los españoles

Poco tiempo atrás, el congreso de Estados Unidos sancionó una ley para permitir que las compañías proveedoras de Internet (ISP por la sigla en inglés de Internet Service Provider) vendan los datos e historial de navegación de sus usuarios a compañías de marketing de manera legal y sin consentimientos. Donald Trump ya firmó la ley. Lo que significa que, en EE UU, los que naveguen en la red no tendrán derecho a privacidad: las páginas que visiten, las comprar que hagan y sus búsquedas, todo está sujeto a la venta. Hasta el lugar desde dónde se conecten. A partir de este momento comenzarán a llover avisos publicitarios personalizados al detalle, lo cual no parece tan alarmante. Y lo más grave que la mayoría tiene para ocultar es alguna búsqueda un poco extraña en Google. Lo que sí es de temer es que la información personal (dinero gastado en compras, visitas a médicos, gasto de viajes, etc.) también se podrán vender. Y eso puede perjudicarnos a la hora de pedir una hipoteca, contratar un seguro médico o solicitar un crédito, ya que la información se vende sin el consentimiento del usuario.

«Pero esto solo ocurre en EE UU, no hay ningún problema». Tampoco es tan así. Si bien es cierto que la UE tiene una, por ahora, férrea política de privacidad hacia el usuario, quienes viajen a EE UU o se conecten a una red wifi localizada allí (aviones y cruceros por ejemplo) pueden caer bajo este amplio paraguas también.

Son varios los problemas que surgirán a partir de esta nueva ley. El primero de ellos está vinculado a la seguridad. Las ISP no están acostumbradas a guardar la ingente cantidad de datos que ahora podrán (y querrán) vender. Deberán no solo instalar nuevos servidores para almacenarlos, sino también vigilar que la seguridad de esta información sea muy alta. Un ejemplo claro es lo que le ocurrió menos de dos años atrás a la empresa Comcast (propietaria de NBC, Telemundo, Universal Pictures y el segundo proveedor de internet más importante de USA), debió pagar más de 30 millones de euros de multa por filtrar datos privados de sus usuarios, incluso números de teléfono de personas víctimas de violencia de género.

El segundo aspecto que perjudica a los usuarios es que si bien muchos anuncios pueden despertar la curiosidad del usuario, por la precisión con la que están dirigidos, hay otros que serán de sitios falsos que sólo buscan, en el mejor de los casos, infectar el ordenador y en el peor, robar claves, números de cuenta e información económica sensible.

Todo esto ha vuelto a traer a la palestra una sigla que hasta ahora se vinculaba casi exclusivamente con las malas prácticas en internet: las redes VPN (Virtual Private Network). Básicamente, para conectarnos a internet, cualquier dispositivo (léase ordenador, televisor, smartphone, impresora, consolas etc.) se comunica con un router en el hogar. Y éste lo conecta a la red. Pero la información que se envía y se recibe, desde el router hacia la ISP y vicerversa no está cifrada y las empresas que proveen el servicio pueden verla. En cambio las redes VPN cifran esta comunicación y la etiquetan como privada gracias a un túnel de datos: una forma técnica de explicar que, dentro de ese túnel, la empresa que nos da el servicio de internet, no sabe qué está sucediendo, a dónde se dirige la información o qué datos contiene el mensaje.

Hay además una ventaja añadida: se pueden conectar diferentes dispositivos aunque estén en lugares distintos del mapa (muchas empresas trabajan con VPN y, por eso, a menudo los servicios de atención al cliente están en otras geografías, aunque llamemos a un número local).

Las VPN tienen la ventaja, gracias a todo esto, de proteger las claves de acceso a redes wifi, sin importar desde dónde nos conectemos. También evitan las censuras y bloqueos geográficos de contenido, como ocurre en ciertos países que prohíben la conexión a redes sociales, ya que estas redes virtuales son, por llamarlas de algún modo «mentirosas digitales»: falsean sobre el origen de la conexión. En la teoría esto significa que, aún estando en China (e hipotéticamente hasta en Corea del Norte), una VPN permitiría acceder a una página en Europa o USA, ya que el servidor cree que nos estamos conectando desde estos lugares.

Sí, es obvio que esta arma de doble filo a menudo es alzada por amigos de los ajeno, pederastas, traficantes y demás para enmascarar su procedencia.

Las redes VPN se instalan en un dispositivo y ya es posible navegar con este sistema. Son varias las empresas que brindan este servicio, algunas gratuitas (opción poco recomendable por la seguridad) y otras por unos 10 euros al mes. El sistema se puede conectar y desconectar a voluntad. Su gran ventaja es la seguridad. Y su desventaja es que la velocidad de conexión se reduce. Si el servidor VPN al que nos conectamos está muy lejos, habrá mucha latencia (sobre todo en lo que respecta a subida y bajada de archivos muy pesados o a ver contenido en streaming). Lo que hay que tener muy claro es que, pese al mito, las VPN no garantizan anonimato, sino que proveen una mayor privacidad y seguridad. Y es que la privacidad online, vinculada a los datos personales, se ha terminado desde que nos convertimos en el producto a la venta en redes sociales.