Ferias taurinas

Puerta Grande a cañonazos

Roca Rey corta dos orejas y El Fandi una en la Feria de Fallas de Valencia

El torero peruano Roca Rey, salió a hombros tras cortar una oreja a cada uno de su lote en la octava corrida de la Feria de las Fallas de València.
El torero peruano Roca Rey, salió a hombros tras cortar una oreja a cada uno de su lote en la octava corrida de la Feria de las Fallas de València.larazon

Poder infinito del torero del Perú, Andrés Roca Rey. Este hombre no abre las puertas grandes. Las empuja. Y eso impresiona y contagia.

FICHA. VALENCIA.

Octava de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo. 1º, noble pero le falta un tranco; 2º, noble pero desrazado; 3º, noble y paradote; 4º, toro de mucha calidad y ritmo; 5º, sobrero de Victoriano del Río, complicado; 6º, desigual y paradote. Lleno de “no hay billetes”.

El Fandi, de negro y oro, estocada (silencio); aviso, estocada (oreja).

José María Manzanares, de grosella y oro, pinchazo, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Roca Rey, de grana y oro, estocada fulminante (oreja); pinchazo, estocada, aviso (oreja)

Los dos primeros toros cumplieron una función de puro trámite. Como si fueran la antesala de algo bueno, o eso quisimos pensar cuando Andrés Roca Rey no perdía comba, no cedía un milímetro de terreno ni embestida al viento. Quitó y requitó como si no estuviera dispuesto a que el Cuvillo se fuera a la otra vida, de haberla, dejémoslo en el más allá, con una embestida en lo alto. El último quite fue variado, tiró de repertorio en mitad de la quietud. De ahí que cuando fue a brindar al público tenía a la gente con él y esas cosas se respiran. Son caminos de ida y vuelta en ese embudo en el que se convierte una plaza de toros. Si das te vuelve. Y Roca da, incluso en demasía. Por estatuarios comenzó la faena, fue el toro raudo y veloz, imperturbable el peruano del valor de acero. La movilidad del Cuvillo se ahogó en las cercanías de Roca, que construyó una faena intensa muy cerca de los pitones, cruzados en su taleguilla según la perspectiva visual. Pasándose al toro por aquí y por allá y con mucha verdad. Un estoconazo puso fin a aquello de manera fulminante y paseó la primera oreja de la tarde. Poder infinito del torero del Perú. Y ambición.

Este hombre no abre las puertas grandes. Las empuja. Y eso impresiona y contagia. Aunque el momento que más agarró al estómago fue tal vez al acabar el quite y torear con el capote agarrado a una mano como si fueran naturales con el sexto. Belleza y profundidad amarrados a unos olés en los que crujió Valencia. En el centro del ruedo comenzó y a modo de incendio vinieron los pases cambiados por la espalda, la arrucina... Perdió el gas pronto el toro y le costó repetir una barbaridad. Apretó el peruano ahí, intentaba llegar allá donde no lo hacía el toro y convenció al público para salir a hombros. De su parte puso todo.

El cuarto se trajo del campo gaditano toda la calidad del mundo. Así a granel. Cadencia, ritmo, la fuerza justa y calidad exquisita. Y duración, que duró el toro. Sonó el primer aviso y el matador seguía entreteniéndose. Movilidad sacó en los cuatro pares de banderillas que puso el torero. Qué manera de ir y traspasar la barrera después para convertirla en embestidas entregadas y largas. A las manos de El Fandi cayó. Se resarcía así de un primero deslucido. Este era oro puro, para deleiterarse. Y lo hizo en el tiempo. Trasteo largo y templado entre los honores; la vulgaridad en la resta. Resolvió con la espada y paseó un trofeo.

José María Manzanares se las vio con un sobrero de Victoriano del Río que saltó en quinto lugar. No fue fácil el sustituto. De cortita y orientada embestida por el izquierdo, mirón y ligero por el derecho también. Quiso justificarse. No había tenido suerte con un segundo desrazado que no le dejó muchas opciones. Lo intentó por uno y otro pitón con más voluntad que gloria. De pisar la gloria venía, por cierto, él y quienes lo vimos apenas unos días atrás en la plaza de Illescas. En la vuelta de Pepe Luis. Así es de caprichoso el toreo. Que cuando lo hay lo inunda todo. Y perdura.