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¿Tiene sentido bloquear la cámara de un portátil?

Recientemente Mark Zuckerberg y el director del FBI confesaron que ellos ponen una cinta adhesiva en la cámara de su ordenador portátil, así como en el micrófono para evitar la entrada de hackers en sus dispositivos. ¿Es una medida razonable y necesaria?

Colocar un adhesivo o una tirita en la cámara de nuestro ordenador, así como tapar el micrófono, suele ser suficiente
Colocar un adhesivo o una tirita en la cámara de nuestro ordenador, así como tapar el micrófono, suele ser suficientelarazon

Recientemente Mark Zuckerberg y el director del FBI confesaron que ellos ponen una cinta adhesiva en la cámara de su ordenador portátil, así como en el micrófono para evitar la entrada de hackers en sus dispositivos. ¿Es una medida razonable y necesaria?

«He puesto un trozo de cinta en la cámara de mi portátil porque he visto que alguien más inteligente que yo también lo hacía». Pese a que el argumento de la inteligencia ajena como justificativo para hacer algo no siempre es válido (léase homeopatía, no vacunar a menores sin asesoramiento médico o hacer seguir una estricta dieta vegetariana a los niños), en este caso podría tener motivos valederos. La frase se pronunció en una reciente conferencia por, nada más y nada menos, que el director del FBI, James Comey. Y cuando se refería a alguien con mayor sesera, probablemente pensaba en Mark Zuckerberg. El creador de Facebook publicó poco tiempo atrás una foto en su página de la red social celebrando el éxito de Instagram y los detallistas rápidamente notaron algo raro en el portátil sobre su mesa: una cámara estaba cubierta con una cinta adhesiva opaca. ¿Es Zuckerberg un paranoico? ¿Sigue Comey una moda pasajera?

Para responder a estas preguntas quizá deberíamos remontarnos a 2013. Ese fue el año en el que Edward Snowden, un experto en seguridad de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, en sus siglas en inglés), hizo públicos, a través de los periódicos «The Guardian» y «The Washington Post», documentos clasificados como alto secreto sobre varios programas de la NSA, incluyendo los programas de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore. Gracias a ellos se espiaban los correos electrónicos de personas anónimas y de importantes figuras políticas. También permitía la activación de las cámaras de portátiles o los micrófonos de un smartphone de forma remota. El conocimiento de estos hechos ha forzado a Snowden a una sucesión de peticiones de asilo ante al menos 20 países diferentes (incluida España) y, por ahora, reside en Rusia.

Así, desde hace tres años, la vida de Snowden es un culebrón y no es extraño que el director estadounidense Oliver Stone, siempre ávido de una buena polémica, titulara con el apellido del experto en seguridad su última cinta, a estrenar en San Sebastián. Para ejecutivos como Zuckerberg, altos cargos como Comey y demás personajes cuya vida privada o cuyas gestiones sean de interés económico o político, resulta lógica la intención de salvaguardar su privacidad. Pero para el ciudadano de a pie, resulta algo más complejo pensar quién querría «seguirlo» a todas horas. La respuesta es sencilla: dinero.

Asumiendo que, como la cámara del ordenador no está encendida, muchos usuarios realizan tareas cotidianas como cambiarse de ropa, contar algún secreto a una amistad por teléfono o decir en voz alta las claves de tarjetas o cuentas de correo.

Cualquiera de estos despistes es suficiente para tentar a un hacker. Y la herramienta que utiliza es sencilla. Todos, absolutamente todos los que utilizan internet, sea habitualmente o al menos una vez por semana, al ver un vídeo o ingresar en una página, han dado a cerrar a una publicidad que anticipaba el contenido deseado. Este sencillo y normal gesto es el que puede convertirse en una pesadilla de correos que chantajean a la persona a cambio de no publicar sus intimidades. Entre otras técnicas, los hackers utilizan el gesto de cerrar la publicidad para activar un programa oculto que permite introducirse en el ordenador y controlar la cámara. Sin que aparezca la luz que indica que está activa. Y cualquier cámara vinculada al ordenador, como aquellas que vigilan el sueño de los bebés o las que están conectadas al garaje o la puerta de entrada de un domicilio. Un ejemplo reciente es el que involucró a una pareja que, aparentemente sin saberlo, estaba siendo grabada mientras mantenía relaciones por su propia Smart TV. El vídeo llego a la web Revenge Porn y Laura Higgins, de atención al cliente de la página, en declaraciones al periódico «The Guardian», señaló «que la pareja nos solicitó por diversos medios que borráramos ese vídeo alegando invasión de su privacidad». Pero hay más. Amazon ha tenido un enorme éxito en la venta de altavoces inteligentes que están programados, de fábrica, para escuchar todo lo que dicen sus dueños. Apple, con su Home kit y Google Home también están en el punto de mira respecto a seguridad en este sentido.

¿Qué hacer?

Existen diversas medidas. Hay toda una industria de «cobertores» de cámaras, como el Webcam Cover de Idea Stage o CamPatch, que por unos diez euros bloquean cualquier visión. También existen aplicaciones como Isightdisabler desarrollada por Techslaves y destinada a equipos Mac que permiten desactivar la cámara (y que nadie tenga acceso a ella a menos que tenga la clave) con solo pulsar un botón. Para equipos Windows es más molesto, pero no se precisa de descarga. Basta entrar en el sistema BIOS (Basic Input/Output System) el primer programa que se activa al encender el ordenador. Por ello hay que reiniciar el dispositivo y presionar F1, F2 o Delete (cada aparato tiene su propia tecla) y allí desactivar la cámara. Pero sin duda, lo más sencillo es seguir el ejemplo de personas «más inteligentes», en palabras de director del FBI y simplemente poner una cinta en la cámara. Y, aún más importante, no actuar como si el ordenador (el smartphone, el Smart TV o cualquier dispositivo conectado a la red) fuese un mueble: si está conectado a internet es una vía de entrada a información, pero también un camino de salida para que cualquiera pueda acceder a nuestra vida. Por lo tanto, cinta adhesiva y, si no está en uso, cerrarlo o apagarlo.