Toros

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«Poco a poco se nos están recortando nuestras libertades»

El presentador de televisión y locutor de radio habla de su afición por la tauromaquia y de los momentos que está viviendo el sector en la actualidad

Ramón García
Ramón Garcíalarazon

El presentador de televisión y locutor de radio habla de su afición por la tauromaquia y de los momentos que está viviendo el sector en la actualidad

Aficionado acérrimo a la tauromaquia. «De toda la vida», dice. Con él hemos pasado noches de verano. E invierno. Y campanadas... Con el programa «¿Qué apostamos?» Apostó. Y logró la cima en su profesión. Quizá hubiese sido torero en vez de presentador porque con un carnero nació su afición, y con una capa, que no la de fin de año, lo toreaba. «Lo intentaba», matiza. Es tanta su afición que «siempre estoy pensando en cogerme un año sabático para vivir una temporada de toros al completo, pero se me queda en el tintero», nos revela con cierta añoranza.

–¿Ramón García o Ramontxu?

–Atiendo por igual a los dos nombres pero es curioso porque o me llaman Ramontxu o «Ramongarcía», todo junto.

–Treinta y cuatro temporadas en activo y le vemos a caballo entre la radio y la televisión. ¿En qué momento profesional se encuentra?

–Ahora estoy en la televisión de Castilla-La Mancha con el programa «En Compañía». En él intentamos que las personas que están solas encuentren una persona para compartir su vida.

–¿Cuándo tomó la alternativa?

–La radiofónica en el año 1984, en los 40 principales, y dos años después la televisiva en la ETB.

–¿Y el doctorado?

–Televisión Española fue mis «Ventas». Y también mi casa durante 25 años. Allí me doctoré en el 91 con el programa «No te rías, que es peor».

–¿Cómo llegó a la cima? ¿Cuál fue la «faena» que le llevó a lo más alto?

–En el mundo de los toros es difícil llegar arriba y mantenerte, pero en mi trabajo es casi imposible. Me fui rodando tarde a tarde hasta que llegó el formato «¿Qué apostamos?» y me proyectó a lo más alto.

–¿Tiene algún otro proyecto entre manos en este momento?

–No, ahora mismo no tengo tiempo para más porque el programa que estoy haciendo en este momento es de tres horas en directo todas las tardes.

–Y aún así acude de forma asidua a las plazas de toros.

–Menos de lo que me gustaría, aunque siempre qué puedo me escapo a donde sea, me da igual a que plaza.

–¿A qué tipo de festejos suele acudir frecuentemente?

–Me gustan mucho las novilladas porque ahí está la base de todo. Disfruto por su emoción y riesgo, y porque creo que todo es más de verdad.

–¿Torista o torerista?

–Me gusta el toro bravo que impone su ley en la plaza. Ese día sabes que va a ser distinto aunque no veas una faena perfecta. Puede salir esa alimaña y crear emoción. El toro demasiado facilón no me gusta.

–¿Cuándo nace su afición?

–De pequeño quise ser torero. Jugaba mucho «al toro» y una vez mis padres me regalaron un carnero que se llamaba «Bernabé». Lo intentaba torear con un «capotillo». Ese pudo ser el inicio de mi afición. Y luego, curiosamente, empecé a ir a los toros en Bilbao, trabajando en los 40, cuando me mandaban a hacer entrevistas. Ahí es cuando empecé a ver la fiesta de los toros desde dentro.

–Bilbao, una ciudad en la que actualmente se está cuestionando la tauromaquia y planteando la opción de realizar consultas para decidir el futuro de la fiesta.

–Los políticos están metiendo mucho el dedo en el tema de los toros y al final, ellos son los que representan nuestros intereses. Y si hay una mayoría que dice una cosa... Señores, no tenemos nada que hacer.

–¿Ha cruzado alguna vez la línea de aficionado de barrera y se ha puesto delante de una vaquilla?

–Sí, pero muy malamente (se ríe). En la finca de Enrique Ponce, la típica becerra a la que te dicen que salgas y no pierdes la oportunidad. Terrible. Eso es el verdadero terror. Para mí todo el respeto y la admiración hacia el torero es poco.

–¿Cuándo conoció a Ponce?

–La historia es muy graciosa. Empecé a seguirle desde que era un «pequeñajo», me encantaba su toreo. Y años después le invité al programa «¿Qué apostamos?» y allí nos hicimos grandes amigos.

–Incluso le ha brindado un toro.

–Sí, en el Puerto de Santa María. Se llamaba «Sobornante» y le cortó las dos orejas. Me regaló la cabeza pero la tengo en su casa, en la mía no se dónde ponerla.

–Ha sido un presentador al que le ha gustado dar pequeños guiños a la tauromaquia en sus programas.

–Siempre. Desde la vaquilla del «Gran Prix» hasta ponerle un capote de paseo y una montera a Claudia Schiffer.

–¿Por qué el rechazo constante a la tauromaquia en la televisión?

–Eso ha pasado toda la vida. No es nada nuevo. El mundo del toro ha tenido una difusión limitada a unos medios de comunicación concretos. Sí que es verdad que ahora se está reduciendo más, entre otras razones porque los patrocinadores no quieren invertir en toros por miedo al rechazo. Aun así, la televisión pública sí que debería darle mayor proyección.

–¿Para cuándo un programa en prime time?

–Es difícil. Nunca ha existido y navegar a contra corriente no creo que sea bueno. Los toros en el sentido de espectáculo televisivo están bien como están. Los aficionados tenemos nuestros medios especializados y no es necesario imponérselo a nadie, pero eso sí, que a nosotros no nos quiten la posibilidad de tenerlos.

–¿Qué valores resaltaría del toreo?

–La nobleza, la educación, la lucha, el sacrificio, la superación... Ese respeto al veterano, a la experiencia sería fantástico transportarlo al resto de profesiones.

–¿Cómo ve el futuro de la tauromaquia?

–Soy optimista, pero hay que ser realistas. Poco a poco se nos están recortando nuestras libertades y a mí la señal de prohibido me pone los pelos de punta. Me parece lamentable que en un país democrático se prohíban cosas, y al mundo del toro se le está atacando de manera cruel. Y tristemente creo que va a seguir siendo así.

–En ningún momento hemos nombrado la palabra animalista, todo consultas, prohibiciones... ¿Son los políticos el verdadero problema?

–Se ha juntado todo: la presión animalista, la presión política y también que muchas veces no se hacen las cosas bien desde dentro del sector.

–¿Por ejemplo?

–Si desde dentro no se cuida al toro, si éste no vuelve a emocionar, la fiesta se acabará antes de lo que nos imaginamos.

–¿Qué le diría a un antitaurino para hacerle cambiar de opinión?

–Le diría que durante una semana deje que una persona le explique de qué va ésto. La gran mayoría de las veces se dice no a cosas sin conocimiento, y en el mundo antitaurino hay una gran ignorancia de lo que es el mundo del toro.

–Simón Casas se propuso invitar a Pablo Iglesias a una jornada taurina.

–Es gente que se queda en el último tercio, en la espada y la sangre, y a pesar de querer mostrarle la realidad, se niegan a conocerla. El que es un activista radical no se deja enseñar, aconsejar y no quiere saber más allá de su idea.

–Esperemos que gane la razón a la sinrazón.

–Sería nefasto para la marca España que algo que forma parte de nuestra cultura y de la imagen de este país se quitase sin motivo alguno.