Feria de San Isidro

La estética de Morenito vuelve a cautivar Madrid

El burgalés corta la primera oreja de San Isidro después de una faena de apuesta con el encastado quinto; valor sin respuesta de Román.

Derechazo de mano baja de Morenito de Aranda al quinto toro de la tarde, ayer, en Las Ventas
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El burgalés corta la primera oreja de San Isidro después de una faena de apuesta con el encastado quinto; valor sin respuesta de Román.

Las Ventas. Segunda de San Isidro. Se lidiaron toros de El Ventorrillo, bien presentados. El 1º embistió cruzado y siempre cabeceó; el 2º, con nobleza, le costaba a mitad del viaje; el 3º, agarrado al piso y deslucido; el 4º, acobardado, se atrincheró en tablas al primer muletazo; el 5º, encastado, con fijeza, codicia y ritmo, para apostar; y el 6º, mansurrón. Menos de tres cuartos de entrada: 14.019 espectadores.

Eugenio de Mora, de azul pavo y oro, dos pinchazos, tres pinchazos, media atravesada, aviso, cinco descabellos, estocada trasera atravesada, estocada caída (silencio); estocada casi entera (silencio).

Morenito de Aranda, de grosella y oro, dos pinchazos, estocada, descabello (saludos); pinchazo, estocada contraria (oreja)

Román, de nazareno y oro, estocada algo trasera (silencio); pinchazo, aviso, media atravesada, dos descabellos (silencio).

No tiene el tirón de otros, pero torea tanto, calidad que no cantidad –de paseíllos, claro–, que muchos de ellos. Morenito de Aranda logró ayer la primera oreja de este San Isidro a estreno de Plaza 1. En la segunda de abono. Con una corrida que manseó por arrobas de El Ventorrillo con el único oasis de un salpicado quinto de nota. Hecho cuesta arriba, el serio burraco tuvo fijeza y alegría en el tranco, aunque no fue fácil, encastado, lo quería todo por abajo. Morenito no rehuyó el envite y le otorgó distancia, lo lució y resistió ese caudal de bravura. Tenía poder el animal y el torero castellano lo consiguió templar con ese gusto y buen trazo que acostumbra a dibujar su muleta. Ligado y reunido, lo cuajó por ambos pitones. Enfibrado por momentos, toreó con limpieza y ritmo, especialmente, al natural. De mano baja, los derechazos. Los remates por bajo, orfebrería. Una delicia cada golpe de muñeca en esas trincheras. Montó la espada, pero no hundió el acero. Encontró rumbo el filo en el segundo embroque y afloraron los pañuelos hasta asomar el blanco en el palco. El trofeo, bien sujeto en su mano.

Se llevó el lote el burgalés. Cornidelantero y abierto de cuerna, el largo segundo tuvo nobleza. Lo apuntó en el quite por milimétricas gaoneras y saltilleras de Román, replicado por Morenito a la verónica. La última, meciendo el capote con suavidad, y la media, superiores. Luego, en la muleta, mantuvo esa bondad, pero le costaba un mundo a mitad del viaje. Sin finales y cada vez más corto, Morenito apostó por las cercanías y, ahí, logró pasajes de bella factura. Alguna buena tanda en redondo por aquí, varios naturales sin mácula por allá y trincherazos, un buen puñado, con esa estética marca de la casa. Sólo faltó continuidad. Tampoco ayudó el fallo a espadas. Saludos.

Con dos de dos, La Paloma y Otoño, en sus dos tardes previas llegaba Román a San Isidro. Hubo dos sin tres. Sin orejas, presa de un lote imposible. El tercero fue ya para cortar la racha en seco. Se paró a las primeras de cambio y hubo que provocarle la embestida siempre. Román tiró de estoicismo para buscarle las vueltas, pero no pudo pasar de ahí. Firmeza sin recompensa y hasta frialdad del tendido con el valor del valenciano. El frío se hizo gélida sordidez en el sexto, mansurrón de imponente alzada. Tras un inicio ajustado por estatuarios el de El Ventorrillo corroboró sus ideas y salió despavorido hacia chiqueros. Allí porfió Román que se justificó con un arrimón que incluso le costó una espectacular voltereta. Catapultado varios metros por los aires, salió de una pieza. Sin fortuna, a esperar la de Lagunajanda.

Fiel a su historia en esta plaza, Eugenio de Mora se echó de rodillas para comenzar el trasteo al que rompió plaza. Tardes de gloria prologadas de hinojos. Triunfos sonados desempolvados efímeramente en los últimos tiempos. Ese poso de los toreros con el paso de los años. No fue el momento de revivirlo. Este «Bajeza» lo desarmó al cuarto muletazo. Fue un toro bajo y enseñando las puntas muy deslucido. Embistió cruzado y soltando siempre la cara, con un molesto «calamocheo», defectos que se acentuaron a medida que avanzó el trasteo. Lo intentó con tesón el toledano, pero no había nada que extraer de ahí. Muy molesto para «despenarlo, Eugenio pasó un mal rato y acabó pasaportándolo después de dos avisos con el toro atrincherado en el burladero. También terminó lamiendo las tablas el castaño cuarto. Enviciada querencia. Ni siquiera salió de la primera raya en el último tercio. Cuando trató de sacarlo el toledano para comenzar su faena, el burel se negó en rotundo. Bandera blanca de rendición. Inédito con él. Silencio en ambos. La tarde era de Morenito. Su estética tiene cautivada a Madrid. Con razón.