Toros

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El Juli sale a hombros en la tradicional corrida de San Fernando de Aranjuez

El diestro Julián López «El Juli» cortó dos orejas y salió a hombros en la corrida celebrada hoy en Aranjuez (Madrid) con motivo de la festividad de San Fernando, en una tarde en la que José Antonio «Morante de la Puebla» obtuvo también un trofeo, merced a una faena marca de la casa.

Foto de archivo: El Juli paseando una oreja
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Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq (1º y 5º bis),Núñez del Cuvillo (2º), Domingo Hernández (3º y 6º), y Parladé (4º), correcta presencia y variado comportamiento. Excelente el 3º, bueno el 4º, y manejables 1º y 5º. Con movilidad pero calidad solo por el izquierdo, el 6º. Falto de fuelle el 2º. La plaza registró tres cuartos de entrada en los tendidos.

Pepe Luis Vázquez, silencio y ovación.

José Antonio «Morante de la Puebla», silencio y oreja.

Julián López «El Juli», oreja y oreja.

ENTRE EL PODER Y LA SEDA

Expectación en Aranjuez por ver a los dos toreros que el año pasado dieron una gran tarde de toros en el mismo ruedo. Y para no perder las buenas costumbres, repitieron éxito relativo, si bien tan solo El Juli salió a hombros finalmente.

Y lo hizo por dos faenas de corte similar. A su bravo primero lo condujo con mimo y cadencia a la verónica, quitó en aire más vistoso por «lopecinas», y con la muleta encandiló el extraordinario inicio doblándose por bajo, el cual, no obstante, llegó muy arriba.

Sin embargo lo que antes había sido seda se fue tornando poco a poco en látigo, con el ejemplar de Domingo Hernández yendo tras el trapo hasta el final por abajo. Faena de poderío y toro de vuelta al ruedo, no concedida y apenas pedida, porque hay que tener mucho dentro para aguantar lo que Juli le hizo a ese toro; y cómo se lo hizo.

Su segundo, de casi 600 kilos, fue poco picado y tuvo movilidad desordenada. Destacaron algunos pasajes al natural del torero madrileño pero sin poder ligar pues el toro se descomponía y protestaba. Mató a la primera de entera arriba y la oreja fue a sus manos, y con ella, la puerta grande.

Morante deslumbró en el arrebatado recibo de capote a su primero, pero poco más se puede reseñar. No hubo concierto. Bien lo sabía él cuando mandó parar a la banda cuando se arrancó a tocar.

Pero lo importante llegó en el quinto, un sombrero de Juan Pedro al que recibió por chicuelinas. El toro se movió, sí, pero falto de humillación y ritmo, lo cual no impidió que el sevillano se pusiera de verdad, sin aspavientos, robándole naturales con gracia a pesar de ser ejecutados a media altura, sin querer llevar la contraria a su oponente.

Incluso lo mató de entera arriba al primer viaje. Y claro, la oreja, que es lo de menos, fue a sus manos. Faena de más nueces que ruido.

Pepe Luis se puso por allí en el que abrió plaza, un toro que se gastó mucho en las galopadas iniciales y en el castigo que se le impuso en el peto. El sevillano, molesto por el viento reinante y la escasa entrega del de Domecq, optó por la brevedad.

Su segundo fue otra cosa. Bajo y bien hecho, embistió encastado hasta que se dejó medio sueldo de casta bajo la saña de la puya. El otro medio lo empleó embistiendo con calidad y largura en la muleta.

Hubo embroques destacables, retazos de su personal impronta, pero sin bajar nunca la muleta. Ni apretó al toro ni hubo apreturas en lo fundamental. No se pueden pedir peras al olmo. O eso se supone. EFE