Ferias taurinas

Sin premio para el toreo grande

Antonio Ferrera da la vuelta al ruedo tras una faena de muchos matices y una fea cogida en Pamplona y Talavante corta una oreja

Trincherilla de Antonio Ferrera, ayer, durante el noveno festejo de la Feria de San Fermín
Trincherilla de Antonio Ferrera, ayer, durante el noveno festejo de la Feria de San Fermínlarazon

Antonio Ferrera da la vuelta al ruedo tras una faena de muchos matices y una fea cogida en Pamplona y Talavante corta una oreja

FICHA

Pamplona. Novena de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados. El 1º, deslucido, de media arrancada y sin demasiada entrega; el 2º, movilidad y nobleza; el 3º, deslucido; el 4º, encastado y franco; el 5º, bravo, encastado y con humillación; y el 6º, deslucido. Lleno en los tendidos.

Antonio Ferrera, de fucsia y oro, estocada perpendicular, descabello (silencio); pinchazo, tres descabellos (vuelta al ruedo).

Alejandro Talavante, de negro y oro, estocada (oreja); cuatro pinchazos, media, estocada defectuosa, dos avisos (silencio).

Ginés Marín, de canela y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).

Pocaropa» había entrado en el descuento. A dos meses vista serviría para poco. Cumplidos los seis años le echan del circuito. El tiempo apremia. El de Núñez del Cuvillo era un tren. Un torazo. Salvado por los pelos se fue con los honores de correr en los encierros de sanfermines 2017 y lidiarse en la penúltima de feria. Le pesaron después los años. O lo que tenía dentro llámalo x, pero el toro desarrolló breve la arrancada y sin entrega, tampoco evidente maldad, más bien desgana. Había llegado hasta aquí y el reto estaba cumplido. Antonio Ferrera, que tiene veteranía para dos escalafones, hizo las cosas sin prisas y cumplió. No eran tiempos para los honores. Todo un decálogo de bien hacer desarrolló con el cuarto, y sin darse importancia, como ocurren las cosas vitales, aquellas que cambian la vida, pero somos conscientes después, con el paso del tiempo. Hace una época ya que atravesó la frontera y no es una forma de torear, es una forma de estar, de presentar los engaños, de colocarse, los cites, la búsqueda de pureza, la evolución del toro en sus manos, se ha convertido en una cuestión de fe. Fue encastado el cuarto en esa movilidad que tenía el Cuvillo sin perder franqueza y ahí resolvió poco a poco Ferrera toda la ecuación el toreo. No era faena made in Pamplona. Era para degustarla con todos sus tiempos, con sus silencios. Ese que nos entró por dentro cuando el toro le levantó los pies del suelo, qué tormento de feria, le costó reponerse, y al presidente soltar la oreja. De hecho, el público le obligó a dar la vuelta al ruedo. Torero había estado.

Bravo y encastado fue el quinto, que tocó a Talavante y con el que pegó un sainete con la espada y escuchó dos avisos. Nos acercábamos peligrosamente. No hubo lugar al tercero. La faena fue de menos a más, ganó en ajuste, en sentimiento, en creérselo, pero sin llegar a remover los cimientos del Talavante más hondo ni más fresco. Fulminante fue la estocada al segundo, que tuvo movilidad y nobleza, le ayudó el temple de Talavante para uniformar la faena y que los defectos fueran menos. Fácil se vio al torero de Extremadura por ambos pitones con exuberante