Feria de San Isidro

De cuando Morenito rozó la gloria y Caballero cayó herido

El de Burgos cortó una oreja de «Chocolatero», un gran toro, el único, y Gonzalo fue herido de gravedad en la Feria de San Isidro

El toro le infirió a Caballero una cornada en el muslo izqdo. al torear al natural
El toro le infirió a Caballero una cornada en el muslo izqdo. al torear al naturallarazon

El de Burgos cortó una oreja de «Chocolatero», un gran toro, el único, y Gonzalo fue herido de gravedad en la Feria de San Isidro

- Las Ventas (Madrid). Séptima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de El Ventorrillo, desiguales de presentación. El 1º, derrotón y sin humillar. De mala clase; el 2º, complicado, sin entrega y derrotón; el 3º, áspero, por dentro y complicado; el 4º, va y viene sin acabar de empujar; el 5º, pronto, bravo y repetidor; el 6º, de mal juego. Dos tercios de entrada.

- El Capea, de tabaco y oro, pinchazo, estocada baja, tres descabellos (algunos pitos); pinchazo, buena estocada, doce descabellos, dos avisos (pitos); estocada atravesada, estocada, aviso (pitos).

- Morenito de Aranda, de nazareno y oro, pinchazo, estocada corta, aviso (silencio); estocada corta en buen sitio (oreja).

w Gonzalo Caballero, de canela y oro, cogido, dos pinchazos, estocada, cinco descabellos (ovación de camino a la enfermería).

- Parte médico de Caballero: «herida por asta en el muslo izquierdo con dos trayectorias, una de 20 centímetros hacia dentro que contornea el fémur y destroza músculos vasto interno, crural y externo, y otra de 15 cm. ascendente que alcanza el fémur. Pronóstico grave».

Algunos pitos le cayeron a El Capea incluso antes de que nos cayeran las primeras gotas. Inmunes. Respiramos por branquias a estas alturas. El primer toro no era como para hacer amigos, defendiendo por arriba con brusquedad lo que no era capaz de entregar por abajo, pero tampoco venía ya Capea con muchos amigos en los bolsillos. El salmantino, que lo vio crudo, acabó con el cuadro antes de empezar y se fue a por la espada, bajita, sí, acortábamos tiempos... Y oportunidades, de los que están en casa a la espera. En esos caminos cruzados que da un ruedo, mientras algunos pitaban al Capea, Morenito se cruzaba el ruedo camino de la puerta de toriles en ese terreno restringido a los valientes. Una larga, las verónicas y un esfuercito después cuando llegó la hora de la verdad y el toro derrotaba, muy complicado y sin querer pasar. Gonzalo Caballero se inmoló en el quite que hizo por gaoneras al segundo. Y se salvó. Nadie sabe cómo. La cornada que vino después. Ya en su toro fue previsible. La ecuación era clara. El del Ventorrillo, joya de corrida echó ayer el ganadero, irónico, por si quedan dudas, embistió con todo, por dentro y áspero cual lija y el chaval que viene a Madrid con las balas justas no se quitaba. En un natural, preparado con minuciosidad, cruzado, entregado, ya no perdonó, le enganchó y la sangre le brotaba del muslo izquierdo hasta el tobillo y era muy negra. Su cara muy blanca. Impactante imagen. Se mantuvo en el ruedo. Obsesionado incluso. Sólo eso le quedaba de su paso por Madrid y le dio muerte y andando se fue a la enfermería, recogiendo la ovación, qué caras son a veces.

Más pitos sonaron en el cuarto. Un festín. El Capea se entretuvo en fallar con la espada, el descabello en este caso, como si no hubiera un mañana y en este plan es para dudarlo más todavía (lo de haber un mañana). No dejábamos gran cosa atrás ni por el toro ni por el torero.

«Chocolatero» fue uno de esos animales que salvan una tarde. El quinto. Tuvo un buen puñado de cualidades que hacen a un toro importante. Y lo fue. Prontitud, repetición y alegría en la embestida. Una viveza que mantuvo de principio a fin. Ligó Moreno, le tocó a él, siempre asentado pero con menos armonía en los primeros compases y se encontró después en una tanda de derechazos, de pura ligazón y encuentro. Fue ahí donde prendió la mecha. En la gente, en el torero y en la comunión con el toro. En el remate perdió la ayuda. Ni falta que hacía. Al natural logró torear muy por abajo, era por ahí la explosión del toro y la magia del toreo. Repitió, repetía. Se rebozaba en los remates, en los pases de pecho, en el del desprecio, entregado, centrado y buscando el toreo desde el encaje. Esa mezcla que da la rabia y la potencia de saber que es el momento y esos momentos no vuelven. Se perfiló a matar y metió media estocada larga o una corta, según mires el vaso medio lleno o medio vacío. Y la oreja fue unánime. Bien es verdad que el toro era de doble premio.

El sexto volvió por las maldades. A El Capea se le increpó. Otros tantos habían desistido abandonando la plaza. Lo dicho, de cuando Moreno rozó su gloria y Caballero cayó herido.