Toros

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Hazaña de Fandiño sin final feliz

Con división de opiniones acabó la encerrona del vasco, que llenó la plaza de Las Ventas

Iván Fandiño entra a matar al cuarto toro de la tarde de José Escolar
Iván Fandiño entra a matar al cuarto toro de la tarde de José Escolarlarazon

La gesta del torero vasco de actuar en solitario como inicio de temporada y con toros de distintas ganaderías, pero todas ellas de las denominadas duras, fue el punto de partida. No llegó el triunfo después, eso sí, Las Ventas se llenó hasta la bandera

- Las Ventas (Madrid). Domingo de Ramos. Se lidiaron toros de: 1º, de Partido de Resina, con el fuste justo, sosote, franco y sin transmisión; 2º, de Adolfo Martín, de buen aire pero muy a menos; 3º, de Cebada Gago, descompuesto y deslucido; 4º, de José Escolar, espectacular en el caballo, pero de media arrancada y sin entrega en la muleta; 5º, de Victorino Martín sustituido por otro de Adolfo Martín, de media arrancada y sin querer pasar; 6º, de Palha, rajado y deslucido. Lleno en los tendidos.

- Iván Fandiño, como único espada, de gris plomo y oro, pinchazo, estocada que hace guardia, dos descabellos (silencio); media estocada, dos descabellos (silencio); estocada atravesada, descabello (silencio); media, seis descabellos, aviso (algún pito); dos pinchazos, estocada (silencio); pinchazo, media, descabello (división de opiniones en la despedida).

Acostumbrados a comenzar la temporada mirándonos las caras los de siempre tras el interminable invierno, volver por marzo a Madrid con esa Monumental, más bella que nunca si cabe, repleta de arriba abajo y con un ambientazo fuera de lo común, nos devolvió la ilusión por la Fiesta. Una Fiesta impredecible, enrevesadamente compleja, por mucho que los agoreros se rebozen en sus finales apocalípticos. Si nos atenemos a las estadísticas, pocas encerronas se libraron con éxito en esta endemoniada plaza de desvelos. Las banderas morían en quietud desde por la mañana, sin movimiento, sin viento, sin aire... encapsulando los miedos. Iván Fandiño, el torero de Orduña, envidó a la grande con un solo en Madrid rompiendo las fronteras quizá de la lógica o de las probabilidades de rentar lo máximo en el mínimo tiempo posible. Esa ley del toreo por la que morimos, y sin que nos demos cuenta nos está matando.

El habitual boicot

Era una apuesta de difícil resolución: seis toros para empezar la temporada y en Madrid. Y seis toros seis de las denominadas ganaderías duras. Antes de que pusiera pie en la arena madrileña y con la plaza hasta la bandera, se encargaron el mini grupo de antitaurinos de intentar un boicot, ese teatro de fingir agresión a la que nos tienen acostumbrados. Lástima para ellos que el toreo viva y muera en la integridad de los valores. En la verdad. Verdad fue que Fandiño encaminó ese paseíllo en solitario que tanto asusta en Madrid con un terno, gris plomo y oro, o cárdeno y oro para tejer un lazo invisible al sentido de la tarde. Un minuto de silencio vino después por la tragedia aérea. En cuestión de segundos, había llegado la tenebrosa hora de la verdad. Ovación de gala para el torero y la escopeta cargada, porque esto es Madrid, que a nadie se le olvide y el género humano, además, no permite nada entre el triunfo y el fracaso. O se logra el triunfo o la condena al fracaso es irremediable.

La seriedad del primero de la tarde, de Partido de Resina, puso la primera piedra de lo que venía después. Pero la despampanante fachada del toro venía envenenada con la falta de fuerzas y la transmisión en entredicho. Quitó por navarras Fandiño y Jarocho lo hizo perfecto con el capote. Pura seda en el intento de hacer romper al toro hacia delante. Esos pequeños milagritos diarios cuya mayor virtud es que pasen desapercibidos. La faena pareció un calentamiento, ni el toro quiso ni se llegaron a encontrar. No había tampoco lugar a ello.

