Toros

Santander

«Madroñito» y un soberbio Cid encumbran la leyenda

Interesante corrida de Adolfo Martín en el cierre de la Feria de Santiago de Santander

El diestro sevillano Manuel Jesús "El Cid"durante la corrida del último día de la Feria de Santiago
El diestro sevillano Manuel Jesús "El Cid"durante la corrida del último día de la Feria de Santiagolarazon

Interesante corrida de Adolfo Martín en el cierre de la Feria de Santiago de Santander

Santander. Última de feria. Se lidiaron toros de Adolfo Martín, muy serios de presentación.

El 1º, extraordinario, indultado; el 2º, sin entrega y soso; el 3º, noble, humilla, punto soso y repone un poco; el 4º, de corta y orientada embestida; el 5º, de extraordinaria calidad; el 6º, más orientado, desentendido y sin entrega. Casi lleno.

El Cid, de rioja y azabache, (dos orejas simbólicas); estocada corta en buen sitio, descabello (saludos).

Miguel Ángel Perera, de azul cielo y oro, estocada caída (saludos); pinchazo, media (saludos).

Alejandro Talavante, de rioja y oro, estocada tendida (saludos); pinchazo, estocada que hace guardia, aviso, dos descabellos (silencio).

"Madroñito"nos arregló la tarde, y estas líneas, desde que salió por toriles. Y fue el primero. Qué primero. El primero de todos los primeros. El toro de los toros. El toro padre, que al campo volvió para vivir cubriendo vacas. Se lo ganó. Qué manera de embestir más brava, más noble y más emocionante. Dos veces pasó por el caballo saltándose la norma no escrita pero sí impuesta del monopuyazo y fue después, ocurrió después, cuando El Cid, que sabía, o intuía al menos, lo que le esperaba a la vuelta de la esquina, a la media vuelta de los primeros muletazos, cuando el toro de Adolfo Martín se explayó. Conocida es la reata de "Madroñito", antecesores de leyenda ha dado a esta ganadería. Y seguimos. "Madroñito"nos dejó ver, y qué gustazo, al mejor Cid. Al Cid con el que muchos nos fascinamos años ha y nos volvimos a reencontrar hoy entrando en este cartel como sustituto de Escribano, recuperándose todavía de un gravísimo percance que sufrió hace un mes ya. Sensacional la tomó el Adolfo por el derecho, humillado, con entrega, recorrido, repetición y nobleza; perfecto Manuel Jesús. Qué manera de torear, de sentirse, de contarlo, de transmitirlo, de hacernos partícipes a todos de la magia del toreo. Tan grande es esto, tan frágil, tan vulnerable, ahí el mérito. Y así siguió hasta que de pronto el de Salteras tomó la zurda, ya saben que su mano estrella, pero el toro en el capote había sido menos claro por ahí, tenía un tesoro escondido el animal, humillaba más todavía, más profunda la embestida, más surcada, más honda, barbaridad de toro, trasmitía él solo por la belleza que supone la bravura. Sólo lo entiendes si lo admiras. Pulseó El Cid, tan lento, empapada la muleta siempre en la embestida del animal, a centímetros de los pitones del toro, no, a milímetros, un desafío a la distancia, a las muñecas, cumbre el sevillano. Uno y otro. Otro y uno. Hasta el final. Alargó la faena y acabó de conquistar al público para que pidieran el indulto concedido. Jugará buen papel en la dehesa cacereña, vuelve el toro al campo. Maravilloso momento. A la altura El Cid. También cuando le salió un cuarto que nada tuvo que ver, orientado y de corto recorrido en la muleta. El de Sevilla plantó cara a esos desafíos.

Se esmeró Perera con un segundo que no desarrolló maldad, pero sí sosería y poca entrega, fueron el temple y el oficio lo que mantuvieron en pie la faena. El destino le redimió con un quinto de extraordinaria calidad. Un cum laude en humillación, hasta la extenuación, o más, con un ritmo brutal en la embestida, muy lento, un punto le costaba repetir pero cuando lo hacía era a las mil maravillas. Curro Javier lo bordó con los pares y Miguel Ángel Perera quiso en la faena de muleta. Hubo una tanda de naturales cumbre y luego un mar de intermitencias en las que cabía todo, pases buenos, otros muy buenos, algunos desajustados y también un desarme que hizo que la cosa no acabara de ligar.

El tercero, que era para Talavante, tuvo nobleza y humillación, pero también un punto de sosería contagioso y el defecto de reponer al final del muletazo con un ritmo desigual. Fue la faena del extremeño de búsqueda, de probar teclas y de rematarla con eficacia. La que le faltó en el sexto. Sin entrega el toro, orientado y desentendido. No le puso el trance fácil a Talavante en esta ocasión con la suerte de espaldas. El reencuentro, a lo grande y sin fisuras, había sido de El Cid.

FICHA DEL FESTEJO