Feria de Bilbao

Brotes verdes por Otoño

Valor y gusto de Filiberto y firmeza de Marcos con desrazada novillada de El Torreón

Natural de Filiberto en el primer festejo de la Feria de Otoño de Madrid
Natural de Filiberto en el primer festejo de la Feria de Otoño de Madridlarazon

Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de Otoño. Se lidiaron novillos de El Torreón y un sobrero (5º) de Dolores Rufino, desiguales aunque bien presentados. El 1º, desrazado e inválido; el 2º, tardo, pero manejable; 3º y 6º, desrazados; el 4º, movilidad sin entrega; y el 5º, manso y con genio, tuvo movilidad en el último tercio. Tres cuartos de entrada.

Filiberto, de salmón y oro, dos pinchazos, cuatro descabellos (silencio); y pinchazo, bajonazo (saludos).

Alejandro Marcos, de burdeos y oro, pinchazo, estocada trasera, aviso, dos descabellos (silencio); y buena estocada, dos descabellos, aviso, seis descabellos (silencio).

Joaquín Galdós, de tabaco y oro, pinchazo, estocada, dos descabellos (silencio); y pinchazo, estocada casi entera caída, descabello (silencio).

Época de hojarasca seca desmadejada en las aceras, viento traicionero –que se lo digan a la terna de ayer– y olor a castañas en lumbre, la otoñada comienza a comer terreno parsimoniosa a este verano persistente. Tenaz como dos brotes verdes, dos novilleros, Filiberto y Alejandro Marcos, que ayer dieron color a una tarde gris y fría por el descastado juego de una blanda novillada de El Torreón.

Tras dos años de peregrinaje con los del castoreño, en los que pagó desmesurado tributo de sangre, Filiberto se presentó ayer en Las Ventas con un utrero sin un ápice de fuerzas. «Trajesino» para estrenar la Feria de Otoño, pero nos quedamos en la vereda a ninguna parte. Un quiero y no puedo. Muy protestado, como al resto de sus hermanos, no le sobraban los bríos. Justos de todo los seis pupilos del maestro César Rincón. Pese a todo, con este primero, Filiberto dibujó algún natural de buen trazo. Relajado, por momentos, lo llevó muy despacio y, las escasas veces que no claudicó, mostró buen gusto. Mal, eso sí, con la espada. Con el cuarto, repitió pecado con los aceros. Una condena con lamento y rechinar de dientes. Para el murciano, claro. Le tenía la oreja cortada. Había estado bien, más que bien incluso, en pleno vendaval. Eolo, desatado en su primero, respondió entonces con mayor virulencia. Lo citó desde los medios aprovechando la movilidad de un animal que nunca humilló. Sin entrega y saliendo con la cara por las nubes. Se echó la mano a la izquierda, meritorio ya de por sí con semejante tornado, y le robó dos series notables. Hubo ligazón y ritmo. Con personalidad en las trincherillas de remate. Todo tuvo sabor hasta el amargo desencanto a espadas y saludó la única ovación de la tarde.

Al resuello de sus buenas tardes en la temporada venteña, ora en primavera ora en verano, Alejandro Marcos entró por derecho propio en este Otoño de gris arranque. El charro buscó la oreja que se le esfumó aquellos días, pero no hubo forma. Merodeó ese botín en el quinto, un sobrero bastote y con genio de Dolores Rufino, que manseó en los primeros tercios pero llegó con movilidad y cierta transmisión a la muleta. Marcos se la dejó puesta siempre y, asentado, demostró firmeza ante un rival áspero. No lo puso fácil. Luego, con la espada, pegó un sainete y se esfumó cualquier atisbo de trofeo. Antes, en el segundo, estuvo aseado y por encima de otro utrero tan manejable como desrazado. Había que provocarle la embestida en el primer muletazo, pero la tomaba con cierta franqueza después. Quizás le faltó transmisión para que tomara vuelo aquello.

Joaquín Galdós regresó a la misma arena donde cayó herido en San Isidro. Un verano de por medio. Vida y media desde entonces. Un indulto en la previa en el Zapato de Oro de Arnedo avivó el interés por verle de nuevo. Sin embargo, pasó de puntillas. Desistió ante el poco motor del tercero y porfió con el sexto –ante el que se desmonteró Raúl Adrada tras dos buenos pares de banderillas– que se fue quedando cada vez más corto hasta terminar siendo un marmolillo. El peruano no se dio más coba y abrevió con la gente aferrándose ya al esperado mano a mano de esta tarde. Urdiales y López Simón. López Simón y Urdiales. Dos gallos en el mismo corral. El Cónclave espera. La tarde promete.