Con el toro de Adolfo Martín, ganadería muy del gusto del torero, quisimos creer, hasta nos pareció que la tarde daría ese salto mortal a la altura de la gesta. Espectacular de cornamenta el Adolfo, se tapaba por eso el animal, y bien Fandiño a la verónica, cerrado en tablas casi a la tremenda, y con una media de fogonazo. Brindó a Madrid. A esas 24.000 personas que un Domingo de Ramos habían colmado la plaza. En el centro, en la misma boca de riego, esperaba el desenlace con la diestra. Esa primera tanda sí tuvo el temple, la ligazón y la calma. Faltó estructura después con un toro que tenía muy buen aire, pero antes de que las líneas maestras del trasteo estuvieran definidas, al Adolfo se le fue yendo el fuelle, la transmisión y aquello que había despertado la magia acabó pulverizado. El de Cebada Gago, tercero, fue garbanzo negro casi ya de salida, cruzado en los primeros encuentros, suelto y doliéndose en banderillas. Descompuesto en el trance final ante un Fandiño que lo intentó en exceso.

El José Escolar nos puso en el mapa de las emociones. Ahora o nunca. Como si estuviera rebozándose en la encina del campo, esperó a Fandiño haciendo lo propio con la arena del burladero. Se estiró a la verónica y el espectáculo continuó en el tercio de varas. Empujó en la primera y a la segunda le colocó Fandiño en el mismo centro del redondel. Acudió con alegría el toro y soberbio a caballo estuvo Israel de Pedro. Quitó por chicuelinas antes de comenzar la gran ovación al varilarguero interrumpida, putada de las grandes, por la salida a escena, que no nos faltara de nada, de un espontáneo. En este mundo de locos, pusieron orden en el ruedo los banderilleros y de qué manera. Grandioso tercio nos regalaron, Ambel con el capote y Jarocho y Víctor Martínez con los palos. Desmonterados pues. Estaba Madrid a punto de entregarse, con el caramelo en la boca, pasándoselo bien y era el clímax de la encerrona. En ese camino incierto por el que transita el torero en la plaza y elevado al infinito cuando lo hace en Madrid y en solitario, ese cuarto era la clave. El que despegaría la encerrona o resquebrajaría los ánimos empujándole un paso más al precipicio. No fue fácil el toro, sin entrega para humillar y recortando el viaje a la mínima. Queda la duda de los terrenos y la distancia. Sólo la inercia del espacio, igual, es una incógnita sin desvelar, le hubiera dado al toro el sentido de la inercia para pasar en la muleta. No más. Dentro no lo tenía, aunque nos hubiera dado buenos momentos hasta entonces. Con la espada le puso los pitones en la cara. Le marcó en ese agresivo tú a tú que llevaba implícito el frágil devenir del torero.

El quinto Victorino salió y volvió a entrar por la misma puerta por una lesión en la mano. Le sustituyó, caprichos del destino, uno de Adolfo, ya saben con el mismo apellido. Fue el guasón de la tarde. Pasaba ligero y rebañaba con gusto. Por uno y otro pitón. Contrariado y apocado veíamos a un torero que no tuvo su tarde en el manejo de la espada. El de Palha cerraba sesión. Los ánimos devastados arriba y abajo, las plazas viven por contagio. Una larga cambiada en el tercio de rodillas para saludar. Una colada con el capote mientras el toro deambulaba a su aire y el torero al suyo. Desconectado. Y lo mismo que hizo en la entrada del caballo, de largo, pero estrellándose después sin empujar, lo hizo en la hora final. La del destino. Sólo que además, se acomodó en tablas, renunció a su bravura y condenó las pocas alegrías que nos quedaban. Hubo división de opiniones en la despedida, mientras los agoreros sacaban pecho de ese listado preconcebido. Es verdad que apostar a estas altura de la temporada es una locura, y más cuando tiene el año hecho, es doble locura anunciarse sólo con ganaderías duras... Pero viendo Madrid llena me hace pensar que igual estamos necesitados de locuras ajenas al guión. Esa ilusión que nos haga ir, y vivirlo, aunque no siempre salgan las cosas de cara.

Lorenzo, cuatro trofeos

El novillero Álvaro Lorenzo afrontaba ayer un espectáculo en solitario en la plaza de toros de Aranjuez. El festejo, a beneficio de la Fundación de Oncohematología del hospital Niño Jesús de Madrid, se saldó con el corte de cuatro trofeos. Además, la plaza llenó en el evento tres cuartos del aforo. Se lidiaron novillos de las ganaderías de Garcigrande, Daniel Ruiz, Alcurrucén, 3º y 5º, El Torreón y El Freixo (ganadería propiedad de Julián López «El Juli»), de distinto comportamiento. El balance de la tarde fue: oreja, ovación tras aviso, oreja, saludos, oreja con petición de la segunda y oreja.