Toros

Toros

Iván Vicente roza la gloria seis años después

Gran actuación del madrileño y soberbios naturales de Rubén Pinar en una tarde contundente en la Monumental de Las Ventas

Iván Vicente, en un natural, ayer, en Las Ventas
Iván Vicente, en un natural, ayer, en Las Ventaslarazon

Gran actuación del madrileño y soberbios naturales de Rubén Pinar en una tarde contundente en la Monumental de Las Ventas

- Las Ventas (Madrid). Se lidiaron toros de Gavira y dos, 4ºy 5º, de Carriquiri, demasiado desiguales de presencia y algunos, como 6º, terciado . El 1º, de buen juego, noble y de buena clase y el fuelle justo; el 2º, mansito, repetidor y de muy buena condición; el 3º, manso, pero con motor, repetición y bronco en la muleta; el 4º, descastado y de media arrancada; el 5º, de mal juego, renqueante y sin querer pasar; y el 6º, deslucido. Un tercio de entrada.

- Iván Vicente, de lila y oro, buena estocada (oreja); y dos pinchazos, estocada fulminante (vuelta al ruedo).

- Rubén Pinar, de berenjena y oro, estocada desprendida, aviso, cuatro descabellos (vuelta al ruedo); y estocada de rápido efecto (saludos).

- David Galván, de rosa y oro, aviso, estocada punto trasera, segundo aviso (saludos); y pinchazo, media, dos descabellos (silencio).

Por algo sigue vigente esa norma no escrita pero avalada por el buen fario de que no hay que perderse las corridas de Madrid. Siempre nos dejan algo, sólo que en este caso nos dejó mucho y desde bien pronto. Seis años había estado Iván Vicente apartado de Madrid. Su Madrid, que es de la tierra serrana de la capital. Fue reencuentro bueno y del que abre las puertas a las dudas: ¿por qué tanto tiempo? Eso fue lo que no perdió Vicente en su puesta en escena. Bien a la verónica y bendecido después por un toro de Gavira de buena condición, nobleza y el fuelle justo. Buen animal y perfecto para el temple exquisito del madrileño. Por la diestra encadenó el toreo depurado con inspirados remates y el natural lo encumbró sobre todo en una tanda inmensa de contenido, redonda, ligada y con mucha expresión. Brillante en la medida del tiempo y en adivinar el ímpetu del Gavira; no consintió que aquello se viniera a menos y remató a más: con una estocada en la yema. La oreja fue de las de verdad. El cuarto, remiendo de Carriquiri, echó el ancla en toriles al salir y ahí tuvo que ir el torero. Lo que vino después tuvo mucho mérito porque el toro se agarró al suelo, escueta la arrancada y a media altura. El temple presidió siempre y logró la virtud de interesar de principio a fin. Invirtió valor y talento en ello, al intentarlo en la media distancia y dejar también que los pitones rozaran el cuerpo. Lo tuvo en la mano; se desmoronó con dos pinchazos previos a una estocada fulminante. Rubén Pinar perdió la oreja cuando estaba todo hecho: al descabellar, a pesar del estoque hundido. Esos caprichos que convierten el triunfo en una escalada al Everest. El toro se quería rajar, amagaba con ello, pero con una calidad en la embestida extraordinaria y muy cómplice de un Pinar que le cogió la medida perfecta por naturales, muy rotos por abajo, muy mandados pero sin renunciar a la verticalidad.

Un zambombo por dentro y por fuera fue un quinto de Carriquiri renqueante y que no quería pasar. De los que frustran. Basto a rabiar a pesar de los múltiples intentos de Pinar.

David Galván se las vio con un tercero manso que metió la cara después con motor, repetición y punto violencia. La faena de Galván fue extensa y acentuada por los altibajos. El sexto, protestado por terciado, se rompió un pitón durante la faena. El toreo a partir de ahí ya no tenía sentido. Todo lo habíamos dejado atrás.