Feria de Abril

Ferrera lo hace fácil

Solvente y muy profesional actuación de Antonio Ferrera ante una decepcionante corrida de Miura

Media de Antonio Ferrera, ayer en la plaza de toros de Málaga
Media de Antonio Ferrera, ayer en la plaza de toros de Málagalarazon

En la plaza de toros de Málaga, tercera de la Feria de Agosto. Se lidiaron toros de los Hijos de Eduardo Miura, bien presentados. Primero, noble y flojo. Segundo, aprendió rápido. Tercero, noble pero tardo y sin recorrido. Cuarto, peligroso. Quinto, muy a menos. Sexto, peligroso. Dos tercios de entrada

Antonio Ferrera, verde esperanza y oro, tres pinchazos y estocada (silencio); gran estocada (ovación tras petición); pinchazo y media estocada (silencio); estocada caída (silencio); pinchazo y media (palmas); y tres pinchazos y estocada (palmas de despedida).

Saludaron en banderillas David Adalid, Fernando Sánchez, Marco Galán, Javier Ambel y Jaime Padilla.

Cometió un error Antonio Ferrera, ese torero al que no le caben ya más cicatrices en sus piernas. Esperando el público asistir a una batalla campal entre el valiente extremeño y seis toros de Miura, él se las ingenió para que todo pareciera fácil. Y esto, que sólo es posible si el que está en el ruedo es un auténtico profesional, provocó cierta confusión en los tendidos. Una especie de «eso también lo hago» yo que poco tuvo que ver con la realidad.

Porque la realidad giró en torno a la maestría de un torero en sazón que, precisamente gracias a su magisterio, mató la corrida con la gorra. A los que no embistieron los lidió como está mandado, sobre las piernas y con pases de pitón a pitón. Y sin empeñarse en dilatar faenas que jamás podían seguir el patrón habitual de naturales y derechazos a excepción hecha de lo sucedido en el quinto toro, un marmolillo con el que se puso pesado. Y a los que metieron la cara por derecho, los toreó con temple y gusto. Sin ligazón al primero, por ser muy flojo, en una obra de pinceladas sueltas de mucho sabor. Y más ligado al segundo en dos series de redondos soberbias, con empaque, limpieza y armonía. Como el toro aprendió pronto Ferrera se fue a por la espada para matarlo por todo lo alto y sin puntilla. Mereció, de largo, la oreja que le escamotearon desde la presidencia. Porque además a éste lo toreó con soltura de capote, y aún mejor al primero de la tarde, al que le pegó un puñado de verónicas con arte. Lástima de espada...

Después las cosas comenzaron a torcerse, sobre todo porque los de Miura flojearon mucho y no embistieron casi nada. Ferrera, como decíamos, se desenvolvió con facilidad y solvencia, pero la gente comenzó a aburrirse salvo en los tercios de banderillas, que Antonio compartió con varios hombres de plata que arriesgaron lo suyo. La síntesis de la tarde podemos encontrarla en el sexto toro, una alimaña que se arrancó de largo al caballo para que se luciera el picador Tito Sandoval, que sirvió para que David Adalid, Marco Galán y Fernando Sánchez cuajaran un valeroso tercio de banderillas, pero que en la muleta no tuvo ni medio pase. El maestro le hizo una faena de aliño irreprochable, pero la gente quería ver naturales. Eso, mañana...