Zaragoza

Padilla vuelve a darlo todo en «su» plaza de Zaragoza

El torero jerezano, que, como Daniel Luque, cortó una oreja, se entrega en una plaza volcada de antemano pero que no pudo sacarle a hombros por la negativa del presidente

El Fandi consuela a Juan José Padilla, abatido tras no abrir la Puerta Grande
El Fandi consuela a Juan José Padilla, abatido tras no abrir la Puerta Grandelarazon

Plaza de toros de Zaragoza, tercera corrida de la feria del Pilar. Se lidiaron seis toros de Zalduendo, desiguales de volumen y cuajo pero todos astifinos y muy seriamente armados. El primero, rajado y descastado; con genio y a la defensiva, el segundo; flojo pero a más, el tercero; el cuarto, de mayor duración, noble y con clase; noblote e insulso el quinto; y el sexto, rajado y huido. Tres cuartos de entrada.

Juan José Padilla, de verde billar y oro: estocada trasera tendida (silencio); estocada desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo).

El Fandi, de carmesí y oro: pinchazo y estocada trasera desprendida (silencio); media estocada trasera tendida (ovación tras petición de oreja insuficiente).

Daniel Luque, de corinto y oro: estocada (oreja); estocada deprendida (ovación tras leve petición).

Hace ya cuatro años que Juan José Padilla sufrió en esta plaza la tremebunda cornada que le desfiguró el rostro y le cambio la vida y la carrera profesional. Desde entonces, el torero y las gentes de Zaragoza se profesan un cariño recíproco que se muestra en todo su esplendor cada vez que el jerezano hace el paseíllo en el escenario de aquella tragedia.

Esta vez, junto al ya eterno parche que recuerda a todos aquel percance, Padilla llevaba sobre la frente otros apósitos añadidos que no lograban ocultar su decisión de devolverle al público tanto calor recibido durante estos cuatro años.

Y si su primero no quiso ayudarle en la ofrenda de toreo, al rajarse después de una caótica lidia, sí que tuvo en el cuarto al perfecto colaborador, como si el torero ya supiera lo que le esperaba cuando, tras acabar con el que abrió plaza, le hizo ostensibles gestos a la gente de que lo bueno vendría en su segundo.

Porque a eso se dispuso Padilla desde el mismo momento en que el de Zalduendo asomó por la puerta de chiqueros, allí donde lo recibió con una larga cambiada de rodillas. Bulló el de Jerez con el capote, tanto en unos ligeros lances en el tercio como en un ritmado galleo por chicuelinas o en un espumoso quite de capote alzado por faroles y tafalleras.

Ya camino de la lidia total, esta vez sí que cogió los palos para banderillear con ajuste, apurando el agudo filo del pitón en los dos primeros encuentros a los que el toro acudió midiéndose al encuentro de un torero decidido a lucirse.

En cambio, cuando tocaron a matar también el veleto cuatreño lo puso todo en las embestidas, ya desde que, con las dos rodillas en tierra, Padilla le fue engarzando una docena larga de pases de creciente intensidad y mando hasta la misma boca de riego. Le duró al toro esa noble movilidad, y aún también la clase por el pitón izquierdo, para que el torero le diera al pueblo todo lo que pedía, tanto en lo fundamental como en los guiños efectistas que duraron hasta un nuevo final de hinojos, con alardes y desplantes.

Sólo quedaba matarlo, por arriba a ser posible, y el de Jerez se volcó sobre el morrillo en los mismos medios de la plaza para dejar una estocada contundente y un tanto desprendida, que fue al defecto al que debió agarrarse el presidente para aguarle a fiesta a un público que no logró su ferviente deseo de sacar a su ídolo por la puerta grande.

A Daniel Luque le habían dado antes otra oreja sin discusión, en tanto que el joven sevillano desplegó todo su buen oficio para resolver la compleja situación que le planteó el tercero: flojo de remos pero con un amenazante temperamento. Y así, jugando a la perfección con la tela a media altura para que el animal no se afligiera, pero con el mando suficiente para que no se le subiera a las barbas, Luque consiguió que el «zalduendo» y la faena fueran a más y a mejor, con un toreo fluido y limpio que remató de una buena estocada.

Lástima que el sexto no le dejara luego redondear una más que entonada tarde, porque iba camino de cortarle otro trofeo cuando, mediada la faena, el toro le volvió grupas y, pese a la insistencia en tablas del torero, se negó a seguir colaborando.

Otro que se rajó pronto fue el primero de El Fandi, que terminó echándose en la arena por su cuenta una vez que no logró imponer su genio defensivo ante la tela del granadino. Fue con éste con el que Fandila logró lo más lucido de su actuación en un tercio de banderillas tan espectacular y variado como sincero, ya que con el insulso quinto su trabajo fue de más cantidad que calidad.