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Feria de Bilbao

Más Moral que el Alcoyano

La Razón
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Pepe de Los Palacios tiene más moral que el Alcoyano. Pasadas las nueve de la noche le cortó una oreja al toro octavo de una corrida que parecía rodada a cámara lenta, como ese sueño que hemos tenido todos alguna vez en el que corremos y no avanzamos. Más de dos horas y media de aburrimiento puro y sin aditivos. Cinco mil tíos –y tías, media plaza– picados por la mosca tse-tse, sin poder controlar ya el vasculante del belfo. Para colmo el toro quinto –después de los bises tercero y cuarto– se llamaba noctámbulo. Y para colmo de todos los colmos a la banda de Tejera le dio por tocar el pasodoble «Puerta Grande –¿no tendrían Amargura?– tras el arrastre de este «Noctámbulo» que nos dejó en estado narcoléptico. Escarbó como un búfalo y cantó la gallina. A las nueve de la noche no había ya quien levantara los cascotes de la tarde. La luz artificial encendida, el color ambarino que precede a la noche y el respetable apretando la almohadilla para salir corriendo. Lo mejor hasta entonces se había vivido en un tendido de sol, junto al portón de Cuadrillas. Un chavea con un capotillo diminuto dio un ramillete de eléctricas verónicas que conquistaron al público. Le pidieron hasta las orejas al torerillo, que refugiaba, jaque, el mentón en el pecho. Una, otra, las verónicas más jaleadas de la tarde en mitad del tendido, rodeado de un océano de ladrillo que a mí a esas alturas de la corrida ya me parecía un felliniano mar de plástico. Quizá por los desbarres oníricos de esta quinta de abono o quizá –sería lo más probable– por el sueño insoportable del momento. Y a esto salió el último de Montalvo: «Insumiso». «Insumiso» traía la brisa de la liberación tras dos horas largas de penitencia. Salió «Insumiso» pegando coces a los capotes de la cuadrilla de Pepe Moral. La puesta en libertad tuvo amago de quebrarse cuando parte del público pidió la devolución del toro. Ni la andanada del respetable tuvo éxito ni los capotes al suelo de Pepe Moral buscando que el bicho hocicara tampoco. A Dios gracias. Y seguro que ahora se está alegrando el torero. Buscó como un jabato la oreja el de Los Palacios. La clave fue dejarle a este «Insumiso». la muleta en la cara , dejarlo que se sintiera cómodo en su terreno y taparle la salida para que no saliera en marcha expeditiva. Tiró al aire las dos zapatillas como dos monedas. Y las dos salieron cara. Pepe de los Palacios, más moral que el Alcoyano el tío –y cabeza de buen torero, porque la oreja fue de cabeza–, se perfiló con el toro en la perpendicular de las tablas. Le metió la espada y el público reconoció el esfuerzo con una pañolada. Pepe Moral se agarra otra vez al precipicio mordiendo la cuerda con la boca. Le queda otra corrida. Hay torero.