Guadalajara

Ponce triunfa en una Goyesca sin fuste por falta de toros en Guadalajara

El diestro, con dos orejas, salió a hombros en la corrida matinal en la que Iván Fandiño y Daniel Luque lograron también un apéndice cada uno

Toros de El Ventorrillo, el primero como sobrero, de desiguales hechuras y, aunque noblotes, apenas aportaron por su escasez de raza y fuerzas. Quinto y sexto, para colmo, desarrollaron complicaciones.

Enrique Ponce: pinchazo y estocada atravesada (oreja); y pinchazo y estocada (oreja).

Iván Fandiño: estocada trasera y caída (oreja); y media y tres descabellos (ovación tras aviso).

Daniel Luque: estocada (oreja con petición de la segunda); y bajonazo enhebrado y descabello (silencio tras aviso).

La plaza registró casi tres cuartos de entrada en mañana fresca y gris, y con lluvia intermitente.

La Goyesca de Primavera por el 125 aniversario del nacimiento de Saleri II en la capital de la Alcarria, aunque, a tenor del clima fresco, gris y lluvioso, recordó más al otoño de final de temporada. En el cartel, una terna de categoría con Ponce, Fandiño y Luque, que lograron llenar casi tres cuartos del aforo del coso de Las Cruces. Este fue el verdadero éxito de la mañana. Y, aunque la deslucida corrida de El Ventorrillo no aportó nada, se cortaron hasta cuatro orejas, trofeos de lo más benévolos por el poco espectáculo que hubo en el ruedo.

El primero de Ponce fue devuelto por inválido y fue sustituido por un sobrero más chico e igual de endeble que el titular, al que apenas castigaron en el caballo para preservar el poquito fondo que tenía. Ese toro medio, bobalicón y sin raza suele ser el ideal para Ponce, que brindó al público una faena en la que la suavidad y la compostura del inicio dieron paso a un toreo limpio y fácil, aunque periférico y carente de emoción por lo poco que aportó el astado.

Al final, tiró de recursos el de Chiva con molinetes, cambios de mano y otros alardes para calentar unos tendidos, que, a pesar de todo, acabaron disfrutando, lo que le valió la primera «orejita» de la matinal.

El cuarto, extremadamente soso, navegó siempre con la cara natural y sin decir absolutamente nada. Ponce quiso mucho, todo hay que decirlo, y, a base de medios pases a media altura, logró hilvanar otra faena decorosa, sin estrecheces, pero con suficiente calado en los tendidos para lograr el apéndice para la salida a hombros.

A pies juntos recibió Fandiño a su primero, que también dobló las manos a la salida del caballo. Los dos pendulazos sin enmendarse y el de la firma de remate pusieron ya fervor en el ambiente. El toro, de más movilidad, nunca se entregó, sin clase, protestando y echando la cara arriba. El de Orduña alternó los dos pitones en una faena de entrega y voluntad, que contó también con el beneplácito de sus «paisanos» alcarreños, que le acabaron premiando, asimismo, con una oreja facilona.

El quinto fue el toro de más peso de la corrida. Tuvo mal estilo en el peto, esperó en banderillas y desarrolló complicaciones en la muleta, frenándose y volviéndose. Menos mal que no tuvo fuerzas para hacer presa. La apuesta de Fandiño apenas tuvo recompensa en lo fundamental debido a tantas asperezas. Además, el descabello le acabaría cerrando la puerta grande.

Daniel Luque gustó en el saludo capotero a su primero, al que quitó también por gaoneras después de cuidar el castigo en varas. Hubo brindis al respetable, pellizco en las probaturas con la muleta; y poco más. El toro no podía ni con su alma; y aquello se convirtió en una sucesión de medios pases a destajo, los mejores, por destacar algo, algunos al natural. El proyecto de «luquecinas» finales metió al público en el canasto; y como entró la espada a la primera cayó la oreja, con petición, incluso, de la segunda.

Cerró plaza un jabonero de bruscas e inciertas acometidas, al que Luque, que lo recibió con una larga de rodillas, instrumentó una labor enrazada, de no dejarse ganar la partida, pero el «sartenazo» con el que despachó al animal le privaría de la salida a hombros.