Ferias taurinas

Ferrera, en estado de gracia a pesar del desencanto

Decepcionante corrida de Adolfo y buena faena del extremeño que falla con la espada

El diestro Antonio Ferrera en la faena a su segundo toro.
El diestro Antonio Ferrera en la faena a su segundo toro.larazon

Decepcionante corrida de Adolfo y buena faena del extremeño que falla con la espada

Las Ventas (Madrid). Vigésima novena de San Isidro. Se lidiaron toros de Adolfo Martín, muy serios de presentación. El 1º, muy complicado; el 2º, con temple y buena condición aunque le faltara transmisión; el 3º, peligroso; el 4º, rajado y manso; el 5º, noble y flojo; el 6º, deslucido y a menos. Casi lleno en los tendidos: 21.796 asistentes.

Antonio Ferrera, de azul y oro, pinchazo, estocada trasera (algunos pitos); cuatro pinchazos, dos avisos, bajonazo dos descabellos (silencio).

Juan Bautista, de verde botella y oro, tres pinchazos, estocada corta (silencio); media estocada (silencio).

Manuel Escribano, de nazareno y azabache, estocada (silencio); estocada caída (silencio).

Crónica

El 24 de junio hará un año. El año del año. El del renacer. Fue una cogida brutal la que le pegó un toro de Adolfo en la plaza de Alicante. Se reencontraba con la ganadería y lo hizo cara a cara a portagayola en la plaza de Madrid. Amor propio demostrado sobre la arena venteña, Manuel Escribano se las vio con un toro muy complicado porque se quedaba por debajo y tapaba la salida. No lo comprendió todo el mundo. En verdad no había muchos más caminos. Por diversos y muy distintos transitamos en la faena al sexto. Arriesgó una barbaridad Escribano con las banderillas, en milímetros se resolvió de hecho la no tragedia. Tan cerca, como le pasó después el pitón en uno de los primeros pases de muleta. Le rozó el punto. Creímos que iba a ser la faena de bombear el corazón pero de pronto el toro se paró. Y así se nos fundieron los plomos. A estas alturas no nos quedaba ni uno. Nos había decepcionado la corrida de Adolfo.

A Ferrera le esperábamos con devoción después de Madrid y Sevilla (por acotar en 2017). Abrumaba la seriedad del toro de Adolfo que abrió plaza nada más guardar un minuto de silencio por Echeverría, el español valiente que perdió la vida en el terrible atentado de Londres. Inolvidables imágenes que por todos los remedios se intentan despedazar de la memoria. No la gesta de uno de los nuestros. El puñal en la barriga le puso el Adolfo a Ferrera nada más salir, pronto le vino a recordar que en el toreo se reeditan los logros cada tarde exponiendo los muslos, si el corazón te deja. Por abajo se quedó por el derecho y al menos pasaba o medio pasaba de largo el cuerpo por el izquierdo, pero al filo de milagro siempre. Oficio, solvencia y valor puso con un toro muy complicado. Y con el cuarto viajó a las oscuridades más profundas para inventarse un toro complicadísimo. Manso y rajado fue el Adolfo. Y en los terrenos de tablas se encerraron uno y otro. Tragó lo indecible y donde no encontramos fe comenzó a construir una faena sobre el eje de la verticalidad, de la naturalidad, muy de verdad Ferrera y no hubo muletazo de todos los que pegó que fuera fácil. Metió al toro en la faena, menos al público de lo que mereció. Y la espada, muy puñetera, echó por tierra lo que había sido un esfuerzo mayúsculo de torero grande.

Tuvo buena condición el segundo, descolgaba con cierta nobleza y repetición, aunque no tuviera excesiva entrega. Se esperaba más. A ambos lados de la frontera y nos quedamos, aun cuando el toro ya estaba muerto, a la espera de que ocurrieran cosas. Descontextualizados vaya. El toro tenía cosas buenas aunque le faltara transmisión y la faena de Juan Bautista, muy plana y acomodada, no quiso volar. Nobleza y clase sacó el quinto pero con una falta de fuerza que colisionaba con el lucimiento. No pudo ser. Y no fue.